Toros

Fandiño: 'Cuanto más grande es un torero más humilde debe ser'

  • El diestro vascongado se ganó al público en el cierre del Aula Taurina de Jerez

La crisis ha reducido la XIX Aula Taurina del Campus Universitario de Jerez a solamente dos sesiones, por no han podido ser más intensas.

La organización ha cumplido con su objetivo fundamental, dar a conocer el toreo a los alumnos universitarios -porque no hay que olvidar que el toreo, como sector económico, como tradición y como manifestación artística es una realidad del distrito- y formar a los alumnos taurómacos de la Escuela Municipal de Tauromaquia, organizadora junto con la Facultad de Derecho y la Delegación de Alumnos, de estas jornadas.

Y no ha podido contar con mejores profesores porque si Juan José Padilla ofreció en la primera sesión un dictado de valores humanos y principios, ayer el matador de toros Iván Fandiño coincidió plenamente comunicando sus experiencias y la aplicación de esos valores a su carrera profesional.

Porque para Fandiño cuanto más grande es un torero más humilde debe ser, compendio de la lección que dictó, presentado por el cronista taurino Javier Bocanegra y compartiendo el estrado del Aula XIII del Campus de la Asunción con Ignacio Bonmati, alumno de la Escuela Municipal de Tauromaquia.

Fandiño iba para pelotari, y bueno, y si hoy no está forrado jugando en un Jai Alai de Caracas o Miami, como profesional, es porque un día en un encierro, con catorce años, pegó unas cuantas chicuelinas en su Euzkadi natal y le picó la sierpe del toreo.

Pero no perdió el paraíso sino que se lo trabaja a base de esfuerzo, constancia, sacrificio y una receta que ofreció a los alumnos: ser metódico, constante y entregado, con independencia, y asumiendo el sacrificio como algo cotidiano.

Y ahí están los frutos, con esa disciplina Fandiño, o Padilla, hubieran podido ser pelotaris, excelentes arquitectos... los mejores en lo que fuera. Pero eligieron el toreo. O si no de qué forma se puede explicar que sea torero un hijo de humildes inmigrantes gallegos, en Orduña donde las vascongadas son más Euzkadi que en ningún sitio y a mil kilómetros de un pitón.

Está claro que ni por suerte ni porque se lo hayan regalado, otra lección desde el toreo para todos. Para tomar nota.

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