La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
Los diestros José María Manzanares y Jiménez Fortes han cortado dos orejas cada uno y han salido a hombros en la plaza de toros de Palencia, en la tercera corrida de la feria de San Antolín, festejo en el que Juan José Padilla ha sido premiado con un apéndice.
Juan José Padilla, quien el día anterior salió a hombros de esta plaza, ha sido el sustituto de Morante de la Puebla, convaleciente aún de la cornada que sufrió el pasado día diez en Huesca.
Padilla realizó a su primero una faena a menos, ante un toro que fue a más, y al no haber coincidencia entre toro y torero, el resultado careció del necesario brillo.
En el segundo de su lote comenzó la faena en tablas de hinojos, y de esa guisa le enjaretó ocho muletazos. El toro, que era de una franciscana nobleza, permitió al torero realizar toda suerte de alardes, tocaduras de pitón y besos en la testuz, para terminar de una fulminante estocada.
La faena de Manzanares a su primero careció de emoción, porque el toro, por su escasa fuerza, no la tenía. No obstante, Manzanares se estiró en algunos muletazos, los suficientes para recibir una generosa oreja. La faena a su segundo poseyó mayor intensidad, ante un toro de gran clase pero, como sus hermanos, con las fuerzas justas. Hubo temple, suavidad y caricia en los muletazos de Manzanares, quien volvió a recetar una gran estocada.
Jiménez Fortes, aún no recuperado de la gravísima cogida que sufrió en Bilbao, reapareció en Palencia. Con drenajes aún en sus heridas. El malagueño fue el torero de siempre: impávido ante el peligro y haciendo de la quietud y el riesgo un culto. Su faena fue importante y de irreprochable ejecución la estocada que puso fin al toro.
En el último de la tarde, el más grande de la corrida y el más renuente a embestir, Jiménez Fortes volvió a atestiguar su valor y su absoluta entrega.
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