Perera y la primera bronca

Pase cambiado por la espalda de Miguel Ángel Perera para iniciar faena.
Pase cambiado por la espalda de Miguel Ángel Perera para iniciar faena.
Irene Martín Moya

21 de agosto 2015 - 01:00

PLAZA DE TOROS DE LA MALAGUETA Ganadería: Dos toros de Hermanos Sampedro, primero y cuarto, para rejones. Noble el primero, complicado el cuarto. Cuatro toros de Victoriano del Río, terciados, manso el segundo y sin raza el quinto, destacaron tercero y sexto, con opciones de triunfo. Diego Ventura, oreja con petición de la segunda y ovación; El Juli, ovación y silencio; Miguel Ángel Perera, oreja y oreja con petición de la segunda. INCIDENCIAS: Tres cuartos de entrada. Hubo bronca al palco por no concederle la segunda oreja a Miguel Ángel Perera.

EL toreo en línea recta tiene mayor emoción cuanto más impone el toro. Quedarse quieto y que los pitones dibujen cornadas por piernas y pecho, a cada pase o desplante, tiene más mérito con un toro peligroso o que, por hechuras, en una simple fotografía, pueda llegar a impactar. Ahí es cuando el toreo de Miguel Ángel Perera cobra mayor relevancia. En La Malagueta, frente a dos toros de buena condición de Victoriano del Río, los únicos que se dejaron en la corrida mixta, el extremeño no hizo pasar mal rato a nadie, sólo apuntó su capacidad como torero.

A los toros de Victoriano del Río les faltó remate. Terciados y estrechos, se salvaron por las caras, con pitones astifinos. El quinto de la tarde fue alto y zancudo. El lote de El Juli fue manso y descastado frente a los de Perera, con clase y nobleza. Mejor presentados estuvieron los dos toros de Hermanos Sampedro que se lidiaron para rejones. Jabonero el primero, tuvo presencia en el ruedo, y, además, buen juego y el cuarto, un berrendo aparejado, complicado.

Diego Ventura abrió el cartel con un rejoneo muy ajustado al estribo y con clase. Lució la faena y clavó muy reunido ofreciendo un inicio interesante. A él también se le pidió la segunda oreja pero Málaga está manteniendo un criterio muy unificado en cuanto a la concesión de la segunda oreja. Parece como si no existiera premio mayor, como es el rabo, para calificar a una labor que sea completa y perfecta. La segunda oreja debiera ser más un compendio de sensaciones que una medición rigurosa, al milímetro, de si la estocada o rejón queda en su sitio.

Quizás eso fue lo que le faltó a Miguel Ángel Perera en el que cerró plaza, colocar la espada mejor, y que no quedara desprendida. El toro por otro lado, tuvo mucho donde extraer y permitió que el torero hiciese prácticamente lo que quería, que no siempre fue instrumentar series ligadas y profundas. El arrimón tan usual en él, le resto pases en redondo que el toro aún tenía dentro.

Sin embargo, la faena al tercero sí tuvo más de toreo profundo y muletazo largo; especialmente los naturales. Con la zurda, el extremeño tiró del animal, con un leve toque y lo soltó con un suave giro de muñeca, para volver a ligar otro de la misma manera, enganchando y conduciendo. Comenzó con un pase cambiado por la espalda, tras brindar al público y dejar colocada la montera en la raya, en un proceso ya conocido y repetido. El mérito de Perera es ser capaz con todos los toros.

El Juli intentó esto con el segundo, que por momentos le permitió lucirse. Solo a veces, porque la mansedumbre del animal le hacía buscar las tablas y salir desentendido del engaño. Hubo un cambio de mano al ralentí, en redondo seguido por un pase de pecho a pies juntos que pudo ser lo mejor de la tarde. No fue la tarde de El Juli con la espada, pero si hay que pinchar algún toro que sean los que no han colaborado a realizar una faena de triunfo.

Desolado ante las opciones que mostró el quinto de la tarde, con las peores hechuras, se llevó a cabo una lidia desordenada. El toro fue picado por el caballo que guardaba la puerta y estuvo un buen rato dormido en el peto, sin que lograran sacarlo de allí. Hubo un inicio de faena, tras brindar al público con buena voluntad, algo más prometedor; pero pronto el animal se rajó y se agarró al piso sin que fuera posible extraerle ni un solo muletazo.

El berrendo aparejado que lidió Diego Ventura en cuarto lugar fue el más complicado del festejo. Desde la salida se vino cruzado y puso en más de un aprieto al rejoneador, antes de recibir dos rejones de castigo. Sin esa furia del principio, el toro se fue parando a medida que avanzaba la labor. Tuvo mérito aguantar las embestidas del animal y sacarle faena pero emborronó todo su esfuerzo con varios pinchazos. Tuvo que echar pie al suelo para descabellar, tampoco acertó, pero el público supo responderle con una calurosa ovación porque las dificultades a las que se sobrepuso fueron claramante identificables.

La decisión del palco de no concederle la segunda oreja a Perera causó un gran revuelo, en la primera gran bronca en lo que va de feria. La conclusión del público sobre el conjunto de la labor pareció unánime. Capacidad, disposición y técnica no le faltó al torero, pero quizás le faltó ese otro algo que convierte a una faena en rotunda y que te hace salir de la plaza soñando.

Todavía pesa en la retina la faena de dos orejas de Alejandro Talavante, llena de valor, compromiso, superación, arte, toreo, profundidad y simpatía como para que se pueda premiar de igual manera otra sin que antes tenga lugar una explosión irregular del toreo. Algo que huya de lo previsible y conocido.

La primera oreja es del público y hasta ahí, todo correcto en La Malagueta.

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