Fundación Cruzcampo | Restaurante Seis

Del frío mortal de una patera al calor del fogón

  • Mohamed Kallon cruzó el estrecho hace tres años y hoy cocina en un restaurante sevillano

El costamarfileño Mohamed Kallon, en pleno trabajo en la cocina del restaurante Seis.

El costamarfileño Mohamed Kallon, en pleno trabajo en la cocina del restaurante Seis. / José Ángel García

La negación de todo horizonte, la desesperación más descarnada, lleva a miles de seres humanos a poner en riesgo sus vidas a bordo de una patera. Los casos, por habituales en las costas andaluzas, no pierden un ápice de su sentido trágico. Y más si navegó también la muerte. No fue el caso del pequeño cascarón en el que surcó el Estrecho Mohamed Kallon, costamarfileño de 24 años. "Era medianoche, íbamos en la patera diez. Yo pagué 500 euros, aunque hay gente que llega a pagar 2.000 ó 3.000 euros por embarcarse. Tras unas seis horas de muchísimo frío y miedo, sintiendo a veces que la patera se iba a hundir, llegamos a la playa de Tarifa. No le recomendaré jamás a nadie que lo haga". Mohamed no sabe nadar. Estaba en manos del destino y de un modesto chaleco salvavidas.

En ese siniestro trayecto, aún se le negaba la línea del horizonte. Hasta que ya en Cádiz salió el sol y la vida se le iluminó: "A los diez minutos o así de tocar tierra apareció la Guardia Civil y nos llevaron a un hogar de refugiados. Allí estuve 21 días, pero ya era feliz, tenía esperanza en abrirme paso".

Y es que antes, en Marruecos, padeció unas duras condiciones laborales. En una pequeña localidad cercana a Casablanca le dieron empleo en una panadería, donde percibía 50 dirhams diarios, algo menos de 5 euros, por trabajar desde las cinco de la mañana a las dos de la tarde. "Aparte del poco dinero, las condiciones y el trato eran muy malos...", recuerda con gesto amargo. Tanto, que con la ayuda económica de uno de sus nueve hermanos, dio el paso de embarcarse en una patera a la aventura: "En Marruecos no podía hacer nada por mi familia, no le podía enviar dinero...".

El chef, que consiguió una beca de la Fundación Cruzcampo, en las cocinas de Seis (Plaza Nueva). El chef, que consiguió una beca de la Fundación Cruzcampo, en las cocinas de Seis (Plaza Nueva).

El chef, que consiguió una beca de la Fundación Cruzcampo, en las cocinas de Seis (Plaza Nueva). / José Ángel García

Tras ese traumático viaje de Tánger a Tarifa, iba a abrazar con el alma lo que le deparara la asistencia social española. Estuvo tres meses bajo la Fundación Cepaim, ONG que asiste y participa en el Pacto Mundial de las Migraciones.

Un duro pasado y un presente prometedor en la cocina 

Y de repente, se le abrió ante sus ojos la puerta de una cocina. La misma puerta que cruzaba de niño, en su hogar de Odienné. Allí, en su casa de la pequeña ciudad al noroeste de Costa de Marfil, a Mohamed le encantaba ayudar a su madre a preparar arroz, muy a menudo, y de vez en cuando carne de cordero o pollo –"allí tardamos tres meses en engordar a los pollos, no dos semanas como aquí, son caros para nosotros"–. Gracias a Cáritas entró en un curso de formación de ayudante de cocina.

Y el impulso definitivo para forjarse un futuro laboral en España se lo dio una asistenta social, Estíbaliz, que le consiguió una beca de la rama el año pasado. Y no una cualquiera: el curso del SER –Curso Superior en Establecimientos de Restauración– de la Escuela de Hostelería Fundación Cruzcampo. "La experiencia fue increíble, el trato de los profesores y mis compañeros inmejorable". Y sus ganas de aprender hicieron el resto.

El sueño de Mohamed es montar su propio negocio en su país, Costa de Marfil. El sueño de Mohamed es montar su propio negocio en su país, Costa de Marfil.

El sueño de Mohamed es montar su propio negocio en su país, Costa de Marfil. / José Ángel García

Hizo las prácticas en Pez Tomillo, restaurante malagueño, y aprovechó la oportunidad: en octubre pasado firmó su primer contrato, por cuatro meses, con el restaurante Seis, del mismo grupo empresarial. Allí, en los fogones de la cocina de este moderno restaurante de la Plaza Nueva, Mohamed exprime cada minuto como un limón. Le pone los cinco sentidos para seguir aprendiendo bajo los consejos del ecuatoriano Índalo Castillo, que también disfrutó de la beca de la Fundación Cruzcampo en 2011.

Hoy, Mohamed es feliz enviando dinero a su familia marfileña y haciéndose cocinero. De momento, se afana en aprender "el vocabulario de los ingredientes", lo que más se le complica. Disfruta de Sevilla –"aquí la gente es abierta y vive la calle, como en mi país"– y tiene buenos amigos en Los Pajaritos, donde reside. Le gusta el fútbol y le tira el Sevilla. El año pasado, jugó de central en el Brenes: "Querían que siguiera, pero con el fútbol no puedo enviar dinero a mi familia...". "En el futuro me gustaría montar mi negocio, ojalá un chiringuito en mi país". Lo sueña al calor amigo del fogón.

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