Picaduras que curan

Sergio Guerrero pone en marcha una clínica de apiterapia en la que el veneno de la abeja es usado con fines terapeúticos

1. Sergio Guerrero es un emprendedor de Cúllar Vega que ha tenido mucho éxito en el inicio de su proyecto empresarial. 2 y 3. Las abejas cuentan con un elevado protagonismo en la técnica empleada.
M. Valverde

15 de septiembre 2016 - 01:00

El joven emprendedor Sergio Guerrero ha puesto en marcha la una clínica de apiterapia en la que se realiza un uso terapéutico del veneno de abeja para tratar el dolor, la inflamación y enfermedades autoinmunes. A sus 41 años ha abierto la clínica llamada La Colmena Sanadora en su localidad natal, donde emplea con sus pacientes el veneno de las abejas para tratar afecciones relacionadas con el dolor y la inflamación (desde hernias hasta artrosis o artritis, pasando por depresión o migraña) y enfermedades autoinmunes (como la fibromialgia o la esclerosis múltiple).

En menos de siete meses, este joven emprendedor ha abierto cinco clínicas en Cúllar Vega (Granada), Jaén, Málaga, Almería y Loja -esta última lo hará en solo unos días-, convirtiendo La Colmena Sanadora en la que se supone como la primera franquicia de apiterapia de toda España. Además, su empresa tiene previsto seguir creciendo con nuevas aperturas en provincias cercanas como pueden ser Córdoba y Murcia.

El secreto de las propiedades curativas del veneno de abeja está en el poder inmunocorrector de la melitina, uno de los 40 elementos biológicamente activos que componen la apitoxina o veneno de abeja. Para poder aplicarlo, Sergio Guerrero se formó en la Escuela Internacional de Apiterapia Bee Natura, en Chile, la más prestigiosa que existe a nivel mundial.

"La idea de emplear la apitoxina para calmar el dolor me vino porque padecí el síndrome del túnel carpiano y fue lo que me llevó a informarme sobre los beneficios de la apiterapia y a formarme para poder aplicarla", explica este joven.

En las sesiones de apiterapia, Guerrero coge las abejas con unas pinzas y las coloca sobre la piel del paciente en la zona que se quiere tratar para que le pique e inyecte su veneno. "Son necesarias un mínimo de ocho sesiones, una vez a la semana, para notar los beneficios de la apitoxina", señala este emprendedor andaluz.

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