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Andalucía

Alba Doblas, el dedo acusador

  • Con aciertos como el cuento del huevito, y el error de sus largas preguntas, llevó el peso de los interrogatorios de IU en el juicio político de los ERE

Se despistó con el turno de su intervención. Y cuando se la llamó a defender su primera iniciativa, no estaba en el hemiciclo. Hubo que esperarla. Subió a la tribuna. El primer plano de ella que ofrecía el servicio audiovisual del Parlamento era demoledor. Una joven diputada temblorosa que parecía estar al borde de las lágrimas y que, con la voz entrecortada, pidió perdón y justificó la dificultad de que sus palabras brotaran de su garganta en que había subido corriendo las escaleras. Lo que pudo parecer entonces miedo escénico, o inexperiencia, no lo era. Alba Doblas, de 41 años, cordobesa, tiene tablas. Una larga trayectoria política que arranca sin haber cumplido los 18 años dentro del PCA y de IU, y que le abrió las puertas del último gobierno en el Ayuntamiento de Córdoba de Rosa Aguilar, pero ya sin Rosa Aguilar. Fue concejal. Y es abogada de familia. La imagen de aquel día no se correspondía con la realidad y quedó borrada cuando tomó las riendas de los interrogatorios en la comisión de investigación de los ERE. Se convirtió en el dedo acusador de IU. Y si hubiera una alfombra roja en el Parlamento, podría haber sido nominada a la categoría de diputada revelación por esta película de supuesto corte mafioso.

No fue elegida porque en la coalición de izquierdas quisieran recuperar el color violeta que se les había desteñido en el grupo parlamentario después de cuatro años con un equipo de sólo seis hombres. Su formación como letrada, con aspiración frustrada a ser juez, era razón más que suficiente para ponerla al frente del trabajo más parecido a un juicio: las comparecencias. Aunque el contenido de las preguntas era consensuado con el resto del equipo de IU, fue Doblas quien en solitario asumió el cometido de formularlas, mientras los demás diputados del PP preferían repartirse el protagonismo por turnos, al igual que los del PSOE, si es que llegaban a preguntar -un error de estrategia el no interrogar a Manuel Chaves y José Antonio Griñán después de acceder, aunque a regañadientes, a que estos comparecieran-.

Las preguntas de Doblas siempre fueron al meollo de la cuestión, pero con demasiada frecuencia cayó en su propia trampa de enredarse en pequeños discursos, más propios de una sesión de control que de un juicio, y orientar los cuestionarios hacia lo que pueden ser ya conclusiones. Sin embargo, esto que bien podría considerarse un fallo como letrada, como política lo lograba compensar. Si hay que convencer a un jurado, en este caso, a los andaluces, nada mejor que golpes de efecto. Los tuvo, como cambiar la tesis del vecino que no avisa del fuego por el que no es capaz de actuar cuando ve el piloto encendido del líquido de frenos del coche. Pero más acertado y más mediático fue el que tuvo en uno de los momentos estelares de la comisión, la comparecencia de Manuel Chaves, cuando le interrogó por el cuento del huevito, versión partida 31-L, fondo de reptiles. "Este pidió una ayuda, este la concedió, este la pagó, este miró a otro lado, y este pícaro golfo se lo comió", dijo, mientras se cogía cada uno de los dedos de la mano, hasta acabar con el pulgar. Se disculpó por este recurso infantil, que incluso cogió por sorpresa a sus propios compañeros de bancada. Pero demostró que como mujer que concilia la vida laboral con la familiar -tiene dos hijos pequeños- es práctica y sabe que las fábulas son una buena vía para transmitir una enseñanza moral.

Ese lado didáctico y maternal, por otro lado, no le impidió enseñar los dientes. Lo hizo cuando quien comparecía no quería hablar, como el ex viceconsejero de Empleo Agustín Barberá. Era el séptimo que rehuía el cuestionario y Doblas estalló. Le recriminó su juego del "acuerdo previo" entre los comparecientes, y le reprochó su "actitud cobarde". También lo hizo con Chaves y Griñán, ante quienes no se amilanó y no admitió su afán por reducir el escándalo a un pufo cometido por cuatro golfos que se llevó por delante 1.200 millones de euros, o por escabullirse en el argumento de que todo era legal y que nunca les llegaron los informes y las advertencias.

Sea cual sea el dictamen final, la comisión de investigación de los ERE de lo que sí habrá servido es como el mejor trampolín para Doblas, que rozó ese sillón de la Presidencia del Parlamento y que llegó a disputar en las quinielas con su compañero Ignacio García, pero que acabó en manos del socialista Manuel Gracia. Doblas, la más tímida, pero dicen que la más dura, de ese tándem comunista cordobés que forma con la consejera de Obras Públicas, Elena Cortés, se ha hecho su hueco en la escena política andaluza -el que dejó a la fuerza José Manuel Mariscal- y ha dejado de ser una desconocida. Precisamente, lo que más en su contra tuvo para ser cabeza de lista por su provincia. Su elección provocó tensiones y el dimisionario coordinador de IU en Córdoba, Francisco Martínez, que tenía otra candidata, dijo de ella que era el resultado de un pucherazo del PCA que colocaba a "alguien que no la conoce nadie".

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