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Cofradias

Consecuentemente cristiana

  • Análisis de la singular estación de penitencia de la Vera Cruz

El pasado Lunes Santo, 2 de abril de 2012, en Sevilla llovía, algunas cofradías decidieron no salir, otras salieron y tuvieron que recogerse de inmediato, en ambos casos la riqueza de las imágenes, la belleza y riqueza de sus canastillas doradas o policromadas, de sus palios y de los mantos de sus imágenes de la Virgen María peligraba con la lluvia y las cofradías no están dispuestas a sufrir deterioros y quebrantos económicos, mucho menos en los tiempos de crisis en que estamos embarcados, todo lógico y aceptable. Los cofrades, a pesar de las lágrimas cuando su cofradía no puede salir, tampoco estaban dispuestos a lanzarse a la calle y aguantar un largo recorrido de ida y vuelta a la Catedral bajo la lluvia y, a regañadientes, aceptaron la no totalmente agradable lluvia que llegaba después de cuatro meses de sequía. Hasta aquí todo normal.

Pero sucedió lo inesperado. La Cofradía de la Vera Cruz decidió realizar, bajo la lluvia, su Estación de Penitencia hasta la Catedral. La Cofradía lo pensó y se decidió a salir camino de la Iglesia Mayor de Sevilla. Como llovía no sacaron sus pasos, no importaba, la cofradía da culto a la Vera Cruz, es decir a la Cruz donde Jesús murió, más aún a la Verdadera Cruz, de la que la cofradía posee una pequeña reliquia o Lignum Crucis. Llovía, es verdad, pero así realizarían de manera cierta, lo que afirman todas las cofradías de Semana Santa que efectúan en estos días santos: una estación de penitencia. Y con el Lignum Crucis y bajo la lluvia, la Cofradía fue y regresó de la Catedral.

Aplausos para la cofradía de la Vera Cruz, aplausos por varias y diversas razones. En primer lugar, la cofradía de la Vera Cruz retornó a sus orígenes. Una cofradía sencilla, ascética, sin flores, sin música, sin pasos, sin palios. En el primer cuarto de siglo XVI celebraba su estación de penitencia con un pequeño crucifijo portado a mano por un cofrade o, como máximo, con la ayuda de otros dos más; no había flores, ni música, sólo se permitía un tambor y una trompeta "que sonara a dolor", la penitencia se exteriorizaba en los pies descalzos, en la blanca túnica pobre, como la camisa o la mortaja, las velas o hachas encendidas y la autoflagelación (nada de flagelados y flagelantes como algunos romances barrocos y ampulosos han descrito). Pero los tiempos y las sociedades cambian y no hay que volver a un pasado arqueológico, hay que mantener el espíritu, la religiosidad inicial (si es que las cofradías tienen una religiosidad común o específica de cada una de ellas).

Pero mucho más. La cofradía de la Vera Cruz ha dado un ejemplo de autenticidad cristiana: venera la Cruz de Cristo, en la que nos redimió y es suficiente, todo lo demás es superfluo e innecesario. Las cofradías sevillanas se pasan (y lo afirmo con todo el amor que les profeso y la fuerza con que las defiendo) el límite de lo ortodoxo y nos inundan cada vez más de idolatría, de barroquismo fofo, de esteticismo aparente, pero carente de vida. Hemos convertido las imágenes, especialmente las de Cristo, en verdaderos ídolos. No son más que representaciones más o menos fantasiosas y plasmadas en madera de Jesús, pero han cobrado tal valor, falsamente, religioso e importancia que ya no se pueden tocar, trasladar, subir y bajar; mil ceremonias, muchas verdaderamente ridículas, hemos montado en torno a ellas. Ahora, cuando recibimos la eucaristía en una mano y con la otra nos la llevamos a la boca, no podemos tocar la imagen del Señor de [……] Ahora, cuando las manos del sacerdote han dejado de ser las manos felices y únicas, las que pintara Durero, porque sólo ellas podían tocar a Cristo, traerlo, llevarlo, repartirlo en la boca a los comulgantes, resulta que no podemos trasportar con las manos una imagen y utilizamos poleas, carracas, plataformas rodadas, lienzos para que la imagen se deslice sola sin el contacto humano y convocamos con gran aparato a las gentes para que asistan a tales ceremonias.

¿Y nuestras imágenes de María? ¿Cuántas María, Madre de Dios existen: una o 60? Y las 60 compiten en belleza, en vestidura, en manto, en alhajas y aderezos. Perece, lo afirmo con dolor, un desfile de modelos.

¡Qué bien lo ha hecho la Cofradía de la Vera Cruz! Nos ha dado un fuerte toque de atención. No olvidemos lo esencial. Contemplamos a Jesús que sufre y muere en la cruz, el más doloroso y el más deleznable de los castigos. Nos unimos al dolor de una madre, el mayor dolor para una madre: ver morir atroz y deleznablemente a su hijo. Procuremos ser un poco más auténticamente cristianos.

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