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Una final o como si lo fuera

  • La visita del Valencia no dibuja una cita dramática para el Sevilla pero sí la necesidad de evitarla. Los de Emery defienden la séptima plaza ante un rival directo con inercia ganadora.

Es más que evidente que este Sevilla-Valencia no es una final, en el sentido literal en el que en el fútbol se habla de final. En el otro, en el que suelen utilizar los que disfrutan dramatizando y llevando las situaciones, cualquier situación, al límite una final es cualquier partido cuando la dinámica no es ganadora. No hay prácticamente una diferencia entre un encuentro y otro, sino que un equipo que no gana juega una final tras otra, sin parar.

En este caso nadie podrá negar que por la situación que ocupa el rival, empatado a puntos con el equipo de Unai Emery, porque se supone que será un enemigo al final en la lucha por las plazas europeas y porque la dinámica sigue siendo negativa, a algunos podría concedérsele la nomenclatura de final para catalogar una cita como la que tiene hoy el equipo nervionense. No será un partido excluyente, como es literalmente una final o un encuentro de una competición por eliminatorias, pero se entiende la expresión en la medida de lo mucho que se juegan los profesionales sevillistas. Éstos, si no van a jugar una final, sí al menos tendrían que tomarse el choque ante el Valencia como si se tratase de uno de estos partidos en los que vale el todo o nada. Es la manera de enchufar a una afición y a un grupo de futbolistas que necesitan que los zamarreen para que den todo lo que tienen en su interior.

Si el Sevilla no conoce la victoria en la segunda vuelta del campeonato cuando se va a cumplir ya la quinta jornada ha sido en gran parte por la desconfianza que se ha instalado en este equipo, bien sea por la impericia de su entrenador para armar un sistema defensivo eficaz (el Sevilla es el segundo más goleado de Primera), bien sea por falta de tensión de los futbolistas sobre el campo para cumplir las órdenes de su entrenador o bien sea por pura mala suerte. En el caso del último encuentro ante el Barcelona puede marcarse esta última opción con total tranquilidad. Todo lo bueno que hizo el Sevilla en ataque frente al cuadro azulgrana se fue al traste por los errores arbitrales (sobre todo dar legalidad al empate culé) y también, en cierto modo, por la incapacidad de los blancos para ordenarse atrás.

No hubiera pasado nada si el Sevilla hubiera hecho los deberes ante Levante y Málaga, y estos dos partidos son los que tienen a los de Emery otra vez contra las cuerdas, como el peor equipo, con un solo punto, en la segunda vuelta y de nuevo con malas sensaciones. Todo lo contrario que el Valencia, que con Pizzi ha encontrado una razón para protagonizar una remontada espectacular. El equipo que llegó al ecuador de la Liga a nueve puntos del Sevilla y lejos de los puestos europeos está ahora codo con codo con los de Emery y con una inercia mucho más positiva hasta habiéndole ganado al Barça en el mismísimo Camp Nou.

Comoquiera que precisamente en esta jornada se ha sabido que matemáticamente el séptimo puesto tiene derecho a competir en Europa al cerrarse el cuadro de la Copa del Rey con la final entre Real Madrid y Barcelona, no hay que decir mucho más para entender que el Sevilla no puede volver a fallar. Su público así lo espera y está dispuesto a alentarlo consciente de la importancia de los puntos, pero también ha dado muestras esta afición de saber discernir muy bien cuándo tiene que recriminar a los suyos todo lo que hacen mal y, desde luego, no olvida que todo lo que no tienen estos futbolistas en la tabla es demérito propio y de un cuerpo técnico que, la verdad, está más discutido incluso que la plantilla a ojos del sevillista de a pie. La gestión de los recursos cuando había efectivos de sobra no convenció a la hinchada y ahora que Emery va justo de piezas en cada convocatoria, casi también. En el Sevilla se piensa poco menos que Rakitic puede hacerlo todo, pero la verdad es que el suizo-croata, aunque es un grandísimo jugador, no es un superhombre y los triunfos se suman desde el colectivo, algo que se está convirtiendo en la asignatura pendiente de Unai Emery en el Sevilla. Un entrenador que se examina ante su ex equipo apurado ya en la Liga y con el rabillo del ojo mirando ya el choque de este jueves en Eslovenia. El calendario se aprieta y llega la hora de la verdad para el Sevilla.

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