Polvo de estrellas en Nervión
Sevilla - Celta · el otro partido
La apuesta por el mismo equipo de la Champions provoca una implosión de difícil explicación. La nueva parafernalia del estadio queda en evidencia.
La plantilla más cara de la historia del Sevilla dista muchísimo de ser un equipo competitivo. Hacía años que no se recordaba por Nervión un baño de fútbol como el que dio en la cálida mañana de este domingo, en los estertores del verano, el Celta de Eduardo Berizzo. Unai Emery usó el mismo once que compitió y ganó de ley en la esperada y flamante Champions el martes pasado, cinco días atrás, salvo el obligado cambio de laterales. Y el resultado fue una implosión difícil de explicar. El Sevilla fue un alma en pena pese al arreón de la segunda parte, un intento vano que, de paso, dejó en evidencia otro problema de fondo: el equipo no está en un buen momento físico, quizá por la precoz preparación a que lo obligó la fascinante Supercopa de Europa. La Liga, por ahora, es el agujero negro por donde desagua el polvo de estrellas del Sevilla.
Fue Carl Sagan, aquel científico neoyorquino que encandiló a toda una generación con su serie documental Cosmos en los años 80, el que intentó explicar la existencia de la humanidad desde la eclosión del universo con el Big Bang. "Somos polvo de estrellas", dejó el astrofísico como frase para la historia. En sentido literal, eso pareció el Sevilla de Emery ante el Celta de Berizzo. Sólo faltó la hipnótica música de Vangelis que acompasaba la mítica serie televisiva, entre fotogramas lumínicos de constelaciones estelares imaginarias, para que los jugadores del Sevilla vieran chiribitas mientras Orellana, Wass, Nolito y compañía hacían juegos malabares con el balón hasta el mismo corazón del área sevillista, ante los ojos atónitos de los 36.000 aficionados que acudieron a Nervión a ver otro tipo de espectáculo. Porque espectáculo sí que hubo, el que dio el Celta de Vigo. La plantilla de Berizzo no es de estrellas, pero sí forma un equipo. Además, traía la lección aprendida después de regalar su ventaja ante Las Palmas y, para más inri, nada más salir al campo, frente por frente, se encontró con la siguiente frase motivadora: Nervión no regala puntos. "Veremos", pensarían los otros.
En el descanso, los aficionados intentaban encontrar explicaciones a la implosión de las mismas estrellas que se llevaron las loas ante el Mönchengladbach. El tópico de que no refrescara el equipo Emery tenía cierta lógica, pero, ¿con cinco días por medio? La conclusión general daba este diagnóstico: en el fútbol actual, nadie gana andando. Toda la intensidad de Vitolo, Banega, Reyes, N'Zonzi, Krychowiak... de pronto se había convertido en el más insospechado absentismo laboral: huelga de piernas caídas.
Darle dos metros de ventaja al rival en Primera División es el introito del fracaso. Si el rival juega al fútbol como el Celta sólo queda que Nolito agradezca el espacio (interestelar) para hacer lo que mejor sabe, como coser y cantar. El resto fue cosa del orden de un rival con la lección aprendida, el calor, el cansancio físico y psicológico, el recurso fácil de buscar a Llorente por arriba, las conducciones a la nada de Konoplyanka... El diagnóstico definitivo lo da un aficionado que abandona su habitual fidelidad por la descreída socarronería. "Es el síndrome Champions de equipo pequeño". Polvo de estrellas. Como dijo Carl Sagan, que diría Sheldon Cooper.
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