Sevilla - rayo vallecano

Una infame 'nerviosera'

  • Obligado a apagar el piloto rojo y frenar el aumento de las distancias con sus rivales, el Sevilla comparece como colista en un ambiente crispado. Las bajas traen de nuevo en jaque a Emery.

Ni el más pesimista de esos aficionados del Sevilla que en verano se divertían jugando a entrenador y escribiendo en un papel su alineación preferida podía imaginar que su equipo se encontraría en la situación que vive en la sexta jornada de Liga. Ni el más pesimista, ni Monchi, quien, por su cargo, debía ponerse en todo y quien llegó a reconocer en la presentación de un futbolista que se le escapaba "una sonrisa" cuando hacía recuento y ponía uno a uno sobre el papel a los componentes de una plantilla ya catalogada como histórica en el Sánchez-Pizjuán.

Pero ni Monchi, ni Castro ni el propio Unai Emery, ahora mismo el único al que le compete sacar al equipo del embrollo en el que se ha metido por una y mil circunstancias, podían imaginar que el nerviosismo estaría instalado de esta manera en un club que tuvo razones para verse dando el salto definitivo a la élite europea. Eso tendrá que esperar porque, de momento, la primera tarea es empezar a recortar las enormes diferencias que en la tabla clasificatoria se han abierto entre el Sevilla y sus competidores naturales por los objetivos a los que ya obliga, repito el verbo, obliga, la millonaria inversión realizada en estrellas mundiales, renovaciones al alza, sueldos de club rico y poderoso y algún que otro pago por traspaso de considerables dimensiones.

Todo esto no tiene sustento si el Sevilla no vuelve a meterse en la fase de grupos de la Champions y eso en el club lo saben desde José María Cruz, quien más vela por los números, hasta el último utillero. Por eso, ser colista ahora adquiere la dimensión de situación límite, grave, alarmante... y todos los calificativos que se puedan añadir a lo que es la necesidad urgente de ganar, no ya para recortar los once o diez puntos que separan al Sevilla de los Villarreal, Celta o Atlético, sino para que esta diferencia ya escandalosamente amplia no se dispare más, pues ya se ha visto en los últimos años que el desequilibrio en la Liga ha llevado a los de arriba a fallar bien poquito.

Y puestas ya las cartas boca arriba de la situación extrema que se respira en Nervión, con dudas, recelos y hasta miradas de desconfianza incluso al entrenador que ha conquistado dos títulos europeos, llega el Rayo Vallecano dispuesto a hurgar más en la herida y aprovechar la ganancia que para pescadores brinda un río revuelto. Y las intenciones de los de Paco Jémez no entienden de lesiones, enfermedades poco comunes en deportistas de élite o molestias estomacales tan a la orden del día en el vestuario sevillista. Emery, entre lo que está disponible y lo que le inspira garantías -que ésa es otra- no tiene mucho donde escoger para esa obligación ineludible de iniciar el despegue y no parar ni para tomar impulso con un viaje a Turín al doblar la esquina nada más que pase el partido de hoy.

La afición quedó muy tocada por lo que vio ante el Celta en Nervión, particulatrmente en la primera parte, y recibió la puntilla a través de las imágenes de televisión en un extraño encuentro a merced en muchas fases del mismo de un recién ascendido como Las Palmas, así que hoy espera que le resuelvan todas esas dudas que no tenían cabida en un proyecto de equipo Champions.

El modelo de juego del Rayo impondrá, además, un partido distinto, que la campaña pasada se resolvió de manera favorable, pero que requiere concentración e intensidad y que nunca se sabe por dónde puede salir. Si Paco Jémez, con el refuerzo de confianza que dan dos victorias consecutivas, adelantará a su equipo para tratar de tomar el mando de la situación presionando bien arriba, el Sevilla deberá buscar como ya hizo en otra ocasión el enorme espacio que debe generarse entre el portero y los centrales visitantes. Por eso, será el día probablemente de Gameiro y no de Llorente (advertencia para quienes luego pongan el grito en el cielo) y de gente de velocidad para romper las líneas rivales. Atrás, tocar y tocar para animar al Rayo a salir incluso más de lo que tenía previsto y lanzamientos largos en los que Kolodziejczak deberá afinar su zurda para buscar el uno contra uno.

El Sevilla, otra vez con una defensa de circunstancias y con lo que Emery disponga, no puede fallar bajo ningún concepto porque supondría entrar en una situación de descalabro y realmente complicada antes de una semana muy dura con dos rivales de mucho fuste esperándolo: la Juventus el miércoles en una competición que es otra historia, y el Barcelona, ese rival al que todo el mungo golea (incluido el Sevilla), pero que nunca acaba doblando la rodilla frente a los de Emery ni cuando éstos le hacen encajar cuatro goles como en Tiflis. La situación es de alto voltaje, una pena, pero es así.

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