Champions League: Borussia Mönchengladbach - Sevilla · El otro partido

Serio palo al proyecto estelar

  • Triste adiós a la Champions por la perseverancia en los errores del curso: debilidad atrás e ineficacia arriba. Toca milagro el día de la Inmaculada.

Cuando el Sevilla tocó la gloria en Varsovia, con el doble premio de la Champions y el hermoso título de tetracampeón de la UEFA, la conclusión general es que este equipo necesitaba ya retos mayores. La ilusión se adueñó de un sevillismo que vibró con las llegadas de Konoplyanka y Llorente durante un verano de fichajes de relumbrón. Seis meses después, este mismo Sevilla ha recitado un tristísimo adiós a la anhelada Champions, con el consiguiente anticlímax de frustración. El globo se deshinchó donde empezó a inflarse el curso pasado y la credibilidad del proyecto estelar está bajo mínimos.

Muchos son los factores para que en sólo seis meses ese mismo Sevilla, que elogiaba y hasta esperaba Europa con interés y loas a su envidiada gestión, haya bajado la escalera de la decepción. El azúcar de la que tanto abominaba Joaquín Caparrós gripó el motor de un club que siempre apeló a la humildad para ir subiendo escaloncito a escaloncito. El atracón de títulos europeos produjo un empacho que deja una amarga resaca.

El entrenador está en el ojo del huracán. Es la lógica del fútbol y el primer factor de los muchos que interactúan en este gran paso atrás señala a la gestión de Unai Emery. Porque, a estas alturas, ni él mismo podrá esconder que no está sabiendo gestionar la plantilla más cara de la historia del Sevilla. Alguien, más de uno, en plena vorágine de fichajes, llegó a confundir, como el necio, valor con precio y se atrevió a decir que era la mejor plantilla de la historia del club. Error, si en un partido de tal trascendencia Emery debe tirar de futbolistas como Krohn-Dehli o N'Zonzi, sin ser capaz de cambiar su propio ideario.

Esa plantilla que tanto fervor concitó en verano adolecía desde un principio de una evidente falta de recursos en el eje del sistema defensivo. Con el más titular de los centrales varado desde abril, Pareja, las lesiones se fueron encargando de castigar ese lapsus de la planificación. Pero hay más, porque también era evidente la ausencia de un relevo para Krychowiak, obligado a jugarlo todo. Y Banega es el único que hila el juego de un Sevilla que sigue dependiendo en demasía de los arreones de sus jugadores exteriores, ora Vitolo, ora Konoplyanka, ora Tremoulinas, ora Coke o Mariano, tanto monta, monta tanto.

El Sevilla corría el riesgo de ser un gigante con pies de barro desde el mismo momento en que se dejó seducir por el oropel. ¿Fichar a dos delanteros de relumbrón para un sistema de juego con un nueve? Y la competencia de Gameiro, Llorente -mucho más que un nueve como demostró ayer- e Immobile, a codazo limpio por ser ese privilegiado delantero, ha deparado en una inesperada falta de gol. La portería se les hace pequeña, en igual medida que el campo se les hace enorme a Krychowiak o a Rami ante cualquier arreón.

A la contemplación en la corona del área propia y la ineficacia en la misma cocina del área contraria, se unieron ayer la falta de reflejos de Emery para zamarrear el partido con los cambios. Sólo le queda invocar a la Inmaculada para ganar a la Juventus el día 8 y que el Mönchengladbach no venza en Manchester. Así, al menos, desandaría el camino para volver a su hábitat natural, la Liga Europa.

La segunda peor trayectoria en el máximo torneo

Tras la eliminación en la ronda previa a manos del Sporting de Braga en agosto de 2010, la actual es la peor trayectoria del Sevilla en el máximo torneo continental. En 1958 cayó en cuartos de final de la Copa de Europa ante el Madrid. En 2008 fue eliminado en octavos por el Fenerbahce y en esta misma ronda cayó ante el CSKA en 2010. En su quinta participación en el torneo de los torneos, el Sevilla se despidió en la fase previa por la puerta chica, después de toda la expectación que había levantado.

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