Athletic - Sevilla · El otro partido

Palabras y hechos delatores

  • La idea colectiva del fútbol de Sampaoli se constriñe a que Nasri tire del carro en una rotación condicionada por el estreno en casa de la Champions.

Perder en San Mamés se ha hecho habitual para el Sevilla en los últimos años y Jorge Sampaoli no ha podido cambiar ese sino. Bilbao no es cualquier plaza y el entrenador sevillista, que ha confesado que vivió su ambiente futbolístico en su estudio de la Liga años atrás, debería saberlo. Pero ya en la previa se descubrió señalando el partido del martes ante el Olympique de Lyon como un condicionante más que añadir "al rival y la cancha", amén del esfuerzo de su equipo en un partido también muy físico como fue el derbi. Todos esos factores impelieron a Sampaoli a realizar una rotación muy condicionada. Tanto que el resultado fue una derrota que destapa definitivamente las carencias que se estaban intuyendo.

Hay una que atañe directamente a la concepción del fútbol como una responsabilidad colectiva, algo de lo que siempre ha presumido Sampaoli. El técnico argentino no sólo está demostrando que también es mortal, que también prefiere a jugadores con la suficiente calidad individual como para cambiar el signo de un partido. No de otro modo se entiende que aún espere una llamada de Ben Arfa, con el que habló este verano para convencerlo de que se decantara por la oferta del Sevilla. En San Mamés, su plan de juego quedó al descubierto. Demasiado manoseo en zona defensiva, demasiado recurso al portero, en teoría para atraer al rival, para terminar dando un pelotazo a la nada. Contra ese plan fallido, quizá acreedor aún de la maduración necesaria para que cuaje como una idea bien consolidada, el único recurso fue Nasri. Pero el mediapunta francés, reconvertido en organizador, como una especie de Sosias de Banega, ya tuvo bastante con inventarse una de las escasas combinaciones con desborde en posiciones de ataque y con rematar él mismo a gol la jugada.

Los cambios que realizó Sampaoli entre el empate y el 2-1 del Athletic -primer gol de Balenziaga en la Liga, ahí es nada- no ayudaron a escoltar al francés del mejor modo para que su fútbol tuviese continuidad. Nasri clamaba en el desierto. Ni rastro del pretendido y anunciado fútbol total en la cancha del contrario, de la combinación automatizada, de la permuta de posiciones con el balón como referencia. La única referencia de este Sevilla que se vio en San Mamés respondía a un individuo, Nasri. El colectivo, entre rotaciones erróneas o excesivas y fallos en la planificación cada vez más obvios, aún es un bebé en pañales, aunque a esto también contribuye la circunstancial concentración de bajas en la zaga.

A Sampaoli lo destaparon sus palabras en la previa y los hechos de su fallida rotación. Es difícil asimilar que un equipo en crecimiento, "en fase de conocimiento" usando sus palabras para explicar el cambio brusco de estilo y de plantilla, no tenga una base definida en la sexta jornada de Liga. Al técnico sevillista se le adivinan más sus posibles onces por descartes, por la seguridad de que N'Zonzi, Vitolo, Franco Vázquez o Vietto no iban a ser titulares en San Mamés entre el derbi y la Champions, que por pistas reales de un plan bien definido. De momento, el plan es el manoseo atrás, la búsqueda de Nasri y la pelota parada. Poco más.

Aduriz, en todos los frentes de la polémica

Resulta curioso escuchar a algún gurú de la crónica futbolística nacional, de no disimulada debilidad por el Athletic, decir que Aduriz es un futbolista noble. La entrada a Pareja en el minuto 39, en un despeje del argentino al que ya no llegaba el delantero, era merecedora de amarilla. Hubiera significado su expulsión. Seis minutos antes le soltó un manotazo a Pareja que sólo mereció amarilla. Y por último encimó sin opción al balón a Sirigu para poner el anzuelo. El meta hizo el canelo y el árbitro picó. ¿Nobleza?

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