innovación

Albareros resuelve el problema de cómo yodar bien la sal

  • La firma gaditana, tras dos años de I+D junto a la UCA, logra la fórmula para obtener un producto que es homogéneo, no pierde el yodo con el tiempo y cumple la normativa

Una empresa de Cádiz ha logrado dar solución a uno de los talones de Aquiles del sector salinero. Tras años de búsqueda de la fórmula mágica con la que realizar una correcta yodación de aquélla, Albareros ha dado en el clavo. Gracias al trabajo conjunto con un grupo de investigación -el de Ingeniería Química y Tecnología de Alimentos- de la Universidad de Cádiz, esta compañía, radicada en Sanlúcar de Barrameda, ha sido capaz de encontrar la manera de que el yodo permanezca en la sal, independientemente de las condiciones ambientales que la envuelvan, y lo haga de forma homogénea, de modo que su concentración sea la exigida por la normativa: 60 miligramos de yodo por kilo de sal.

"Tras un año de estudio, descubrimos que el 90% de las sales yodadas del mercado incumple la normativa por exceso o por defecto", afirma Anselmo Díaz, fundador de Albareros junto a su esposa Belén Gómez. Consciente de la necesidad de obtener un método de yodación fiable, y después de trabajar 13 años en el sector, Díaz se lanzó a la aventura de crear su propia empresa.

Trabajaron durante año y medio con la Universidad de Cádiz en el desarrollo del procedimiento y, en 2012, se trasladaron a sus propias instalaciones en Sanlúcar de Barrameda. Con 1.800 metros cuadrados, la planta, que cuenta con las certificaciones de calidad ISO, BRC e IFS, está lista para fabricar 12.000 toneladas de sal yodada al año, aunque la producción del primer año ha rondado las 2.000. Hasta el momento, han invertido en el proyecto 700.000 euros, entre recursos propios y ayudas de la Agencia IDEA y el Ministerio de Industria. "Con poca inversión, unos 6.000 euros, podríamos triplicar la producción, hasta las 36.000 toneladas", avanza Díaz. La materia prima que someten a su proceso de yodación procede de la Bahía de Cádiz y de Portugal.

La fórmula de Albareros para fortificar la sal con yodo, lo que le reporta múltiples beneficios para la salud -ver texto superior-, es exclusiva y está patentada a nivel internacional, ya que la firma tiene ambiciosos planes de expansión. Sin ir más lejos, el 50% de su facturación en 2012 procedió de Irlanda, Estonia, Lituania y Puerto Rico, los primeros países donde ha exportado su producto mediante acuerdos con fabricantes a los que les hace la marca blanca. De cara al medio plazo, Rusia y EEUU están en su punto de mira.

En España, la comercialización se realiza mediante su propia marca, Comensal, y a través de dos canales: grandes y medianas superficies, y farmacias y parafarmacias. Para ello, ha desarrollado diferentes formatos: envases de un kilo para el primero y saleros para el segundo. La diferencia de precio entre esta sal yodada y la convencional puede rondar los 10 ó 20 céntimos por paquete. "Una familia de cuatro personas gasta en torno a cuatro paquetes de sal al año, con lo que sólo supondría un euro más en el coste anual de su compra, algo prácticamente insignificante", subraya Díaz. De momento, el producto se vende en los Alcampo de Sanlúcar y Jerez, y a través de cooperativas farmacéuticas de Andalucía (Xefar), Castilla-La Mancha (Cofarta) y La Rioja (Riofarco).

Albareros cuenta con una amplia gama de productos: sal yodada fina, gruesa, fluorada, baja en sodio, enriquecida con calcio... que la han hecho merecedora de varios reconocimientos. En la feria Gulfood de Dubai -celebrada el pasado mes de febrero- lograron el galardón al Mejor nuevo alimento/bebida saludable por su sal dietética yodada, entre más de 50.000 marcas aspirantes, y la semana pasada logró ser finalista del premio Emprendedor XXI en Andalucía, impulsado por La Caixa y Enisa.

La empresa gaditana emplea ya a seis personas y sus planes pasan por llegar a las ocho el año que viene y a las 10 en 2015. Su facturación alcanzó los 250.000 euros el ejercicio pasado y éste prevé alcanzar los 400.000. Los fundadores de la compañía insisten en que "las administraciones deberían controlar el fraude al consumidor que supone que las otras marcas del mercado no realicen correctamente la yodación y ofrezcan productos sin garantías", subraya Belén Gómez. A su juicio, no basta con imponer sanciones, sino que deberían evitar que se comercializaran.

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