Paco Roca. Dibujante

"Nuestra mayor obsesión es atraer lectores ajenos al cómic"

  • Creció leyendo tebeos de 'Mortadelo y Filemón', 'Astérix', 'Tintín' y 'Blueberry', y un buen día, o tal vez desde el primer momento, decidió que esto era la suyo.

-En su vida habrá, ya para siempre, un antes y un después de Arrugas.

-A todos los niveles. En lo profesional, de repente pasé a estar en el mapa. Aunque llevaba mucho tiempo trabajando en esto, de repente todo el mundo pasó a prestar atención a lo que estaba haciendo. En lo personal también fue importante. Aunque también supone más responsabilidad, más autocrítica. Nunca dejas de tener miedo.

 

-A priori, el alzhéimer no parecía el tema indicado para un cómic.

 

-Mientras lo hacía, cuando lo comentaba, todos me miraban con cara extraña: ¿un cómic sobre la vejez?, ¿un cómic sobre el alzhéimer? Son temáticas poco tratadas, no sólo en el cómic, sino en cualquier medio. Fue una propuesta arriesgada, pero llegó en un buen momento. Posiblemente, de haberlo realizado unos años antes habría pasado desapercibido. 

 

-En vez de un obstáculo, el tema acabó siendo un aliciente.

-Los autores de cómics estamos obsesionados con atraer a lectores ajenos al género. Gracias al tema, Arrugas alcanzó a estos lectores que digo, y tuvo una gran cobertura mediática. Otros trabajos míos, que carecían de cuanto podían convertirlos en titulares de periódicos, luego no han tenido tanta cobertura.

 

-¿A qué altura está el largometraje basado en Arrugas?

-Prácticamente está terminado, y lo que he ido viendo me ha dejado muy satisfecho. Es muy gratificante que un proyecto tuyo, un proyecto íntimo, se convierta en el de toda la gente que está implicada en la película. 

 

-¿Cuál ha sido su contribución?

-He intentado estar dentro todo cuanto he podido, aunque me ha venido bien cierta distancia para seguir adelante con otros proyectos. He colaborado principalmente en el desarrollo del guión. Mi labor ha consistido en lanzar balones; Ignacio Ferreras [el director] cogía unos y rechazaba otros.

 

-Premio Nacional del Cómic, premios a mogollón en el Salón del Cómic de Barcelona, ¡usted ha acabado siendo "profeta en su tierra"!

 

-Pues sí. Estuve algunos años en que todo lo que hacía salía en Francia, pero no aquí, lo cual era frustrante. Yo creo que el sueño de todo autor es triunfar en su tierra, y en mi caso se ha cumplido. 

-Pero no siempre ha sido así.

-En general, he tenido bastante suerte, no he conocido grandes rechazos. Quizás al principio, en alguna revista como El Víbora, porque mis trabajos no encajaban en su línea editorial. Ha habido un poco de todo, pero no grandes incomprensiones, al contrario. La Cúpula me cedió los derechos de edición al extranjero de El juego lúgubre sin ningún problema; esto me abrió a un mercado internacional y me demostró que podía vivirse del cómic.

 

-El éxito de Arrugas propició la reedición de álbumes anteriores, como El faro... 

-Cuando salió El faro, el mercado no estaba preparado para cómics autoconclusivos, lo que hoy llamamos novela gráfica. Fíjate, la primera tirada de El faro no llegaba a dos mil ejemplares y cuando recibí el Premio Nacional aún no se habían agotado. Tras el premio, se hizo otra edición que se agotó de inmediato. En pocos meses vendió más que en varios años. El juego lúgubre ha corrido una suerte parecida. 

 

-Las calles de arena, en cambio, no tuvo la repercusión que se merecía.

-No sé si se lo merecía o no, pero efectivamente no llegó a salir de los círculos del cómic. Sé de mucha gente que regaló Arrugas a sus madres, familiares o personas que no leían habitualmente cómics, y esos lectores conectaron con el libro. Con Las calles de arena no ha sucedido esto. Me he encontrado en los lugares más insospechados gente que ha leído o recibido como regalo Arrugas; con Las calles de arena, quizás por ser más críptico, no.

 

-En Las calles de arena aparece un tema recurrente: la fantasía como "vía de escape" de la realidad.

-Lo que tal vez una entre sí mis historias son esas escapadas a mundos de ficción. Verás, no tengo firmes convicciones, sea políticas sea religiosas; de tenerlas, mis personajes quizás huyeran hacia una ideología o hacia una creencia, pero no las tengo. Al final, mis obras son el fruto de una persona un poco perdida. 

 

-¿Por qué deberíamos darle a leer tebeos a un niño?

 

-Es más que evidente. El dibujo lo tenemos presente desde que nacemos; antes de aprender a leer, el niño aprende a dibujar. Antes de la escritura, el hombre prehistórico se comunicaba con dibujos. Will Eisner comentaba que, durante la II Guerra Mundial, el Ejército norteamericano arrojó armas en varias islas del Pacífico y unos simples cómics explicando a los indígenas cómo se montaban. No necesitaron más. Es el poder de la imagen.

 

-¿Y por qué deberíamos dárselos a un adulto?

 

-Porque en ellos puede encontrar cualquier tema que le interese. 

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