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La indumentaria de los políticos La importancia de la imagen en el mensaje

Los expertos consideran que la vestimenta es un refuerzo iconográfico de aquello que pretendes transmitir y por lo tanto refuerza o debilita la eficacia del discurso

Carmen Planelles / Madrid

18 de enero 2009 - 05:05

Carme Chacón con esmoquin en la Pascua Militar, el look de Esperanza Aguirre a su regreso a España tras el atentado de Bombay, la chompa de Evo Morales, los calcetines con tomates del presidente del Banco Mundial Paul Wolfowitz o la glamourosa fotografía de Soraya Sáenz de Santamaría en la portada de un diario son imágenes que hablan por sí solas. De forma intencionada o no.

Han pasado tres décadas y aún permanecen en nuestra retina, y los expertos en comunicación política lo siguen recordando, los trajes de pana de Felipe González, la famosa chupa de cuero de Trinidad Jiménez y, recientemente, el impacto del No a la guerra en miles de solapas.

Hace tan sólo unos días, el 6 de enero, el atuendo elegido por la ministra de Defensa para la Pascua Militar no dejó indiferente a nadie. Hay quienes piensan que se saltó el protocolo al utilizar un esmoquin en lugar del traje largo exigido, y otros que, por el contrario, creen que dio una imagen de sobriedad y modernidad.

¿Son conscientes los personajes públicos de la fuerza del atuendo? El historiador Francisco de Sousa Congosto, autor del libro Introducción a la Historia de la Indumentaria en España, sitúa en el Renacimiento los primeros signos claros de comunicación a través de la vestimenta.

"Un símbolo distintivo del poder político en el siglo XVI fue la elección del color negro para transmitir la austeridad, seriedad y rigor asociados con el reinado de Felipe II", explica a Efe Francisco de Sousa.

Valores que también se reflejaron en la evolución de los cuellos, de la complicación de las "lechuguillas" a principios del siglo XVII a la sencillez de las "golillas" (paños de seda, batista o lienzo), que se prodigaron años más tarde, hasta principios del XVIII.

Los expertos en Comunicación Política coinciden en que la imagen no verbal y el mensaje forman parte de un todo: la imagen. Dos componentes inseparables porque un personaje público no puede vivir sólo de apariencia o de gestos, ni de discursos. "Disociar lo que se dice de cómo se dice sería como separar el hidrógeno del oxígeno y pretender que siga habiendo agua", explica Luis Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública. "Mi experiencia es que no hay decisiones excesivamente complejas respecto a la vestimenta. Es una parte muy menor de nuestro trabajo habitual, y de hecho un asesor de imagen es más un asesor de mensaje que de aspecto físico", explica.

Arroyo, coautor del libro Los cien errores de la comunicación, defiende que "para ser líder es imprescindible un buen mensaje", porque si no "podría ser candidato cualquier miss o míster Universo. Por el contrario dirigentes como Ghandi, Roosevelt o Arafat no hubieron podido llegar a las responsabilidades que tuvieron".

"Asistimos a la fascinación por Obama. Su campaña para alcanzar la presidencia de EEUU ha sido impecable en cuanto a la comunicación. Se le ve guapo y elegante... pero detrás de un porte estupendo, hay un material increíble. No hay más que leer el libro que escribió hace seis años sobre su padre".

Jorge Rábago, director de Telegenia del PP, recuerda el caso de un político, al que prefiere no identificar, que en los años ochenta se presentó en un pueblo a dar un mitin envuelto en signos ostentosos y haciendo alarde de riqueza, para hablar a continuación de las miserias del paro. "Puede ocurrir -dice a Efe- que, como en este caso, una imagen inadecuada se cargue un mensaje".

"La vestimenta es un refuerzo iconográfico de aquello que pretendes transmitir, pero si el atuendo, el lenguaje no verbal, no se ajusta al discurso, se provoca un rechazo en el auditorio, una disonancia", dice Rábago

La gira mundial que Evo Morales hizo con su chompa, un jersey clásico del pueblo boliviano, tras ser elegido presidente de su país, llevaba un mensaje en sí mismo: "Soy uno de vosotros", explica Rábago.

También recuerda el traje de pana de Felipe González. "En aquellos años era un atuendo recio, duradero, campechano... y González lo utilizó para reforzar ese mensaje. Aunque se lo quitó pronto", afirma.

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