El impacto económico: posibles efectos evaporados

Reportaje

El análisis del impacto que tuvo la muestra en Sevilla y en Andalucía ofrece un muestrario de luces y de sombras.

Panorámica del telecabina en la Isla de la Cartuja.
Panorámica del telecabina en la Isla de la Cartuja.
C. Navarro / M. J. Guzmán

19 de abril 2012 - 18:00

Cabe preguntarse qué queda de la Expo veinte años después. ¿Fue tan trascendente la muestra o se han evaporado los efectos? María del Pópulo de Pablo-Romero, profesora de la Universidad de Sevilla, realizó su tesis doctoral sobre este asunto, un estudio titulado La Exposición Universal de Sevilla: Efectos sobre el crecimiento económico andaluz. Hoy tiene respuestas actualizadas a una pregunta clave: “El impacto de la Expo sobre la población de Sevilla fue enorme. En pocos años se transformó la ciudad, y se urbanizó una zona que los sevillanos prácticamente no conocíamos. La Isla de la Cartuja apareció detrás de las antiguas vías del tren. Pero la Expo acabó. Y a la población le ha costado asumir que tras ese plan de inversiones sólo quedaba lo que sus ciudadanos supiéramos hacer. Nos refugiamos durante años en la posibilidad de celebrar unos Juegos Olímpicos en la ciudad. Como si viéramos que el crecimiento y el progreso nos tienen que venir de fuera. Y por esto –añade– sus efectos se evaporan. O más bien lo que se evaporan son sus potenciales efectos. Aquello que pensábamos que podíamos alcanzar: una ciudad moderna, de primer nivel, competitiva, con importantes empresas, de alta competitividad”.

La doctora De Pablo-Romero ve luces y sombras en el aprovechamiento que hizo la ciudad de la muestra: “En el ámbito de Sevilla, el incremento en las dotaciones de infraestructuras fue el elemento fundamental. No sólo por la cuantía de las mismas, sino porque permitió reorganizar u ordenar el mapa de la ciudad con varias rondas interiores, múltiples puentes sobre el río y eliminar las barreras que se originaban como consecuencia del paso de las vías ferroviarias por medio de la ciudad. Quizás un punto que no se supo abordar adecuadamente fue la circunvalación a Sevilla. Fue diseñada –dice– con pocos carriles por vía. Además, incorporaba el puente del Quinto Centenario, que si bien tiene de positivo que permite la navegabilidad sin necesidad de que éste se abra, también tiene escasos carriles. En este caso es aún más grave, ya que a este problema se añade la dificultad de los vehículos pesados de subir su pendiente. Lo que retarda el tráfico. Asimismo, esta circunvalación no era completa, ya que en su vertiente norte pasa por la propia ciudad, con cruces y semáforos. Esto limita su funcionalidad”.

Y veinte años después, también analiza el efecto en Andalucía: “El incremento de estas infraestructuras no fue, sin embargo, suficiente para alcanzar niveles adecuados de dotación. Se centraron, como era lógico, sobre el lado Oeste de la región, con el fin de facilitar el acceso a la ciudad de Sevilla. Sin embargo, no resolvió de forma adecuada el acceso por toda la Costa del Sol. Las posteriores inversiones han ido dotando de mayores infraestructuras a las zonas andaluzas que no se vieron inmersas en ese proceso inversor. Este hecho –precisa– ha motivado muchas presiones por el resto de las comarcas andaluzas, que ha provocado que la zona Oeste haya quedado muchas veces en el olvido, no aprovechándose adecuadamente la oportunidad de ir mejorando la red. De modo que las ventajas adquiridas han desaparecido. Y ahora tenemos varios e importantes problemas de tráfico en la zona”.

El presente de la propia Isla de la Cartuja no es el idóneo, según la doctora De Pablo-Romero. No se ajusta a lo planificado: el recinto de la Cartuja era en 1992 una zona de alta cualificación tecnológica, preparada para albergar empresas de alto nivel tecnológico. Sin embargo, el proyecto inicial de hacer de ella un parque tecnológico fracasó. Quizás en este sentido quepa decir que de nuevo Sevilla quedó a la espera de que empresas extranjeras se instalaran y le resolvieran el problema. Y, sin embargo, esto no sucedió. En este sentido, creo que no se confió en las empresas locales, o en los centros de investigación locales, o en sus organizaciones empresariales para que unieran esfuerzos, para mejorar y competir en aquellas actividades de las que Sevilla tenía ya conocimiento o un cierto bagaje. ¿Por qué confiar en los de fuera y no apoyar a los locales? Quizás por este motivo, la Isla de la Cartuja se ha ido llenando de actividad cuando las empresas de Sevilla y sus instituciones se han ido localizando en ella. Eso sí, perdiendo tiempo y un enfoque integrador que permitiera que trabajaran todas en unas líneas comunes de progresos y competitividad”.

En cifras

183.733 millones de pesetas fue el presupuesto final de la Expo, después de sucesivas ampliaciones desde los 70.000 millones: la mayor partida, 102.160 millones de pesetas correspondió a inversiones directas, y más de 44.000 millones fueron para gasto corrientes.

250.000 millones de pesetas en infraestructuras fue la inversión que recibió la Expo, unos 120.000 de la mano de las Administraciones, sin contar con medio billón más destinado exclusivamente al AVE.

42 millones de visitas recibió la muestra, que disparó todas las previsiones. Cada día se recibió a una media de 237.000 personas, más del 12% de los visitantes fueron sevillanos que contribuyeron a que la de Sevilla fuese, hasta la fecha, la quinta Exposición más visitada de la historia.

16 espacios escénicos se abrieron para acoger a 30.000 representaciones en las que participaron 20.000 artistas internacionales; además, más de 30.000 colaboraron con los pasacalles y desfiles.

6.500 obras de arte, procedentes de 677 instituciones, se reunieron en los pabellones de la Expo, donde se pudieron contemplar más de 650 piezas de las culturas más ancestrales de los cinco continentes.

19 pabellones fueron los únicos dispuestos a integrarse en el proyecto de futuro, Cartuja 93, tras concluir la muestra. Muchos fueron demolidos y otros tanto intentaron su venta.

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