Cultura

Cantar es amar

  • La mezzosoprano Pilar Vázquez y la pianista Elisa Rapado publican su primer disco juntas, 'No hay cantar sin amor', un paseo por canciones de cámara de Wagner, Mahler y Granados.

NO HAY CANTAR SIN AMOR. Pilar Vázquez, mezzo; Elisa Rapado, piano. Stone Records.

Tierra de cantantes líricos de amplio reconocimiento internacional, no fue nunca España terreno propicio para los intérpretes de lied, ese refinado universo de la canción de cámara centroeuropea que cuenta con fervorosos seguidores en todo el mundo. Aunque con excepciones (algunas gloriosas, piensen en Victoria de los Ángeles), ni los cantantes españoles ni el público parecieron apreciar demasiado el extraordinario repertorio del género, acaso porque los ciclos de conciertos que se le dedican tampoco sean muchos, lo que provoca la realimentación negativa del proceso. Nada de eso ha impedido que dos jóvenes nacidas en el histórico reino de León decidieran formar pareja artística estable hace ya ocho años para volcarse en desentrañar los mil recovecos expresivos y musicales que grandes maestros como Mahler, Wagner, Schubert, Wolf o Schumann reservaron para sus canciones. Que Pilar Vázquez y Elisa Rapado se lo tomaron muy en serio da cuenta este su primer CD, que ha publicado el sello británico Stone Records y en el que se atreven nada menos que con los Wesendock Lieder de Wagner, los Rückertlieder de Mahler y una selección de las Tonadillas de Granados.

"Era el camino lógico", explica Elisa Rapado, "porque empezamos a trabajar justo por el lied. A Pilar se la relaciona con la música de Wagner, y al principio me costó algo convencerla de que debajo de esa cantante de ópera de voz grande y esplendorosa había una recitalista impresionante". "A mí me gustaba mucho el repertorio, pero me habían dicho que mi voz no era adecuada para el género", tercia su compañera, "que las voces idóneas para el lied eran más pequeñas, recogidas, de salón. Y resultó que no era verdad". Como reconocida wagneriana empezar por el compositor de Parsifal parecía razonable: "Teníamos que lanzarnos, marcar nuestro terreno, resultar impactantes desde el principio. Pero además las dos éramos unas locas mahlerianas, que en algún momento llegamos a pensar que Mahler no se nos daba mal del todo pero acaso no era para tanto, y entonces auténticas personalidades mundiales en el piano acompañante como Wolfram Rieger o Graham Johnson vinieron a decirnos que en realidad nuestro Mahler era excepcional, así que cómo no incluirlo también en el disco de presentación. Finalmente, el sello quería algo de repertorio español, y la elección fue sencilla porque Granados es el más mahleriano y wagneriano de nuestros músicos", explica la inquieta pianista.

La ordenación cronológica del repertorio la justifica Vázquez: "Mahler y Granados son coetáneos y debían ir juntos, y Wagner está antes que todo eso. Hay algo de Wagner en Mahler por supuesto, pero lo que nos interesaba también era que ofrecen dos puntos de vista diferentes sobre la temática del amor", argumenta. "Mahler es más erótico y Wagner más filosófico, y luego los separa casi medio siglo: Wagner está haciendo su revolución armónica en los años 50 del siglo XIX, y Mahler a principios del siglo XX está metido ya en el proceso final de disolución de la tonalidad. En cuanto a Granados, es el drama, la renuncia, la pérdida", añade Rapado. "De hecho, el disco en principio se iba a titular Amor, muerte y eternidad. Wagner es el amor, Granados, la muerte y Mahler, la eternidad. A Granados se lo ha cantado mucho en tesituras altas, transportando los graves. Pilar lo canta en su tesitura original, lo que le da un carácter mucho más dramático a estas canciones". "A veces me dicen que cantando Granados se me escapa la vena valquiria, pero en realidad cuando lo canto procuro aplicar otro estilo, mi parte de cantante y temperamento españoles, que también tengo".

El dúo ensaya todos los días, salvo cuando la cantante tiene alguna ópera, pero su esfuerzo no parece verse del todo recompensado en el medio español, que no es el más idóneo para intérpretes de lied. "Si un programador puede contar con Ian Bostridge o Graham Johnson, por qué va a contratarnos a nosotras. Y si alguien quiere hacer algo más local, a pequeña escala, para tratar de enganchar público, igual tampoco piensa en nosotras. Estamos así un poco en tierra de nadie", comenta la pianista zamorana. "De hecho nos valoran más cuando salimos de España", añade su compañera, quien piensa que el hecho de que no sea fácil ver a cantantes españoles dedicados con convicción al lied tiene que ver "con cierto desconocimiento y también con el esfuerzo que implica meterse en este repertorio. Cuando empecé, aparte el trabajo musical, tuve que aprender el idioma y hacer un esfuerzo de introspección notable en los textos". Elisa Rapado piensa que "en España el cantante es educado básicamente en el repertorio de la ópera italiana. Pero el lied tiene su propia tradición, su musicalidad específica, llena de sutilezas, de detalles, que exige un gran esfuerzo introspectivo".

Poesía y música van de la mano en este repertorio, pues como dice la cantante, "la música bien escrita te ayuda a expresar bien el texto", pero a la vez, "una palabra bien pensada será mejor cantada". La vida, que tantas veces se trama con el arte, juega también su papel: "Con el contexto correcto y la intensidad emocional que precisa cada canción puedes pensar que lo tienes todo, pero en realidad tu experiencia personal, diaria, influye mucho en el resultado final de lo que hacemos. Las obras se transforman a medida que pasa el tiempo, y nuestra interpretación va cambiando con ello".

Proyectos, muchos, también de otros discos, aún por definir. Y en su repertorio, la incorporación paulatina de la mélodie francesa. "Me encanta Poulenc", comenta la mezzo leonesa. "Cuando transmites ya una seriedad en el repertorio alemán no puedes hacer el francés de cualquier modo; tenemos que estar a la altura de las expectativas, así que iremos poco a poco", añade su compañera. Por la trayectoria y la calidad de su trabajo, quizás a no tardar mucho esta maja wagneriana y su fiel acompañante acaben también muy pronto convertidas en musas del siempre exquisito parnaso francés.

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