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Adioses entre las flores

'Noches en los Jardines del Alcázar'. Programa: Canciones de G. Fauré, I. Albéniz, C. Debussy y M. de Falla. Soprano: Cecilia Lavilla. Piano: Miguel Ituarte. Fecha: Viernes 24 de agosto. Aforo: Lleno.

Culminó el viernes el imprescindible ciclo del Alcázar, una auténtica brisa de frescor sonoro en el largo desierto musical sevillano del estío y que el el Patronato debería seguir manteniendo. Un año más, por añadidura, la productora Actidea ha conseguido hilar con escaso presupuesto una oferta de elevada calidad y como muestra sirva este final de ciclo, con tres soberbios conciertos a cargo de Francisco Bernier, Rocio de Frutos con Musica Ficta y este maravillloso engarce final con Cecilia Lavilla y Miguel Ituarte.

A raíz de su anterior recital (5 de julio, con Gerardo Arriaga a la guitarra barroca) hablábamos aquí de la versatilidad y la inquietud artística de Cecilia Lavilla. Nada mejor para probar nuestras palabras que su capacidad para pasar del repertorio barroco español al de la canción impresionista, con igual profundización estilística e idéntica entrega expresiva en ambos terrenos. Fue el suyo un recital exigente, intenso y sin concesiones, con más de 25 canciones seguidas en poco más de una hora. Y no eran canciones cualquiera, sino refinadísimas y difíciles creaciones que exigen un elevadisimo nivel de concentración y de instrospección, como en las seis canciones inglesas de Albéniz, en las que la línea vocal es a menudo casi un parlato pero que exigen una gran flexibilidad acentual y en el control de la emisión, algo que la soprano consiguió en grado supremo mediante la dosificación de las dinámicas y desplegando un rico muestrario de medias voces. Los pianissimi fueron simpre limpios y nítidos; la afinación, tan basculante y creativa en las canciones de Debussy, fue la exacta en cada momento; y el agudo sonó con gran definición, liberado y brillante como pocas veces se lo hemos escuchado. Como colofón, quedó en el aire de la noche una de las más conmovedoras versiones de la Nana de Falla que recordamos.

No cabe hablar de acompañamiento cuando nos referimos a Miguel Ituarte; su dominio del piano es impresionante, tanto en el uso del pedal (magnífico en Mandoline) como en el sentido del color y de la claridad, de lo que son pruebas unas canciones de Albéniz en las que a menudo es el piano quien adquiere protagonismo desde la sombra.

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