Benedicte Palko. Pianista y directora del Festival Turina

"A veces me siento como si organizara un concurso de esquí en el Sahara"

  • Del 9 al 15 de septiembre se celebrará en Sevilla la IV edición del Festival Internacional de Música de Cámara Joaquín Turina, un certamen que subsiste gracias al micromecenazgo.

En septiembre se cumplirán once años desde que la pianista noruega Benedicte Palko (Stavanger, 1972) estableciera su residencia en Sevilla, y aquí sigue, empeñada en luchar contra todo y contra todos por sacar adelante su proyecto de festival bienal de música de cámara, que celebrará en unas semanas una cuarta edición salvada gracias al apoyo de particulares y pequeñas empresas. "Las dos primeras ediciones tuvieron apoyo público. Para la tercera, en 2011, el Ayuntamiento aún puso 25.000 euros. Pero para esta, cero. Cero absoluto."

-¿La respuesta de las empresas a las que se ha dirigido ha sido la esperada?

-Es la primera vez que contacto con muchas de ellas y sé que tengo que demostrar lo que puede hacer el Festival a cambio de su ayuda. Para muchos de los empresarios todo es nuevo. Han captado la idea y se lanzan porque les parece un proyecto bonito. Pero en el fondo este año es como volver a hacer el primer festival, totalmente desde cero. Estamos creando una red de contactos, patrocinadores, amigos y mecenas desde cero. Soy consciente de que ellos han puesto su logo y su dinero en este proyecto y quieren ver que lo que yo les he contado es verdad. Cuando vean la repercusión del Festival, el nivel de los conciertos, la presencia y reacciones del público… cuando puedan verlo y vivirlo, podré negociar de otra manera.

-Por sus palabras intuyo que no ha sido fácil.

-Por alguna razón, la cultura y la formación sufren mucho en este país y creo que eso se refleja en todo. Yo no lo entiendo muy bien. Soy noruega y en mi país se invierte mucho en formación; he estudiado en EEUU, y allí se invierte muchísimo en cultura y en formación. Aquí la realidad es diferente y a veces resulta frustrante. Ir dando pequeñitos pasos, con 15, 25, 500 euros es una lucha que nunca acaba y que te quema. Pero entiendo que para abrir camino no puedo esperar que te lo den todo la primera vez. Nuestro objetivo es conseguir la máxima difusión del Festival, tanto para el público como para las empresas, e ir construyendo algo que es aún muy nuevo. Por eso, estoy muy contenta con todo lo que hemos conseguido, pero a la vez estoy agotada, es durísimo, llevo catorce meses sin descanso. Si pudiera tener asegurada la financiación medio año antes como mínimo, el Festival podría venderse en Fitur, en Turismo de Sevilla, podría tener contratos cerrados, viajes cerrados; estoy comprando todavía viajes, perdiendo dinero porque no puedo hacerlo con antelación.

-Tienen problemas también para financiar al lutier.

-Sí. Aún no hemos conseguido dinero para nuestro lutier. Nos faltan 1400 euros. Es muy interesante que haya empresas que nos paguen el alquiler de las partituras. Y no sé si habría alguna empresa de construcción, de arquitectura o de artesanía, empresas que se mueven en un área de actividad parecida, a la que pudiera interesarle el patrocinio concreto de esta tarea, que para nosotros es muy importante.

-Por su experiencia, ¿tiene futuro este modelo de micromecenazgo?

-Es muy duro. Tener que luchar diariamente en las redes sociales, en la prensa, es demasiado complicado. Por eso, lo que me gustaría es desarrollar el apoyo diario del público a través del grupo de amigos. Ir construyendo un capital a lo largo de todo el año. Yo preferiría haber lanzado el proyecto y mirarlo desde fuera, retirarme. Es lo que me gustaría hacer. Pero también entiendo que al ser tan visibles en la lucha diaria estamos enseñando a la gente y a las empresas el trabajo y el dinero que cuesta crear un proyecto cultural desde la base. Estamos contribuyendo a abrir los ojos al público y a las empresas, que entiendan que esto no se hace así [con un chasquido de dedos].

-Se apoyan también en el voluntariado, que es una especie casi desconocida en los festivales por aquí.

-Si tengo que buscar patrocinio para contratar azafatas, el festival no existe. Así de simple. Mi país fue levantado desde la Guerra Mundial por voluntarios. Si hay que arreglar algo, los vecinos se organizan y se arregla. Si hay un festival y necesitas ayuda para recoger gente en el aeropuerto, vender entradas o lo que sea hay colas para ponerse la camiseta del festival y ayudar… En los festivales de EEUU ves a todos con la camiseta, orgullosos de ayudar y de participar. Es una cultura que para mí es natural y que aquí cuesta desarrollar: la gente no presta fácilmente lo suyo, tengo la sensación de que se mide muy bien cómo y qué se recibe. En mi ciudad natal, Stavanger, hay un festival de cámara con 200 voluntarios y aquí sobrevivimos con 10. Y no me quejo, porque funciona perfectamente. Tenemos un plan muy detallado y nos va muy bien.

-¿Por qué ese empeño en seguir con el festival en Sevilla pese a las dificultades?

-A veces me siento como si organizara un concurso de esquí en el Sahara. No me cuadra. Pero si yo voy a vivir aquí necesito tener un proyecto que me estimule. Aunque veo en mucha gente una actitud bastante acomodaticia. Si no me pagas el sueldo, no me muevo del sofá. El mundo no es así. Tenemos la obligación de contribuir, de crear, no solo de estudiar y sentarnos a esperar que nos llamen. Yo no puedo estar quieta. Si vivo aquí, tengo que contribuir aquí. Lo vi nada más llegar: Turina, Sevilla, música de cámara, todo está perfectamente unido y nadie lo ha tocado antes.

-Decide entonces crear un festival de música de cámara sobre bases poco habituales en España: la asociación de un grupo de músicos que se junta unos días para enseñar y dar conciertos.

-La música de cámara es mi pasión. Si tengo que elegir el sector del repertorio en el que quiero tocar, ese es el de la música de cámara, que puede hacerse con un grupo estable o puede hacerse juntando unos días a una serie de solistas, y en este segundo caso emergen cosas que no aparecen en un grupo estable. Mi trabajo consiste en mantener una cierta química y un cierto equilibrio entre los distintos perfiles musicales. Para cada edición del Festival viene un grupo de músicos diferente y tengo que asegurarme de que cubren todos los caracteres musicales posibles, pero también de que van bien juntos. Lo interesante para los músicos es poder encontrar en Sevilla colegas con los que a lo mejor nunca llegarían a cruzarse en su vida profesional. Esto genera una química muy especial. Además, lo que se toca en el concierto es algo que no se va a escuchar ni antes ni después, porque estas personas solo están juntas aquí. Eso es lo que a mí me mueve. Nunca sabes hacia dónde va la obra. Vienen músicos de tanta calidad que casi podrían tocar nada más llegar, pero lo interesante en cámara es que tú te puedes preparar solo, pero si tocas un quinteto, hay cuatro opiniones musicales más, y necesitas estar muy abierto para captarlas. La tensión que se genera en ese encuentro de voluntades es lo que busco. Para el público es además muy interesante poder ver durante varios conciertos a los mismos músicos, conocerlos en contextos diferentes, incluso en sus clases. Y para los invitados es muy agradable pasar unos días en Sevilla con artistas locales que los respetan y han tenido siempre ganas de colaborar con ellos. Pero en el calendario normal estos proyectos no existen, solo en un festival como este se puede conseguir algo así. Un cuarteto de cuerda estable que trabaja día y noche puede ofrecer una versión muy afinada y sutil de una obra; aquí el nivel de los músicos puede ser igual, pero la energía y la emoción que se produce al juntarse por unos días le añade un nervio que me gusta mucho.

-Este modelo afecta también al repertorio, al permitir combinaciones poco habituales.

-Exactamente. Necesito un grupo básico de cuerda y luego, por presupuesto, lo que pueda añadir. En esta edición tengo la gran suerte de que el Quinteto Ethos casi viene como uno. Esto me ha permitido hacer obras grandes, como el Sexteto de Dohnányi o el Septimino de Beethoven, que normalmente no se programan. Intento dar a cada artista un repertorio satisfactorio, que ellos sientan que pueden desarrollar todas sus capacidades. Miro los instrumentos con los que cuento para pensar en las obras y también en las obras que me gustaría programar para invitar a los músicos. Es una mezcla de las dos cosas.

-Eso da variedad a los conciertos. ¿Le interesa más eso que programar siguiendo líneas temáticas?

-Claro. Cada concierto resulta variado. No me interesa nada escoger un tema frío y ser muy estricto con esa línea concreta. Se trata de música, son emociones, es vida. Es importante por ello que las obras tengan calidad, que sean capaces de transmitir todo su potencial emotivo. No quiero obras sosas ni un hilo conductor rígido y frío. Los músicos son personas, seres humanos, que quieren expresarse, y trato de que lo hagan con las mejores obras que pueda ofrecerles en función de los músicos con los que cuente cada vez.

-Los cursos existen desde la primera edición, pero este año se incluye en la oferta un festival de jóvenes.

-Tengo desde siempre un gran interés por los jóvenes y la formación. Yo he recibido muchísimas becas que me han hecho posible acudir a cursos de verano en países diferentes. Pasé también dos años con una beca Fullbright en USA. Sé qué diferencia hace abrir puertas para los jóvenes, así que cuando elijo a los músicos tengo en cuenta su nivel artístico y su capacidad para hacer música de cámara, pero además tienen que mostrar interés por la formación. Una vez que tengo músicos con este perfil, traigo a jóvenes para que aprendan y vivan a su lado. Pero tú aprendes mucho cuando puedes tocar. Por eso en la orquesta de cuerdas del festival siempre participan dos o tres de los artistas invitados, tocando al lado de los jóvenes o como solistas. Este año he seleccionado además tres obras en las que habrá jóvenes que toquen junto a los maestros: el Septimino de Beethoven, el Quinteto de Brahms y el Sexteto de Françaix. Esta experiencia es impagable, y algo que puede abrir puertas o despejar el horizonte de un joven. Y además, como se han apuntado grupos de cámara ya estables para las clases, he creado el ciclo para jóvenes músicos dedicándoles tres conciertos. Cada grupo toca una obra, porque no hay tiempo para más, pero es algo que viene bien a su currículo: la experiencia de tocar en el Auditorio de Cajasol con público y el hecho de estar incluidos oficialmente en el Festival es una forma de ayudarlos.

-Ha conseguido que la ciudad de Stavanger financie con becas las clases.

-La tercera parte del presupuesto del Festival sale de las matrículas a las clases magistrales, que a lo mejor son un poco más altas de lo normal. Si lo comparas con el coste que supone traer a los profesores de fuera, el precio es ridículo, pero sé que para algunos puede ser una barrera, sobre todo en el momento de crisis actual. Busqué por eso la forma de encontrar dinero para solucionar esto. Se me ocurrió contactar con mi ciudad, donde hay mucho dinero por el petróleo y están muy abiertos a los intercambios, y a ellos les pareció bien el proyecto, que consiste en seleccionar a ocho alumnos de talento de Stavanger con los que montar un par de grupos de cámara para el curso de Sevilla y a cambio los sevillanos entrarían en esos cursos sin pagar matrícula. Así hemos conseguido reunir a 47 jóvenes para las clases magistrales. Hay también dos grupos de la OJA en el ciclo de jóvenes, con lo que en total son 53 jóvenes en contacto con el Festival. Todos los que han querido participar. En cualquier caso hay una cosa que no me resisto a comentar: buscando becarios mandamos mucha información a los conservatorios medios y al Superior, contactamos incluso directamente con muchos profesores, pero no hemos tenido una sola inscripción de un conservatorio sevillano de grado medio. Me parece sorprendente. No quiero pensar en las razones, pero consta que ha sido así. Creo que debería ser una obligación de todos los profesores transmitir esa información a los jóvenes. Porque, repito, nadie que lo ha solicitado se ha quedado fuera. No hay ni una sola puerta cerrada para los jóvenes en el Festival.

-Además de la habitual presencia de música de Turina, este año dedican un día a Bartók… ¿Cuáles son las líneas fundamentales de la programación?

-Hay un poco de todo. El Todo Bartók es un regalo para nosotros. Péter Nagy, que va a ser profesor de piano del Festival, va a grabar un disco en septiembre junto a la violinista Tanja Becker-Bender con toda la música de Bartók para violín y piano y van a hacer con eso el recital de apertura. Eso es un regalo, yo no podría pagarlo. Poder escuchar todas estas obras en un concierto es una oportunidad muy poco habitual en cualquier sitio. Esta edición es además especial por poder hacer obras con viento: viento y cuerda, viento y piano. Las Variations de Britten las he querido hacer siempre, pero requiere un nivel de cuerda muy alto y por suerte lo tengo este año gracias a los jóvenes que se han apuntado. Con el patrocinio de ELI lo hemos conseguido, porque el alquiler de la obra cuesta 550 euros y yo no los tengo. Pero es que la Rapsodia de Turina cuesta 350. Imagínese: un Festival Turina que no tiene dinero para tocar Turina. Luego, hay también dos obras muy especiales para mí: llevo dos años queriendo programar el Quinteto de cuerdas de Brahms, y el Sexteto de Dohnányi es impresionante, grande, romántico, y con viento, piano y cuerda, algo que no es habitual. Trato de que en cada concierto haya un equilibrio de emociones, no una planificación fría. Otra obra que también me ha parecido interesante programar porque creo que nunca ha sonado aquí es el Trío del armenio Babadjanian. Es fantástico. Y ahí los armenios Sofia [Melykian] y Mikayel [Hakhnazaryan] están en su mundo; los dos tienen mucha fuerza y una gran presencia.

-¿Habrá una quinta edición del Festival en 2015?

-Evidentemente el tema económico tiene que cambiar. Después de cuatro ediciones hemos demostrado el potencial que el Festival tiene. Pero no podemos desgastarnos tanto en la organización otra vez. Eso no significa que tire la toalla. El cuarto se va a celebrar. Después hay que empezar las negociaciones inmediatamente y ver qué respuesta encontramos. Llegar una vez más a agosto y andar todavía buscando dinero es algo que no voy a repetir; esto lo tengo muy claro. Si lo económico no está solucionado mínimo medio año o un año antes yo no repito, porque el desgaste es enorme y esta falta de equilibrio entre el trabajo de mucha gente, que lo hace de forma altruista, y la respuesta que se recibe no tiene sentido.

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