El espíritu de la música

Pablo J. Vayón

22 de agosto 2013 - 05:00

'XIV Noches en los Jardines del Real Alcázar'. Enrique Solinís (vihuela, guitarra barroca, guitarra romántica, guitarra eléctrica). Programa: 'El loco de la guitarra' (obras de Milán, Mudarra, Narváez, Sanz, Santa Cruz, Scarlatti, Haendel, Bach, Vivaldi…). Lugar: Jardines del Real Alcázar. Fecha: Martes 20 de agosto. Aforo: Tres cuartos de entrada.

La del bilbaíno Enrique Solinís es una de las personalidades más fascinantes de la actual música española. Dedicado fundamentalmente a colaborar con los más importantes grupos de música antigua del país, su carácter es en realidad el de un heterodoxo, el de un espíritu libre que, partiendo de una técnica y de un talento natural descomunales, sobrevuela cualquier repertorio que le pidan ajustándose con precisión a las necesidades de los conjuntos en los que se integra, pero mostrando siempre su individualidad, su temple particular como músico, que se desborda por completo en programas como el de ayer, este El loco de la guitarra que ya presentara en el Femàs hace años y que es un recorrido personalísimo por la historia del instrumento.

Pasando sucesivamente por la vihuela y por tres modelos de guitarra diferentes (barroca, romántica y eléctrica), Solinís ofrece con absoluta naturalidad una lección magistral de cómo crear en el momento mismo de la interpretación. No sólo es que prescinda del papel impreso (tan unido siempre a los músicos de formación clásica), sino que da la sensación de que va construyendo su recital sobre la marcha, a golpe de inspiración, por eso hasta se permite el lujo de interrumpir un Allegro de Bach para afinar un instrumento que se resistía y luego seguir adelante como si tal cosa. Para Solinís la única regla es la de la comunicación con el público, así que lo mismo da que la vihuela se convierta en un instrumento de rasgueo (Vacas de Narváez) como que una Sonata de Scarlatti se haga puro flamenco en la guitarra barroca. Al final, incluso recurrió al karaoke, cuando su guitarra eléctrica emuló al flautín de Vivaldi con una orquesta pregrabada de fondo. No resultó del todo, pero ya daba igual: en medio de un calor africano, el espíritu de la música revoloteó por el Alcázar durante la hora justa que duró su actuación.

stats