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Cultura

Ceremonia de la confusión

Solistas: Sophie Bevan (soprano), Catherine Wyn-Rogers (contralto), Moisés Marín (tenor) y Ashley Riches (bajo). Orquesta Sinfónica de Sevilla. Choir of the Enlightenment. Camerata Vocal Concertante. Coral Ángel Urcelay. Coro An die Musik. Coro de la Sociedad Musical de Sevilla. Coro de la Universidad de Huelva. Coro del Ateneo de Sevilla. Coro Manuel de Falla. Orfeón Portuense. Orfeón Virgen de la Escalera. Director: Robert Howarth. Fecha: Jueves, 18 de diciembre. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Casi lleno.

Año tras año venimos sosteniendo que este tipo de espectáculo musical denominado "Mesías participativo" corre el riesgo (y cae en él a menudo) de presentar un interés más social que puramente musical. Es decir, que tiene relativa razón de ser por el hecho de implicar a coros aficionados en un espectáculo de profesionales, con lo de ilusionante que puede suponer para los coralistas. Pero en sí, hablando en términos musicales, no ofrece al oyente habituado a los conciertos más que un interés muy relativo.

Si ya es de por sí complicado ajustar entradas, ataques y acústicas de conjuntos situados en el escenario y en las terrazas del teatro, lo es mucho más si quien se pone al frente de todo este circo sonoro no es más que un rudo batutero (sin batuta en este caso) incapaz de hacer que la reducida sección de cuerdas entre a tiempo una y otra vez. Y capaz de protagonizar lo que nunca he visto en un concierto: tener que parar (en el da capo de Rejoice) y volver a empezar ante el desbarajuste sonoro. Fueron, en fin, casi tres horas soporíferas de dirección lenta y anodina, sin un solo matiz expresivo, sin acentuaciones y sin una idea clara de lo que quería conseguir, con los coros participativos dejados a su suerte.

El Choir of the Enlightenment, claramente desequilibrado en las cuerdas graves, no pasó de la rutina, con el típico sonido blanquecino de los coros ingleses. Riches no se acerca ni de lejos al registro de bajo y es más bien un barítono corto. Ruda, de voz desagradable y gritona Wyn-Rogers, mientras que Marín sonó estrangulado y muy acornetado. Al menos Bevan puso una nota de delicadeza en el canto.

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