José Luis Estellés. Músico

"Una orquesta tiene un potencial infinito de interacción social, y se desaprovecha"

  • En compañía del finlandés Cuarteto Jousia, el clarinetista y director valenciano ha grabado para el sello Iberia los 'Quintetos con clarinete' de Mozart y Weber.

José Luis Estellés (Bétera, Valencia, 1964) es desde 1991 clarinete solista de la Orquesta Ciudad de Granada. En su triple faceta de clarinetista, director y profesor participa estos días en el Festival Joaquín Turina de Sevilla, al que vuelve tras un primer encuentro hace cuatro años. "Coincidí con Benedicte Palko en Musikene [Centro Superior de Música del País Vasco], donde los dos somos profesores. Esta vez me pidió, aparte de las clases y los conciertos como clarinetista, dirigir al menos una parte del recital de la banda que quería montar. Vi que era compatible y así lo haré". El resultado se verá hoy mismo en un concierto a las 13:00 en la Sala Joaquín Turina.

-Su faceta como director es menos conocida que la de clarinetista, ¿qué importancia le da?

-Empecé de forma muy natural. Siempre me había gustado y me dediqué a practicarla y estudiarla tanto con las orquestas jóvenes como con mi grupo de contemporánea Taima Granada. De ahí di el salto a orquestas profesionales y a trabajar fuera de España. Digamos que mi carrera de clarinetista es más evidente, pero llevo 14 o 15 años dirigiendo internacionalmente y tengo casi tantos discos grabados como director que como clarinetista. Dejo que mi faceta de director crezca de forma natural, porque no quiero dejar de tocar como tantos otros instrumentistas que tomaron la batuta. Se trata de elegir los proyectos que más te interesan.

-¿Qué le parece la fórmula del Festival Turina, acaso infrecuente en España?

-Este tipo de festivales son muy necesarios. Abundan en muchos países (Finlandia, Suiza, Estados Unidos...). Es motivador encontrarte durante una semana con gente que tiene circuitos profesionales a lo mejor muy distintos a los tuyos, pero un espíritu parecido. Hace que todo fluya con intensidad y espontaneidad. Es un aquí y ahora. Esa potencia de que algo está sucediendo se traslada al público. Es un festival que tiene ese componente de música entre amigos que es tan importante para la música de cámara, la más íntima y posiblemente la más poderosa que existe. El buen aficionado percibe de manera muy clara este poder de comunicación en la que no todo está previsto al milímetro.

-¿Por qué este programa para su primer disco con el sello granadino Iberia?

-Tengo muchos discos grabados, pero no tantos con las obras emblemáticas del clarinete. Toqué el Quinteto de Mozart con el Cuarteto Jousia el año pasado en Finlandia y la comunión fue total. Así que me pareció una ocasión estupenda para registrarlo. Un disco no es más que la plasmación de un momento. Y este cuarteto, que no es estable, se reúne por periodos, pero forman músicos de grandes conjuntos finlandeses y de otros países, me parece que tiene un nivel equiparable a cualquier grupo europeo de sus características.

-¿Y por qué el complemento de Weber?

-La otra opción emblemática era Brahms, pero ya lo tenía grabado. El Quinteto de Weber lo he hecho muchísimo, me divierte y puede considerarse realmente como la continuación del de Mozart. Weber le aporta a la forma un componente virtuosístico y operístico. Es casi un concierto escrito para una orquesta reducida (el cuarteto), y de hecho lo he tocado algunas veces con orquestas de cuerda y funciona muy bien. Mozart fue un genio en todos los géneros, pero realmente lo que a él le importaba era triunfar con sus óperas, y en Weber encuentro algo parecido. Der Freischütz y Oberon son desde luego el arranque de la ópera romántica alemana, pero hay algo más: las he escuchado mucho porque me sirven de inspiración para tocar su música, también los conciertos; a veces hay citas, pero también diálogos del soprano con el barítono o recitativos o pasajes cantables que son como arias. En esto también se parece mucho a Mozart. Y me gusta mucho descubrir estas líneas ocultas dentro de las obras. Tienes que tener un sonido muy cantábile para tocar a Weber, pero también sentido dramático. Saber cuándo aparece el drama es fundamental. Si no aparece te puede quedar una obra bonita, pero pierde todo este componente teatral del que saca su principal fuerza.

-Toca Mozart con un clarinete di bassetto.

-Desde que era estudiante en Londres he tocado siempre el Concierto de Mozart con el bassetto. Sobre el Quinteto hay evidencias de que podría haber sido escrito también para este instrumento, pero no está tan claro. Por desgracia han desaparecido casi todos los manuscritos que usó Stadler, el clarinetista para el que Mozart compuso las obras. Hay que atender al tipo de escritura y a otras obras que Mozart escribió en la época: por ejemplo, usó el bassetto en arias de sus óperas. Lo cierto es que para el Quinteto las notas graves que permite el bassetto apenas se usan, pero sirve para reforzar algunos contrastes idiomáticos y el timbre del instrumento me parece ideal.

-¿Está satisfecho con el resultado del registro?

-Mucho. El disco requiere un importante nivel de perfección técnica, pero también hay que tener capacidad de comunicar y con ese aspecto estoy especialmente satisfecho. Volví a escucharlo hace unos días con un amigo y tiene frescura. La parte de Mozart me pareció más reposado de lo que yo lo había sentido tocando, pero se aprecia la espontaneidad, por ejemplo en las ornamentaciones, que salieron así en ese momento, y eso me gusta mucho.

-Como miembro de la Orquesta Ciudad de Granada casi desde sus inicios y como director, ¿cómo ve la situación del sinfonismo español?

-Decir que en los últimos veinte años ha evolucionado muchísimo sería quedarse corto; lo ha hecho de manera exponencial, sobre todo en lo que se refiere al nivel de las interpretaciones, a la preparación técnica y musical. Pero esto no siempre ha ido de forma paralela al nivel de la gestión. El concepto de lo que una orquesta necesita como director artístico no está todavía suficientemente desarrollado con arreglo a las auténticas necesidades de los músicos y de las propias instituciones, aquello que se necesita para adquirir una presencia real en la sociedad y hacerle llegar la música. Demasiadas veces las orquestas apuestan por nombres, y lo que hace falta en realidad es un estudio muy profundo y actualizado de lo que significa hoy día una orquesta sinfónica, qué representa en el seno de una comunidad y acertar con las personas que pueden dotar a la institución de un programa en sentido artístico y social. Una orquesta tiene un potencial infinito de interacción social que está desaprovechado. No se trata de hacer trabajar más a los músicos, sino de desarrollar programaciones abiertas para públicos diversos y no olvidarse de que la tarea de formar público tiene que ser constante. Creo que a este respecto se ha mejorado mucho, pero veo igualmente algunas orquestas que se han quedado un poco atrás.

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