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Cultura

La escritura contra el dogma

  • Rafael Ballesteros publica 'Poesía 1990-2010' (ETC Libros), una revisión exhaustiva de veinte años de creación con edición a cargo de Juan José Lanz

Si a menudo las revisiones, reediciones y enmiendas parecen contrarias a la misma creación poética, y más aún a los intereses del poeta, el escritor malagueño Rafael Ballesteros (1938) se muestra poco temeroso ante estas cuestiones. Como prueba de ello, publica Poesía 1990-2010, compendio exhaustivo de lo escrito en tales décadas que acaba de poner en circulación el sello ETC Libros con el profesor de Literatura Española en la Universidad del País Vasco Juan José Lanz como responsable de la edición. Un envite que no es precisamente menor: si Ballesteros ha dedicado buena parte de su tiempo y de sus musas al teatro (hace dos años celebró en el Teatro Echegaray su último estreno, Contramansedumbre, dirigido por Juan Hurtado) y a la narrativa (su novela La muerte tiene la cara azul obtuvo en 2010 el Premio Andalucía de la Crítica), la poesía constituye en su oficio un pilar fundamental, una querencia sin paliativos desde que en 1966 publicara su primer libro, Desde dentro y desde fuera. Ahora, la poesía de Ballesteros se resuelve servida para los lectores más exigentes, con un jugoso aparato crítico y la posibilidad de advertir constantes impresas a lo largo de veinte años de andadura.

El volumen se articula a partir de los libros Testamenta (1992), De los poderosos (1996), Fernando de Rojas acostado sobre su propia mano (1999), Los dominios de la emoción (2003) y Nadando por el fuego (2007). Quedan exentas de esta empresa las cuatro partes de su monumental Jacinto, publicadas en 1997 y 2002, en parte porque el mismo Ballesteros trabaja actualmente en una segunda versión del conjunto con la intención de publicarla más adelante en un solo tomo. De cualquier forma, esta Poesía 1990-2010 significa la consecuente prolongación de Poesía 1969-1989, que vio la luz en 1995 en la colección Ciudad del Paraíso del Ayuntamiento de Málaga con la edición de José María Balcells; la nueva entrega permite comprobar hasta qué punto cristalizaron en la madurez las tentativas apuntadas en las refriegas previas, de manera ya natural, con la templanza y la firmeza que confiere la veteranía. Y en el caso de Ballesteros, estas tentativas se materializan en una toma de posición respecto a diversas tradiciones de la literatura española. Por derecho.

Según apunta en su estudio introductorio Juan José Lanz, y tal y como explica a este diarioel propio Rafael Ballesteros, "mi poesía puede situarse, de entrada, entre dos tradiciones: la primera yace entre la literatura renacentista de Fernando de Rojas y el conceptismo propio del Barroco, aunque me reconozco mucho más en el Renacimiento; y la segunda nace de la ruptura de la construcción del lenguaje que propició el postismo en el siglo pasado. No en vano, Gabino Alejandro Carriedo, uno de los pioneros del postismo, leyó mis primeros poemas y me ayudó mucho cuando él ya era un escritor más que consagrado". Entre todos estos afluentes, el río que es la poesía de Rafael Ballesteros "es principalmente tensión, indagación en todo lo que concierne al hombre. Dice Juan José Lanz, y con razón, que en mi escritura se revela un terror contra el dogma. Y sí, tiene razón, todo lo que escribo se refiere a esto en última instancia. Rechazo cualquier presunción dogmática. El dogma te aporta certezas, pero al mismo tiempo aniquila la imaginación. En mi poesía siempre he intentado hacer de la duda un modo de vida".

En cuanto al cultivo de otros géneros, Ballesteros distingue bien entre el poeta y el narrador: "He conseguido delimitar bien lo que hago en cada momento. Llegué a la narrativa tarde, cuando ya sabía que el mecanismo lingüístico es irremediablemente otro. La poesía es la construcción de un mundo en tensión, pero en el caso de la narrativa todo es más fluido, esa tensión se descompone en tiempo y espacio. Y aunque a veces no resulte sencillo mantener estas constantes, es bueno que así sea". Por ahora, su poesía regresa al papel para asaltar desde ahí la memoria: nunca está de más imitar a Fernando de Rojas en la denuncia de los prejuicios bien pensantes.

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