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Crítica de teatro

Hemorragia de placer

Priscilla reina del desierto. SOMProduce. Basado en la película del mismo título. Libreto: Stephan Elliott & Allan Scott. Adaptación y dirección: Miguel Antelo. Intérpretes: Mariano Peña, Jaime Zatarain, Christian Escuredo, Juan Carlos Martín, Silvia Parejo, Teresa Ferrer, Aminata Sow, Etheria Chan, Cristina Rueda, Juan Bey, Carlos Benito, Pablo Quero, José Navar, Albert Bolea, Joan Salas, Joaquín Fernández, José Antonio Torres, Paco Abarca, Noemí Gallego, Jaime Soriano, Toni Espinosa. Escenografía: Brian Thomson. Iluminación: Carlos Torijos. Orquestación: Stephan 'Spud' Murphy y Charlie Hull. Vestuario: Tim Chappel & Lizzy Gardiner. Lugar: Auditorio de Fibes. Fecha: Martes, 11 de octubre de 2016. Aforo: Completo. 

Con una emocionante, calurosa y entregada ovación a todo el elenco de Priscilla pero que, sin duda, pretendía homenajear al sevillano Mariano Peña, culminó la primera de las representaciones programadas en nuestra ciudad de esta comedia musical tras pasar dos años en Madrid y que recorre ahora el resto de España.

Basada en la película dirigida por Stephan Elliott en 1994 y que sirvió para descubrirnos a muchos que Australia, además de canguros, poseía una importantísima cultura drag-queen que se llegó a reflejar en las olimpiadas celebradas en Sidney en 2000.

La película relanzó a Terence Stamp y descubrió a Guy Pearce. La versión española de este musical cuenta con Mariano Peña que de un plumazo se ha quitado de encima al casposo personaje que encarnó en Aída metiéndose en la entrañable y algo gruñona Bernadette, una transexual madura, a la que Peña ha llenado de una insondable ternura de yaya matizada, cuando hace falta, de la virilidad que también le sobra. Su personaje llena de sentido común y cierta cordura la historia de estos tres amigos que recorren la Australia profunda en busca de encontrarse, cada uno, con su destino. Jaime Zatarain, que encarna a Tick, posee una impresionante voz y se mete en el papel, difícil, de un homosexual que tiene que enfrentarse consigo mismo para descubrir su paternidad.

Christian Escuredo está genial en su insoportable papel de niñato malcriado, de mariquita mala que juega con la ironía constante para volver locas a sus compañeros. Demuestra, como Zatarain estar dotado, de sobra, para la comedia musical. Entre los tres forman una familia de tres generaciones, una trans y dos homosexuales que, gracias a la magnífica selección de canciones que recorren las dos horas y media de espectáculo y que revisan lo mejor del pop y de la música disco  de los últimos veinte años convierten este musical en la versión gay del éxito y la sintonía que consiguió Mamma mia.

El derroche de imaginación en el vestuario de Tim Chappel y Lizzy Gardiner y la escenografía de Brian Thomson convierten a Priscilla en un musical de primera categoría que consigue que el público se entregue a él desde el primer segundo. El trabajo de todo el elenco, más de dieciocho personas, con un sinfín de cambios de vestuario y personajes demuestran una enorme versatilidad de todos sus componentes.

Pero aparte de la gran virtud de esta comedia, la de conseguir que los espectadores disfruten sin parar, Priscilla tiene el enorme interés de ser una reivindicación desde el primer minuto hasta el último sobre la libertad del ser humano. De la libertad para amar, de ser uno mismo y de la capacidad de no engañarse ni engañar a los demás.  Me gustó ver que, entre el público, había muchos jóvenes, incluso niños que acompañaban a sus padres y que éstos pudiesen ver, aparte del buen trabajo de sus intérpretes y músicos, unas formas de vivir en las que no se pedía perdón por ser diferentes y en las que se demostraba que el amor y la libertad están por encima de cualquier postura retrógrada y fundamentalista.

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