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Cultura

Las dos historias del Salvador

De mezquita mayor a templo clasicista con interior barroco: ésa es la biografía del Salvador puesta al descubierto por la restauración del edificio. Su pasado puede llegar más lejos: a la época romana: Quizá hubiera allí una basílica después convertida en templo cristiano. No hay evidencias documentales pero columnas y capiteles del patio sugieren ese pasado. Sí está determinado que el solar acogió a la mezquita Addabás, aljama de la ciudad hasta que el aumento de población exigió mayor recinto. Del pasado árabe queda a la vista el patio (disminuido recuerdo del dedicado a las abluciones) y la parte baja del alminar, que se levanta en la calle Córdoba. Lo demás estaba literalmente enterrado, como los restos de la iglesia colegiata en que se convirtió la mezquita, tras la conquista, girando su orientación: hacia levante en lugar de mirar al sur.

Los clérigos de la colegiata mantuvieron, frente a la catedral, la dignidad del templo. Quizá por eso querían convertirlo en una gran iglesia. Iniciadas las obras en 1671, errores de cimentación hundieron la estructura. Las intervenciones sucesivas de Granados de la Barrera y Leonardo de Figueroa terminaron el templo en 1712. Su concepción era clásica y su interior luminoso pero los retablos mayor y sacramental le añadieron espléndida impronta barroca.

El libro une a estas vicisitudes la reseña de los arquitectos que intervinieron en la obra, las influencias que el templo tuvo en edificios posteriores y la incomprensión que sufrió durante el siglo XIX y buena parte del XX. ¿Pudo esta mala fortuna crítica (y la conversión en parroquia) influir en el relativo abandono del templo?

A todo ello hay que añadir otra historia, la de la restauración que ha ocupado al autor, el arquitecto Fernando Mendoza, durante más de veinte años. Las primeras alarmas, en 1987, sólo llevaron a intervenciones puntuales. En 2003, la notoria precariedad del edificio y cierta presión cívica lograron que se abordara un proyecto de alcance que ha permitido precisar y remediar el principal riesgo para la estabilidad del templo (un brazo fósil del río que corre en su subsuelo), sacar a la luz los restos de la antigua colegiata (protegidos en una cripta por un forjado de hormigón), devolver la claridad clásica a sus trazas y recuperar el brillo sensual de los retablos oculto por centímetros de polvo y hollín.

Hay finalmente en el libro dos aspectos de sumo interés para quien se acerca a él: uno de ellos, la información gráfica dada por casi 800 fotos y unos 220 planos. El otro, que la restauración, como muestra el autor, fue un esfuerzo colectivo en el que han cooperado numerosos investigadores y especialistas. Un libro pues en el que se aprenden muchas cosas. No sólo del pasado remoto.

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