Popularmente se le conoce sobre todo por su exhaustiva y apasionada exploración de las drogas, asumida a través de prolongadas experiencias personales y explicada en varios ensayos eruditos sobre el tema. Pero Antonio Escohotado (Madrid, 1941), empeñado desde pequeño en ser "inteligente", pues decidió que su "destino" sería la "lucidez", ha repartido su voracidad de conocimiento en diversos ámbitos: es jurista, filósofo, sociólogo, traductor de Hobbes y Newton, letrista y cantante ocasional con Mil Dolores Pequeños y Andrés Calamaro, entre otras ocupaciones.

Ayer, en la segunda jornada del congreso Factor Humano, trató de resumir la tesis de Los enemigos del comercio (Espasa, 2008), su último libro, en el que propone una historia total del comunismo, cuyos orígenes sitúa en los mismos albores del cristianismo ("la vida pública de Jesús empieza y acaba expulsando a los comerciantes del templo"), y defiende las virtudes del comercio, una medicina, viene a decir, contra las "sociedades clericales y militares", y según el autor el único camino que Europa encontró en las tinieblas de la Edad Media para llegar a establecer sociedades prósperas de hombres que se autogobernaban. "Es la obra de mi vida. Llevo más de diez años con ella. En cierto modo la he escrito para entenderme a mí mismo. Yo, que he sido muy rojo, o rojinegro, porque siempre he tenido un componente anarquista, me sorprendo ahora de la vehemencia con la que defendía cosas tan elementales durante tanto tiempo", dijo ayer ante un auditorio entusiasmado con el pensador, que trató de resumir en 40 minutos más de 2.500 años de historia del comercio, y de sus efectos civilizadores y democratizadores.

Por razones de espacio, daremos cuenta aquí de sus opiniones sobre el comercio contemporáneo, es decir, sobre el capitalismo; las últimas de un extenso paseo que se detuvo, con fuerza narrativa y gusto por la anécdota, en la guerra entre Atenas y Esparta como dicotomía sociopolítica esencial; en los falsos mitos sobre la fastuosidad del Imperio romano; y la Revolución francesa.

"¿Por qué ha vencido sin convencer el capitalismo?", se preguntó, en fin, Escohotado en voz alta. "Nos ha hecho salir de la miseria y la barbarie, pero nos ha hecho bárbaros y miserables. El comercio y la industria ponen a la gente en su lugar de manera un tanto extraña, con una combinación de suerte, básicamente suerte, y tenacidad. Así que hay un elemento de meritocracia, pero no creo que se deba a esto el resquemor con este sistema", afirmó. Según el filósofo, toda la maquinaria de producción actual es "fundamentalmente masiva", de manera que afecta "principalmente a las personas" y "beneficia sobre todo a las masas". La consecuencia, añadió, es que "quienes se han ido definitivamente de esta película han sido los viejos señores feudales y los aristócratas". "En cierto modo -concluyó-, hay una nostalgia, secreta pero real, del amo y del siervo; de la tranquilidad de ser sólo un siervo y de la grandeza de ser un señor. Pero eso ya no existe. Hay que esforzarse, estamos obligados a prosperar en una era en la que las ilusiones y las esperanzas se han contraído cada vez más".