Cultura

Una danza clásica que mira hacia el futuro

Suite de Raymonda / For 4 / Soleá Pas de deux / DGV. Corella Ballet Castilla y León. Director artístico: Ángel Corella. Bailarines principales: Carmen Corella, Natalia Tapia, Ángel corella, Herman Cornejo y Dayron Vera. Primeros solistas: Momoko Hirata / Kazuko Omori, Fernando Bufalá y Yegen Uzlenkov. Solistas: Ana Calderón, Cristina Casa, Mª José Sales/ Kirill Radev y Aaron Robinson. Más un cuerpo de baile de trece bailarines y bailarinas. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo, 3 de abril. Aforo: Lleno.

Desde que en 2001 naciera la Fundación Ángel Corella con el fin de fomentar la danza clásica en España, la creación de un ballet enteramente dedicado a este arte fue uno de sus objetivos. Ambicioso y arriesgado objetivo que se materializó por fin en 2008 con el nacimiento de este Corella Ballet, sostenido por la Comunidad de Castilla y León, que anoche recaló en el Maestranza.

Es dificilísimo forjar una compañía capaz de bailar el repertorio clásico y de asumir nuevos retos coreográficos que atraigan a los más jóvenes a la danza. Pero Ángel Corella tiene una gran experiencia, adquirida poco a poco desde sus comienzos en la compañía de Víctor Ullate -que tanto ha hecho y sigue haciendo por la danza española- hasta sus triunfos como solista del American Ballet (a cuyas filas se sumó en 1995) y en otras muchas compañías internacionales.

Ante las dificultades de montar ballets completos, resulta sumamente eficaz la fórmula del collage coreográfico. Así pudimos ver anoche cuatro trabajos completamente diferentes.

El gran ballet decimonónico fue el que abrió la velada con una Suite de Raymunda (1898), uno de los tres ballets que compuso el ruso Glazunov con la siempre admirable coreografía de Marius Petipa y A. Gorsky. Un fragmento lleno de danzas de carácter, con endiabladas baterías de pasos, que al Corella Ballet le costó dominar. Costó hacer que la danza comenzara a fluir en el escenario, aunque también nos dejó momentos muy hermosos.

A partir de ahí, el espectáculo creció en variedad y cohesión. El segundo trabajo, For 4, estreno en España como los dos que le siguieron, es obra del bailarín y coreógrafo inglés Christopher Wheeldon (1973). Un cuarteto masculino lleno de dificultades técnicas y de pequeños desfases en el que la tremenda energía de los cuatro bailarines contrasta con el matiz melancólico de La Muerte y la Doncella, la pieza de Schubert que la sostiene. Un trabajo complejo y virtuosista que permitió el lucimiento de sus intérpretes al igual que la última pieza, DGV: Danse a grand vitesse, también de Wheeldon, nos ofreció el de toda la compañía. DGV, sobre una música siempre eficaz de Michael Nyman, compuesta para la inauguración de la línea ferroviaria de alta velocidad París-Lille, fue la pieza más contemporánea y complicada, con citas del maquinismo y de algunos creadores neoclásicos y con una magnífica escenografía alusiva al tema. Muy coherente y armoniosa, a pesar de la rotundidad, incluso la violencia de algunos de sus movimientos.

Pero la pieza más aplaudida de la velada fue, obviamente, Soleá pas de deux. En primer lugar, por ser obra de una sevillana como María Pagés, en un diálogo abierto entre la danza clásica y el flamenco. Y sobre todo, porque fue bailada por el propio Corella y por su hermana Carmen. Ambos, con un aire casi lúdico, se entregaron al compás del cante de Ana Ramón: Carmen zapateó con sus puntas y dio aire a sus brazos y a su vaporosa falda mientras Ángel se entregaba a sus giros innumerables y precisos, a unas piruetas que arrancaron la mayor ovación de la noche.

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