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El éxito de los cruceros y la quimera del dragado

MULTIPLICAR por dos el número de cruceros que surcan río arriba el Guadalquivir para atracar en Sevilla con centenares de turistas a bordo es un éxito. Crear falsas expectativas sobre la llegada a los muelles sevillanos de los enormes cruceros con más de dos mil pasajeros es una tentación de la que vacunarnos para no caer en frustraciones innecesarias. Abundemos en la realidad de los cruceros y en la quimera del dragado a la fuerza que tanto se reclama desde algunos lobbies.

Bienvenidos todos los cruceros a una ciudad que así recupera su identidad marítima, la que le dio mayor gloria. Pero no todos reportan igual beneficio. El crucero Braemar, de 23.000 toneladas, estuvo el pasado 27 de junio, y lo más noticioso de su llegada es que transportaba a 927 turistas británicos, el doble del pasaje habitual en los cruceros que llegan al Muelle de las Delicias. Pero sólo pisaron Sevilla cuatro horas para una apresurada visita panorámica en grupo o por libre a la Catedral, el Alcázar y su entorno. Bien. Pero no merece un repique de las campanas de la Giralda.

Mucho mejor será la estancia del Azamara Journey, crucero de 30.277 toneladas y 694 pasajeros, que, en su ruta Roma-Lisboa, permanecerá en Sevilla desde las 8 de la mañana del 12 de octubre hasta la misma hora del día siguiente.. Idéntico a lo que hará el 4 de octubre el crucero de lujo Seabourn Pride, para 200 personas. Ese tipo de estancias, además de pagar más a la Autoridad Portuaria, sí generan mucho más gasto a favor del sector hostelero y comercial de la ciudad. Y es un salto cualitativo, tanto para el turismo de los sevillanos como para el de los foráneos, que haya cruceros por el Mediterráneo y el norte de África que comiencen o concluyan en Sevilla. En ambos sentidos navega el Corinthian II, para 120 pasajeros, primero en ruta Estambul-Sevilla y después hace el Sevilla-Venecia. Casi nada. Y en ambas ocasiones los turistas están un día y una noche entre nosotros.

Ser el puerto de salida, el de llegada o dar pie a una escala de 24 horas es el gran objetivo. Alicientes tiene de sobra la ciudad para ello. Siempre y cuando se evite la montonera de cruceristas compitiendo con el resto de turistas para hacer lo mismo en el mismo sitio y a la misma hora, lo que granjearía pésimas críticas. Coordínense empresarios y responsables políticos para anticiparse a los problemas.

Sería fantástico que pudieran navegar desde Sanlúcar hasta Sevilla los cruceros en los que han viajado muchos de ustedes, de navieras como Costa y MSC, que atracan en los puertos marítimos de Barcelona, Valencia y Málaga para sus circuitos. Barcos de 92.000 toneladas y 2.828 pasajeros como el Costa Luminosa. O de 58.600 toneladas y 2.223 pasajeros como el MSC Sinfonía. Pero no se meten en ningún río de Europa, y los hay muchos más caudalosos que el Guadalquivir, como el Rhin, el Danubio o el Volga, por los que navegan cruceros pequeños. Tenemos el río que tenemos, con un bajo caudal de agua la mitad del año por falta de lluvias, y, por mucho que ha sido transformado a lo largo de la Historia como canal de navegación, para sostener durante siglos la actividad portuaria en Sevilla, no es el río que algunos quieren imaginarse como una autopista marítima.

El descomunal gasto que se ha hecho en una nueva esclusa, 160 millones de euros, sólo se justificaba si a priori los científicos daban el visto bueno a un dragado de enorme impacto ambiental en Doñana, en las marismas y en el estuario, bajando dos metros la cota del muy fangoso lecho. Como esa condición imprescindible no se da, se ha optado por forzar los hechos consumados para doblarle el brazo desde los deseos empresariales a la verdad científica. Es la historia de siempre. Se le vende a la población que Sevilla va a ser el Caribe de los cruceros de gran formato... que, si quisieran visitarnos, lo tienen fácil desde hace muchos años: pueden atracar fácilmente en el Puerto de Cádiz y enviar desde allí a Sevilla a los cruceristas en autobuses fletados, como hacen desde Civitavecchia para llegar a Roma.

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