Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
AMANECE viernes y, lógicamente, como es natural, juega el Betis, Real Betis Balompié para ser preciso. Esta vez toca fuera, lo que no es malo, quizás hasta muy bueno, quién sabe. Tras el triunfo del pasado viernes sobre el Málaga, los ánimos se vinieron arriba y según algunos botarates de forma exagerada. Es más, exceptuando ese miramiento por los intereses de Rubén Castro, no han sido muchas las balaceras exógenas sobre el club.
Juega en Anoeta, un rodeo con luces y sombras, ya que allí, junto a derrotas muy dolorosas, ha cuajado el Betis muy buenos partidos. Con Serra, con Luis y con Víctor Fernández logró el Betis redondear tardes excelentes y en el recuerdo más cercano la excepcional exhibición del día de la Constitución de 2003, espectáculo que me tocó vivir y contarlo. Dice Joaquín que no se acordaba de aquello, pero a mí no se me olvida aquel 0-4 sobre una Real que adiestraba Raynald Denoeuix.
Esa Real estuvo a punto de ganar la Liga y el Betis vivía inmerso en una de esas minicrisis que tanto abundan en su historia. Desde entonces no canta bingo la tropa verde, blanca y verde en Anoeta, pero las sensaciones favorecen a este equipo. El sentido competitivo que le ha imbuido Poyet hacen del Betis un equipo más fiable, de ahí que la cita de esta noche en la Bella Easo se espere con tanta expectación como esperanza de algo que invite a un futuro optimista.
Optimista o pesimista, según se mire, ya que choca aunque no sorprende cómo reaccionan algunos ante algún acierto bético. Lo último es la cruzada por hacerle un plan de pensiones a Rubén Castro cuando todo indica que el Betis está gustosamente condenado a entenderse con su mejor goleador. No más parece que algunos obran como ni siquiera obraría el padre del canario. Pero bueno, esta noche de viernes juega el Betis y eso es lo que verdaderamente importa.
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