TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

ESTÁ escrito: los herederos se rebelarán contra aquellos de quienes heredaron. Y más en la política, que si, por un lado, hace extraños compañeros de cama, por otro rompe las amistades más sólidas y asentadas. En el mejor de los casos, las pone entre paréntesis una temporada. Es lo que tiene el poder.

El ejemplo está aquí cerca. Chaves, forzado a irse a Madrid, dejó encargado de la Junta a su viejo amigo José Antonio Griñán, pero reteniendo para sí la Secretaría General del PSOE andaluz. El invento ha durado menos de un año. Si fuera por Griñán hubiera durado aún menos. Pronto comprendió que necesitaba un Gobierno propio enteramente elegido por él y, sobre todo, controlar el partido antes de la elaboración de las listas electorales. Es Griñán, al fin y al cabo, el que va a dar la cara ante los andaluces en 2012, en peores condiciones incluso que en 1994.

Ha tardado desde entonces hasta ahora en convencer a Chaves de que se retire y le deje manos libres. En el ínterin se han enredado en un intercambio de dimes y diretes al que pretendieron poner fin con una pantomima de acuerdo entre los dos que no ha durado más que el tiempo suficiente para protagonizar un ridículo colectivo: todo lo que han dicho los líderes socialistas más diversos de que no había prisa para hacer un congreso extraordinario y que la única preocupación del partido era dedicarse a resolver los problemas de los andaluces. De pronto los problemas de los andaluces deben haberse solucionado por ensalmo -ahora que vamos hacia el millón de parados- y los socialistas ya se pueden dedicar a su congreso. Lo celebrarán en marzo.

En este contexto de evidencia de que la bicefalia, por más veces que se intenta, no acaba de funcionar, y de desánimo de la militancia por las reiteradas malas noticias procedentes del ámbito demoscópico -esas encuestas que repiten desde hace meses la probabilidad de perder las elecciones-, el desencadenante del adelanto del congreso ha sido el espectáculo de la Federación Andaluza de Municipios y Provincias, donde los alcaldes socialistas rechazaron las dos leyes de autonomía y financiación local que había elaborado el consejero de Gobernación, Luis Pizarro, que casualmente es también el vicesecretario general del PSOE andaluz, o sea, el jefe orgánico de esos mismos alcaldes. ¿Se imaginan a Pizarro defendiendo sus leyes en el Parlamento y al portavoz del PP replicándole que esas leyes no las aceptan ni sus correligionarios y subordinados? Eso no ha pasado nunca entre el PSOE-A y la Junta. Griñán quiere que no vuelva a pasar, y de ahí el congreso de marzo.

Por el camino la amistad Chaves-Griñán ha quedado tocada. Uno dice del otro: "No lo reconozco". Lo que tiene el poder, sí.

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