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RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

El ridículo de Manolo Lama

SI este tipo cree que tiene ingenio es para preocuparse. Si este tipo cree que tiene ingenio, y se basa en el mismo criterio que utiliza en el análisis deportivo, entonces lo mejor para el medio y la vida sería que dimitiera para siempre, que no volviera a hacer alarde semejante de estulticia voraz delante de una cámara. Si este tipo cree que el suyo es un sentido del humor, que se baje los humos y recupere el sentido, si es que alguna vez lo tuvo, de una cierta autocrítica real. Si este tipo piensa que lo suyo en el plató de Cuatro al día siguiente fue algo parecido a una disculpa, tendría que sentir los rigores de otras penitencias para entender el sacramento de la confesión, que no le vendría mal.

Todavía colea en internet el eco del pasado miércoles en Deportes Cuatro, cuando el directo de Manolo Lama desde Hamburgo con seguidores del Atlético de Madrid se convirtió en la gran movida de la Red. Había un mendigo en el suelo. Lo que viene es la transcripción literal del monólogo de Manolo Lama: "Quiero demostrar a España entera que la gente es generosa. Este hombre lleva aquí pasando frío bastante tiempo. Ahí, quiero que lo enseñes, Edu. Le estamos dando pasta y ahora quiero que los atléticos tengan un detalle con él. A ver la gente del Atleti, mira, ahí empieza la gente del Atleta, un móvil, pasta, vamos, vamos, mira, cinco pavos, métete ahí Edu, a ver la pasta, una bufanda para el colega, bah, pasta... ¡Ahí, ahí, que este hombre sea feliz, joder! Bueno Carreño, por lo menos va a tener el hombre para ver el partido tranquilito y caliente. ¡La visa! ¡La visa de un colega! ¡Vamos a echarle un poco de pasta al amigo. ¡A ver la gente del Atleti". El vídeo está colgado en YouTube. Mientras todo esto sucedía, se escuchaban las risotadas en el estudio de Manu Carreño y Luis García.

Lo repito: hay que revisar el vídeo, cuyo título más pacífico es Manolo Lama humilla a un mendigo. Después de revisarlo varias veces, creo que quien finalmente humilla a Manolo Lama, con esa dignidad apabullante, contenida y silente, es el mendigo, que sigue ahí tranquilo, resguardándose del frío, con la cabeza del perrito asomando junto a él entre las mantas, mientras un grupo de energúmenos liderados por Manolo Lama se dedica a arrojarle monedas que luego van quitando, y móviles, y tarjetas de crédito. Qué fácil es hacer una broma de la pobreza ajena, grabarla sin derecho, en los tiempos que corren. Si en este mundo hubiera justicia poética, Manolo Lama debiera amanecer mañana mismo dentro de la piel de aquel mendigo, como en ese relato de Julio Cortázar, a ver cómo miraba entonces desde abajo al cretino risueño del micrófono.

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