Cuchillo sin filo

Francisco Correal

Viento del pueblo

29 de octubre 2010 - 01:00

UN Miguel acudió sobre el otro Miguel como ángel de la guarda. En El Helmántico, el estadio donde Rafael Gordillo marcó su primer gol como futbolista del Betis, el doctor Tomás Calero evitó que el futbolista Miguel García muriera con la edad a la que murió Miguel Hernández. Paisanos y futboleros. El poeta, además de pastor de cabras, fue portero de fútbol, como Albert Camus. Mañana se cumple un siglo del nacimiento del poeta alicantino y han pasado cincuenta desde el accidente de tráfico que le costó la vida al autor de El extranjero, tres años después de recibir el Nobel de Literatura.

La vida está hecha de topónimos. Dos mapas de estos Migueles bien distintos. Huelva, Sevilla, Madrid, Orihuela (la ciudad en la que nace el 30 de octubre de 1910), Palencia, Ocaña, Alicante. Las cárceles en las que padeció presidio el autor de Nanas de la cebolla. Albacete, Zaragoza, Ponferrada, Castellón, Cádiz, Las Palmas, Salamanca. Las ciudades en las que ha ejercido su carrera de futbolista Miguel García. Ningún doctor Calero pudo salvar a Miguel Hernández de la neumonía que contrajo en la cárcel de Palencia, de la bronquitis que lo agarrotó en el presidio toledano de Ocaña, del tifus del Reformatorio de Adultos de Alicante donde murió con los 31 años del futbolista el 28 de marzo de 1942. Orihuela está a 50 kilómetros de Alicante, a 20 de Murcia, recordaba Ramón Sijé en la introducción de Perito en lunas. No está lejos de Albacete, la patria del futbolista, evocada en un poema políticamente incorrecto en cuyos primeros versos Hernández hermana las palabras torero y comunista. "Tu presteza de Júpiter raptora", arranca su elegía del toro, "dolorosas las hace de Albacete".

Los aficionados del Salamanca han perdido a un futbolista, su mujer y su hijo han recuperado al marido y al padre. El mismo legado familiar que dejó, viuda y huérfano, el poeta Miguel Hernández. El único escritor que por épica, trashumancia y plebeyos orígenes podría equipararse con un futbolista, aunque sus estadios fueron trincheras, ateneos y patios de cárceles. En esta Andalucía villaloniana en la que nos creemos que no hay más vida que la que va de Sevilla a Cádiz, fue el único que les llamó andaluces a los de Jaén. En la edición de su obra completa editada por Leopoldo de Luis y su hijo Jorge Urrutia aparece una foto de Miguel Hernández junto a un toro en Jaén en 1937. El mismo año que se casó con Josefina Manresa y publicó Vientos del Pueblo, que dedica a Vicente Aleixandre. Lean de este libro su poema Los cobardes. El grupo Jarcha, donde estaban mis amigos Inés Romero y Pepe Sánchez, divulgó su poesía, escrita para la guerra del poeta soldado y para la paz (de la transición).

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