El rey de las tortas
La cadena Starbucks quiere vender los productos Inés Rosales en sus 10.000 cafeterías
Entra en su despacho con el pelo revuelto, una bata blanca y la bufanda reliada al cuello. Acaba de abandonar la fábrica aledaña, en la que trabajan 121 personas y de la que cada año salen al mercado 600.000 cajas de tortas de aceite que son vendidas en media Europa, EEUU, México y que empiezan a abrirse camino en China y Japón. Juan Moreno Tocino es desde hace cuatro años el propietario de Inés Rosales. Explica que la base del éxito está en el proceso artesanal de su producción y en la utilización exclusiva de ingredientes naturales. El año pasado facturó cerca de 15 millones de euros y en 2010 quiere llegar a 25 millones.
"Cada torta se elabora a mano, una a una, y de igual manera las empaquetamos; no tienen colesterol y son cien por cien naturales. Todo eso se nota en el gusto", afirma. El propietario de la cadena Starbucks lleva en su avión privado una remesa de estas tortas producidas en Huévar y se ha empeñado en incorporarlas a la oferta de las 10.000 cafeterías que tiene repartidas por todo el mundo. Moreno cuenta que los estadounidenses comen las tortas de aceite no sólo con café, sino con quesos de todo tipo y como aperitivo junto a un buen güisqui o un bourbon, hasta el punto de haberse convertido casi en una delicatessen.
"Estamos intentando resolver un problema de logística: tenemos que hacer más cómodo el consumo de las tortas para este tipo de clientes, pero no podemos fabricarlas más pequeñas", explica Moreno. Entre otros problemas, la torta se ajusta al tamaño de la mano que le da forma y el proceso de formación de un trabajador para esta tarea no es tan sencillo como parece, además de que los candidatos no sobran.
La solución está en partir la torta sin que ésta se resquebraje en mil pedazos de tamaño irregular. Para esos clientes, la Inés Rosales será en el futuro un triangulito similar al popular doritos, cuestión de marketing, para lo que la empresa ha adquirido una máquina de ultrasonidos que cortará la torta en partes iguales, de la misma manera que ya se hace con los sándwiches triangulares ya preparados.
La singularidad de su producción -el resto de fábricas que hace años existían en Castilleja de la Cuesta han desaparecido o tienen una producción reducida- es una ventaja, pero también un inconveniente: gran parte de la tecnología existente en la factoría ha tenido que ser ideada expresamente por su departamento de I+D+I, en cuya gestión participa el comité de empresa con el fin de implicar a los trabajadores en la incorporación de los nuevos métodos de producción.
Moreno (Chiclana, 1945) verá reconocido su esfuerzo el próximo día 11 por la Asociación de Empresarios del Aljarafe, que le ha concedido su premio anual. Sus cinco hijos forman parte del consejo de administración. Ana, la mayor de todos, trabaja en el despacho contiguo y fue ella la responsable de que este marino mercante salido de la Escuela Superior de Ciencias del Mar de Cádiz abandonase la mar tras navegar por medio mundo durante ocho años. "No estaba permitido, pero mi mujer iba conmigo en los barcos", rememora.
El nacimiento de Ana le llevó a tocar tierra y a pasar por empresas de los sectores metalúrgico y textil, hasta desembarcar en el pastelero. Lo hizo en Écija antes de comprar el 25% de Inés Rosales en 1985. La empresa estaba en quiebra, pero como director de la compañía la sacó del pozo. En 1991 mudó las instalaciones de Castilleja a Huévar, al pie de la A-49, para poder ampliar una fábrica en la que, además de las tortas de aceite, se producen tortas de polvorón, de almendra, cortadillos y bizcochadas.
En 2004 había adquirido ya sus participaciones al resto de socios. En sus planes entra la apertura de una fábrica en México, cerca de la frontera con EEUU, para abastecer el mercado de ambos países. También medita a nivel personal una retirada gradual de la primera línea de fuego: "Es bueno no eternizarse y que sean otras personas las que tomen las decisiones".
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