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De las cañadas a la alta velocidad

  • José Silva, 'Pirula', recibió la Medalla del Trabajo · Empezó de pinche en 1925 y tuvo su primer sueldo en 1928 · Al acto acudieron sus hijos y nietos, incluida una nieta que trabaja en un restaurante de Londres

Nació el 2 de octubre de 1915 en la plaza de España de Écija. Ayer, en la plaza de España de Sevilla, que entonces ni estaba levantada para acoger la Exposición del 29, este hombre celebró su particular exposición del 92. Porque los 92 años de José Silva Martín, Pirula para todos los que le conocen, son de exposición. No es precisamente alto, pero ayer fue reconocido oficiosamente como la duodécima torre de Écija. En verdad, la única de las torres de Écija que habla y que corta jamón, la más apreciada de sus virtudes.

El 18 de diciembre de 2007, cuatro días antes de que el tercer premio de la Lotería cayera en Écija, el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera, aprobó la concesión de la Medalla al Mérito del Trabajo para José Silva Martín, esposo desde 1948 de Rosario, la madre de sus siete hijos, la abuela de sus quince nietos, la bisabuela de Elena, su única bisnieta.

Pirula empezó a trabajar con los 10 años que tiene Javier, uno de los nietos que ayer asistía absorto a la ceremonia que tenía lugar en la torre Sur de la delegación del Gobierno. Para Javier y para sus primos Pedro (9 años) o Salvador (13), su abuelo es un sujeto mucho más fascinante que Harry Potter. Un hombre que se hizo de la nada, que creó el imperio menos imperialista, el del servicio y la amistad, y que en ese afán asistió al tránsito de las cañadas al tren de alta velocidad.

Pirula cerró ayer sus puertas para asistir al homenaje a su fundador. La medalla se la impuso Juan José López Garzón, delegado del Gobierno, el mismo que le llamó por teléfono para comunicarle la buena nueva. El mérito no es sólo llevar ochenta años al pie del cañón, con el único paréntesis de los años de guerra destinado en el Regimiento de Infantería Pavía número 7 Primer Batallón, con su retranca gastronómica. El mérito, explicó López Garzón, es un trabajo bien hecho, un trabajo ejemplar, una conducta "socialmente útil". "Usted, don José, forma parte de los que han hecho que nuestra tierra sea mejor".

En Pirula las mujeres no abundan, pero tienen un papel fundamental. Rosario, la mujer del ya Ilustrísimo José Silva, es parte fundamental de esta historia. Tuvieron siete hijos con un ritmo casi musical: tres varones de vanguardia -José Manuel, Rafael, Juan-, tres varones en la retaguardia -Vicente, Salvador y Javier- y entre ambos triángulos, la media genética de Pastora.

Sólo hay tres nietas en los quince titulares de la tercera generación. Nietas bravías. A todos les sorprendió la llegada, con el acto ya iniciado, de María Lorena, 25 años, hija de su hijo Juan. Entró algo atribulada, en plena intervención del alcalde de Écija, Juan Wyc. Lorena es la embajadora de su abuelo. Trabaja en un restaurante mexicano de Londres, donde aprovecha para perfeccionar su inglés. Cogió un avión en la capital británica y se presentó fuera de programación en la Torre Sur. El oficio sigue presente en la saga. Sus nietos Óscar y Juan María regentan otros dos bares de la localidad, La Meca e Hispania, respectivamente.

"Decir Pirula es decir Écija". Juan Wyc, el alcalde astigitano, glosó esta mágica sinécdoque de su municipio. Elogió el talento innato de este hijo predilecto que es un poco padre de todos. Su elegancia innata "que raramente se encuentra en este tiempo de prisas y carreras". "Es un andaluz de los de antes, de los de ahora y de los de siempre".

Su trayectoria se inicia en 1925 en el ya desaparecido hotel Comercio. Tres años después, cobraría su primer sueldo como pinche de cocina, 10 pesetas. "Un camarero ahora cobra mil euros", apunta Salvador, su nieto, 13 años, que hace las veces de portavoz de su abuelo. Del hotel Comercio al bar Pasaje. Su primer jefe, Antonio Martín, que aprendió el oficio de los fogones en la Marina, lo bautizó como Pirulín, génesis de este Pirula que ya es icono de la heráldica de Écija.

Lo que empezó como un bar a pie de carretera es hoy un hito de la restauración andaluza y nacional. Con los clientes que de sopetón enumera José Silva se podrían organizar otros pactos de la Moncloa: Alfonso Guerra, Adolfo Suárez, Julio Anguita, Javier Arenas, Mariano Rajoy. "Todos los toreros y futbolistas han pasado por mi casa".

Dice el alcalde que su paisano "no sabe, no puede o no quiere vivir de otro modo". "Yo siempre tengo que estar haciendo algo", dice a los periodistas. Cuando le preguntan sobre el comentario del ex ministro Arias Cañete sobre la impericia de algunos camareros foráneos, dice que "eso no tiene que ser una verdad como una catedral. Camareros hay muchos. Hablará de los ambulantes, de los que vienen por ahí. Un camarero tiene que ser un hombre educado. La hostelería es educativa". El bar se convirtió en restaurante, el restaurante en hotel. Pero Pirula sigue siendo Pirula. En una ciudad donde la sartén la pone el cronista. O el hombre del tiempo. "No le afectaron los rigores del invierno ni los más duros del verano astigitano", recordó el alcalde, que con tanto paisano se sentía como en casa.

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