Deportes

La distancia entre querer y poder (4-1)

  • La valiente propuesta del Betis en el arranque se queda en tierra de nadie por la eficacia del Real Madrid. Los verdiblancos se fueron al descanso con empate, pero después el rival les halló las espaldas hasta golearlos.

Desenlace lógico en el Santiago Bernabéu. El Betis fue uno más de los equipos que saldrán goleados en el presente curso frente al Real Madrid a pesar de la valiente propuesta de Pepe Mel. Las diferencias entre el coloso blanco y el resto de los equipos, salvo el Barcelona, son ésas y los goles caen al final por pura inercia, sin que existan más motivos para ello que la sideral distancia entre unos futbolistas y otros. Y eso que la esperanza anidó entre los que sienten en verdiblanco hasta el descanso, al que se arribó con un cero a cero que permitía atisbar un panorama alentador, sobre todo si se tenía en cuenta que los madridistas, supuestamente, debían padecer el virus FIFA y el lógico cansancio que eso conlleva.

Pero fue un espejismo, una ilusión vana. Bastó con muy poco, con una pequeña descoordinación entre Chica y Casto, para que todo el castillo se derrumbara. El lateral no pudo con la carrera de Cristiano Ronaldo; el guardameta tal vez dudara en exceso a la hora de salir para taparle los caminos hacia su portería, y el portugués sólo tuvo que levantar su cabeza para ver a Higuaín completamente en solitario. El balón llegaba a la red bética empujado por el delantero centro del Real Madrid y desde ese instante ya se abrieron demasiados espacios a las espaldas del cuarteto defensivo bético, incapaz en ese segundo acto de cerrar los pases que llegaban hasta ahí.

El Betis, entonces, era un quiero y no puedo, un equipo en tierra de nadie que ni podía presionar al rival para recuperar la pelota donde más le gusta hacerlo -es decir, arriba-, ni tampoco era capaz de sentirse seguro jugando más cerca de Casto. El fruto de ello fue que los acercamientos hasta Casillas eran prácticamente inexistentes y ni siquiera la eficacia que también tuvo Jorge Molina al concretar uno de los pocos que se presentaron sirvió para que la espita de la ilusión pudiera estar mucho tiempo abierta.

Porque apenas treinta segundos después de ese tanto fue Di María quien ubicó el balón entre Dorado y Casto y por esos escasos metros, que entre los dos béticos convirtieron casi en un latifundio por lentitud a la hora de reaccionar, compareció el omnipresente Higuaín para devolver las distancias al marcador. Queda la duda de qué hubiera podido pasar de permanecer el 2-1 en el marcador siquiera un pequeño tramo del encuentro, pero esa incógnita ya no podrá ser resuelta jamás, fundamentalmente porque al guardameta bético tal vez le hiciera falta algo más de valentía para proteger las espaldas de su zaga.

Es el resumen apresurado a través de los goles de un partido en el que el Betis fue fiel en el arranque a lo que venía pregonando en las vísperas. Los béticos, con Vadillo en la banda derecha y con esa asimetría que siempre provoca Salva Sevilla para que Rubén Castro caiga por la banda que ocupa el almeriense, salieron dispuestos a pelearle la posesión al Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabéu. La presión visitante se producía muy arriba en ese arranque y eso llegó a incomodar a los anfitriones. Antes del primer cuarto de hora, Beñat había lanzado alto un golpe franco desde el borde del área y Rubén Castro le llegó a meter el susto en el cuerpo a Casillas tras un error de Özil. Ese escueto balance de acercamientos a la meta rival permitía pensar en que el Betis daría un paso más en su atrevimiento.

No fue así, sin embargo. Mourinho, lógicamente, también tenía prevista esa circunstancia, la de la presión arriba, y tanto sus defensas como Xabi Alonso tenían órdenes expresas de buscar las bandas con pases largos y certeros. Por ahí, y por la lesión de Vadillo, comenzó a descomponerse el entramado para un Betis que entró en una fase de indefinición. Entre que estuvo con un hombre menos durante tres o cuatro minutos y también, por qué no decirlo, porque sus compañeros quedaron aturdidos ante una posible lesión grave, el Betis dio un paso atrás.

Fue más apariencia que otra cosa, pero el Madrid entonces sí mandó en el juego, aunque tampoco se produjeron muchas ocasiones de gol para los locales. Por el contrario, Rubén Castro sí tuvo una opción en el minuto 40 después de la mejor jugada combinativa del Betis en todo el partido. Al intermedio se había llegado, pues con la esperanza de que todo pudiera concluir con un final feliz. Cero a cero y, en teoría, el cansancio del rival debía jugar a favor de los béticos cuando la fatiga pesara en los futbolistas.

Ése fue el pensamiento de todos los béticos en el intermedio, casi un sueño del que tardaría poco Cristiano Ronaldo en despertarlos, no más echó a rodar de nuevo el balón. La carrera del portugués ya quedó relatada con anterioridad, igual que esa indecisión entre Chica y Casto que conduciría a un segundo periodo de frustración, de querer y no poder. El Betis lo intentó, cierto, lo cual ya es loable, pero las distancias entre los verdiblancos, y otros 17 equipos de esta Liga, y los dos grandes son tan siderales que lo más normal es salir goleados cuando están enfrente el Real Madrid y el Barcelona.

Fue así casi por pura inercia. Tanto la inicial propuesta valiente de Mel, truncada por la lesión de Vadillo, como el orden defensivo que existió después hasta el descanso sólo sirvieron para mantener vivo el sueño durante un tiempo entero en el Santiago Bernabéu. No es poco, pero fue justo hasta ahí. Por mucho que se pelee por acabar con la cabeza alta, la goleada es irremediable.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios