Sevilla

Estatutos

  • El dragón sin fuegoEl resultado de la labor de la comisión de cofrades en el proceso de reforma es un texto descafeinado

¿Pero hay reforma?

Está claro que una cosa es conformarse con estar al loro del sesudo proceso de reforma de los estatutos del Consejo mediante chascarrillos o pinceladas que sueltan los señores comisionados (que son una veintena entre pitos, flautas y oboes) y otra muy distinta disponer en el cajón de las decenas de folios que componen el proyecto de nuevos estatutos del Consejo de Cofradías. No hay nada como el acceso directo al borrador, donde quedan retratados curas y cofrades, el anhelo de intervencionismo de los unos y el escaso nivel de ambición de los otros. Ustedes saben que aquí, en esta dominical Puerta de los Palos, hemos añadido siempre la coletilla de risas en off cada vez que se ha hecho referencia a la reforma de los estatutos. Esta vez no será menos. Pero también, si leen la información que se publica hoy en las páginas 16 y 17 de Diario de Sevilla, nos preguntaremos lo siguiente sobre la labor de los señores comisionados del Consejo: ¿Y tanto jurista para esto? ¿Y esto es ? ¿Y tantos meses de estudio y tanta reunión y tanto blablablá para quedarse en cambiar el sistema de voto y poco más? Algunos comisionados parecen ministros de Franco, hubo hermanos mayores que pidieron estar en la comisión para ser alguien, otros creyeron estar poco menos que en un proceso constituyente y los menos, con sentido común y espíritu crítico, admiten que la labor de los cofrades en el proyecto de nuevos estatutos es como la gárgola que luce en la fachada del Consejo: "Se ve, la miramos, pero nunca echa fuego". Decorativa.

El lápiz rojo

La sal y la pimienta del guiso cocinado en soso por los señores comisionados corren a cargo de los asesores jurídicos del Arzobispado, que en varios casos han demostrado una supina ignorancia sobre el mundo de las cofradías en general y el Consejo en particular. Si triunfan en sus disposiciones, entonces sí que estaremos ante una reforma importante. No integral, pero sí sonada por el intervencionismo que se pretende imprimir en algunos asuntos con eco mediático.

El despropósito

Pretender que para la elección de un pregonero sea obligado elevar por escrito cinco nombres al Arzobispado para que sea la autoridad eclesiástica quien emita el visto bueno es arriesgar a los nominados a una suerte de juicio público de incontrolables efectos. ¿Cuánto tardaríamos en enterarnos quiénes son los cinco magníficos y qué se ha dicho sobre ellos en los despachos del Palacio Arzobispal? ¿No es mejor dejar este proceso como hasta ahora? El presidente charla con el arzobispo sobre la idoneidad de los propuestos de tal forma que lo hablado queda entre ellos. Cuando menos, no quedan pruebas por escrito. ¿Y qué me dicen de esos informes previos sobre los candidatos a consejeros? Parece que se da pie a la recreación de una especie de brigada político-social en versión morada. En el caso de ser negativos, ¿qué se dirá o qué se sugerirá sobre los aspirantes a simples delegados de día? ¿Tal vez el número de veces que faltan a misa o quizás otro tipo de asuntos turbios? Que alguien en nombre de la autoridad eclesiástica quiera asegurarse por norma lo que no deja de ser un derecho de veto encubierto es un auténtico disparate. Y debemos dar por hecho (¿O no?) que el Consejo de Cofradías se negará a aceptar semejante despropósito.

La voz del presidente

Al interés intervencionista de Palacio y a la pobreza de espíritu reformista de los comisionados hay que añadir un tercer factor: las opiniones públicas y publicadas de un presidente, Adolfo Arenas, que entran en colisión directa con algunas de las pobres y escasas reformas planteadas por los comisionados y con el anhelo controlador de la autoridad eclesiástica. Arenas ya se ha manifestado absolutamente a favor de que cada hermandad tenga un único voto de acuerdo con el canon 168 que dicta lo siguiente: "Aunque alguien tenga derecho a votar en nombre propio por varios títulos, únicamente podrá emitir un voto". Y a nadie escapa que el presidente es partidario de dejar regulada la aportación a las hermandades de gloria para que dejen de vivir de las migajas. El presidente tiene su propia solución. No pierdan de vista que las hermandades de penitencia de un paso reciben 24.000 euros; las de dos, 30.000 y las de tres. 36.000. El proyecto de estatutos no oficializa estos criterios de reparto. No entra en este asunto. Bueno, la verdad es que no entran en casi nada, pero eso ya lo hemos dicho. Las de penitencia siguen resistiéndose (por decirlo finamente) a renunciar a cerca de mil euros cada una para que las corporaciones de gloria y las siete sacramentales puras tengan asegurado un mínimo sustento. De persistir esta laguna, las hermandades de estas dos secciones tendrán que seguir mendigando de lo que el propio Consejo quiera cederles del 10% de los ingresos brutos que la institución maneja para su funcionamiento ordinario. Pasar por alto temas como éste en la reforma de los estatutos es quedarse muy corto.

Intuición

Viendo este borrador, mucho nos tememos que Adolfo Arenas no dirá aquello que dijo ZP sobre el estatuto catalán: "Aceptaré lo que venga de Cataluña". No vemos a Arenas aceptando lo que viene de la comisión. Ni lo que viene del lápiz rojo de los curas. Nanai. Por cierto, le pediremos perdón al venerable presidente por el disgusto que le habremos causado hoy con la revelación del borrador, con la de problemas que tiene este hombre... Pero no será el único al que esta mañana se la habrá atragantado la magdalena. ¿O tal vez los calentitos? Por cierto, ¿en Palacio se comen de rueda o de patata? Huuuuuum... Qué hambre.

¿Quién maneja el lápiz?

Una cosa es que monseñor Asenjo preguntara en su día con toda razón por su derecho a pronunciarse en privado sobre los candidatos a pregonero ("Algo tendré yo que decir, ¿no?") y otra que los agradaores del servicio jurídico intenten instaurar el derecho de veto. ¿Quién se ha explayado de tal forma con el rotulador colorao? Y todo porque Barbeito dijo que no iba a misa...

Ay, las normas del 97...

A quien le ha tenido que doler especialmente el artículo primero, redactado con lápiz rojo por los juristas palaciegos, es al secretario de la comisión encargada de la reforma, Vicente García Caviedes. Eso del Consejo como una confederación (suena fatal) y las dos alusiones al carácter de asociaciones públicas de las hermandades equivale a dar la primera en la frente. He ahí la clave de todo. Las normas diocesanas de 1997 establecen ese carácter público. Fue la gran bomba de esa nueva normativa, aunque la mayoría se fijó en la cuestión de las nazarenas. Caviedes avisó entonces de que la introducción de las nazarenas era el sonajero que alguien hizo hábilmente sonar para despistar a cofrades y periodistas sobre la verdadera gran clave de los nuevos preceptos. Las hermandades, sobre el papel, perdieron soberanía y tuvieron que tragarse el sapo de ser reconocidas como entidades fundadas por el arzobispo (de arriba hacia abajo) cuando la inmensa mayoría surgieron por iniciativa de los laicos (de abajo hacia arriba). Pero aquella discusión -recurso del Gran Poder a Roma incluido- se perdió. Y aún se están recogiendo los platos rotos...

Razonable

Nada hay que objetar al interés de la Iglesia en que se regule la aportación económica del Consejo al Fondo Común Diocesano. Parece lógico que la autoridad eclesiástica, basándose en las normas diocesanas vigentes, inste a que se fije un porcentaje anual. Y parece mentira que los señores comisionados hayan evitado ofrecer una solución antes de que venga impuesta desde arriba. ¡Vivan las cadenas! Falta de vista, se llama.

El futuro

Con todo lo que ya sabemos, con todo lo que hemos leído del borrador y con las declaraciones realizadas a la prensa por el mismísimo presidente, está claro que los meses venideros serán de gran emoción. Hará falta una gran actividad diplomática para sacar adelante la reforma de los estatutos si las partes se mantienen firmes en sus posiciones. Ya se sabe que la Constitución se cambia en cuatro días, en agosto y con media nación en la playa, pero los estatutos del Consejo de Cofradías... Ojú. El PGOU morado tiene mucha tela del telón. Conecten, conecten las risas en off.

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