Iniciativas contra la crisis

'Brotes verdes' en San Luis

  • Una veintena de artesanos sevillanos crean 'Rompemoldes', un espacio ubicado en unas viviendas-taller construidas por el Ayuntamiento que pretende ser una relectura contemporánea de los corralones tradicionales.

El número 70 de la calle San Luis se convertirá a partir del próximo viernes en un espacio de creación y comercialización artesanal abierto a todos los ciudadanos. Bajo el nombre de Rompemoldes se agrupan una veintena de artesanos y profesionales que, desde el pasado mes de junio, han comenzado a habitar en régimen de alquiler las viviendas-taller construidas por el Ayuntamiento tras cuatro años de trabajos (la primera piedra la puso el delegado de Urbanismo socialista Emilio Carrillo en junio de 2008).

Ceramistas, restauradoras de arte, alfareros, diseñadoras de ropa infantil, escultores, luthiers, encuadernadores, imagineros, arquitectos o gastrósofos, entre otros, se afanan durante estos días para que todo esté listo para la inauguración de un espacio que pretende, además, ser un lugar de encuentro cultural. La primera actividad programada es la exposición del escultor Pedro Godoy, también inquilino del inmueble.

La idea del nuevo espacio, que se refleja tanto en el edificio diseñado por el arquitecto Javier Ochoa como en la intención de sus habitantes, es reproducir el espíritu de los antiguos corralones de artistas pero desde una perspectiva contemporánea donde la creación y la innovación estén muy presentes. De esta manera, Rompemoldes se convierte en la garantía de continuidad de una forma de producción y comercialización de profundas raíces en la ciudad y que ya apenas sobrevivía en los corralones de la calle Castellar (actualmente en franca decadencia) y Pasaje Mallol.

En torno a un gran patio central se agrupan las viviendas-talleres de los artesanos, las cuales constan de una planta baja para taller, una entreplanta y una planta alta como vivienda. Todas las zonas están comunicadas entre sí, aunque tienen entradas independientes para poder distinguir nítidamente la zona de trabajo de la zona residencial. La media del precio del alquiler (no todas las casas tienen las mismas dimensiones) es de unos 600 euros mensuales. "No está mal si se tiene en cuenta que lo habitual es pagar unos 1.000 euros por tener arrendados una vivienda y un taller por separado", asegura la ceramista Vanesa Galán. "El artesano suele ser un gremio con mucha precariedad. El hecho de que se pueda disponer de un estudio y una vivienda a un precio moderado es un auténtico logro", asegura las restauradora de arte y arqueología Maite Béjar.

Además, el edificio cuenta con otras infraestructuras, como garaje o un muelle de carga y descarga, "algo que se puede considerar como todo un lujo en esta zona de Sevilla", indica el arquitecto Manuel Galindo, quien también destaca que el corralón y su ubicación están en la línea de las teorías del urbanismo sostenible de Richard Rogers (el arquitecto de la sede de Abengoa en Palmas Altas). Por su parte, el imaginero Daniel del Valle opina que el proyecto Rompemoldes está en las antípodas de otras iniciativas municipales sobre artesanía manifiestamente fracasadas. Tal fue el caso de Artesacro, el espacio en el que se intentó unificar a todos los artistas del ámbito de la imaginería, pero cuyos precios, condiciones y ubicación en un polígono periférico condenaron a la nada.

Aunque la construcción del edificio y selección de los inquilinos ha corrido a cargo del Ayuntamiento, han sido éstos los que se han organizado bajo una imagen corporativa común y se han dotado de unas normas de funcionamiento que favorece la colaboración entre los distintos artesanos. "La cercanía física entre nosotros es muy importante para crear eso que ahora se llama sinergia. Ya estamos colaborando en proyectos comunes", asegura el encuadernador Andrés Alés, quien realiza proyectos con el estudio de diseño de superficies Todomuta, responsables, entre otras iniciativas, del rediseño según criterios contemporáneos de las vajillas de la Cartuja y de la propia imagen corporativa de Rompemoldes. Otro ejemplo de sinergia es el que llevan a cabo Maite Béjar con el ceramista Claudio Sabariego, uno de los artesanos que colabora habitualmente con la restauración y mantenimiento de la Plaza de España.

Esta sinergia no es sólo puramente profesional. Con un simple paseo por el espacio queda claro el ambiente de camaradería y amistad que reina entre muchos de los vecinos. Este domingo entró en acción la llamada comisión verde, que pretende reconvertir el aspecto un tanto frío y desolado de la arquitectura contemporánea del lugar en un jardín urbano. "Nuestra idea es que el espacio sea como los cuadros de Piranesi, en los que la vegetación lo invade todo", comentan los responsables de La Plasita ("con ese sevillana"), un estudio dedicado a la arquitectura, el paisajismo y la gastronomía compuesto por Jaime Gastalver y Lilian Weikert. En el empeño también se encuentra el ceramista Alejandro García, quien ya ha plantado un microhuerto con diferentes clases de verduras.

La idea de los artesanos es que el espacio, al que el público accederá por la calle Ruiz de Gijón, sea también un reclamo para el turismo que cada vez se aventura más por la zona norte del casco histórico. "Estamos trabajando en un proyecto que consiste en traer a visitantes que, además de conocer una ciudad, quieren formarse en una artesanía determinada", dicen Sonia Osuna y Miguel de Diego, de Estudio Ciento2, dedicado al vidrio y las joyas.

Todos los artesanos que actualmente habitan en Rompemoldes, como la diseñadora de ropa infantil Inma Mazón de las Torres (de Quekuco), o las ceramistas Hilaria de Pasquale y Malorie Haffner, insisten en que son conscientes de la necesidad de innovar en métodos y diseños.

Como nota histórica, el solar de 2.000 metros sobre el que ahora se levantan estas VPO de artesanos fue el mismo que hace poco más de una década se convirtió en el campo de batalla donde midieron sus fuerzas los especuladores inmobiliarios y el movimiento vecinal por el desalojo del que entonces se creía del último representante de la industria tradicional en el lugar, Juan Núñez. Entonces, el proceso se vivió como una derrota por los activistas sociales. Hoy ya no se podría decir lo mismo.

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