Crónica del Viernes Santo La lluvia impone otra forma de vivir el Viernes Santo

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El gallo Kiriko se sale del corral

  • Narraciones. Por primera vez, Rodríguez Almodóvar defiende a cuerpo gentil sus cuentos y por la vía teatral, acompañado por su hija, los devuelve a la tradición oral donde nacieron.

EN los manuales escolares de Literatura nos explicaban los diferentes géneros literarios: épica, lírica y dramática, que eran tres, como los hijos de Noé, los tres mosqueteros, los cuartetos de los Carnavales de Cádiz (verbigracia: Tres Notas Musicales, la genial proclama antibelicista del Peña y el Masa) o las hijas de Elena, que ninguna era buena. Antonio Rodríguez Almodóvar, que conoce los materiales, ha revolucionado estos cánones.

Unos cuentos que recogió de la tradición oral, con una espesísima red de corresponsales anónimos, y a los que les dio forma de libros que se han vendido por cientos de miles de ejemplares, los ha convertido ahora en puro teatro. Una dramatización que por ser el género que se expone ante el público, a diferencia de las soledades que acompañan a los autores de epopeyas y de poesías, es una forma de devolvérselo a sus fuentes originales.

Todo eso y mucho más hay en Cuentos para casi todos. El debut de Rodríguez Almodóvar como actor de sus propios cuentos, intérprete de las historias de El Gallo Kiriko o La niña del zurrón. Shakespeare o Molière ya se subieron a los escenarios para defender sus obras: quizás las escribían porque se sentían actores, y Jea-Baptiste Poquelin incluso vio coincidir el cierre del telón con el final de sus días.

Ahora ha vuelto a ponerse de moda. Jesús Quintero se ha subido al escenario de su teatro para representar El loco soy yo. Y este catedrático de Literatura, premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, hace lo propio en la sala La Fundición, junto a la Casa de la Moneda. Este último fin de semana y el próximo invitará al público a participar en este baile de géneros e historias, acompañado para la ocasión con la complicidad de Sara Rodríguez, su hija. La princesa de un cuento sin príncipes ni cenicientas.

Suenan de fondo canciones de sus Cuentos de la media lunita, esa obra ya convertida en un clásico de la literatura universal. El público de este espectáculo, "es sólo para niños y padres inteligentes", dice su autor, recuerda la contraseña de la revista La Codorniz: la revista más audaz para el lector más inteligente. Los cuentos de esta forma vuelven a la oralidad en la que nacieron, a ese romance de aldeas globales o pedáneas, al fuego de las historias bien trenzadas, sin artificios ni moralejas con calzador.

El tercer hermano Grimm, como lo bautizó a Rodríguez Almodóvar la escritora Ana María Matute en su discurso de ingreso en la Real Academia, se enfrenta al público más difícil y menos contaminado, el de una sala de teatro. Después de conocer en tiempos ya remotos públicos más manejables, como los que conoció en los mítines políticos. Porque este autor de cuentos ciclados y reciclados fue en las municipales de 1979 el candidato más votado de la izquierda, pero un príncipe rojo cambió el sillón de Sevilla por el de Granada por temor a la llegada de un príncipe azul. Pero ese cuento no era de los hermanos Grimm, sino de Edgar Allan Poe. A Rodríguez Almodóvar no le salieron las cuentas, pero le llovieron los cuentos.

El espectáculo no tiene una duración estándar, ya que depende de la colaboración del público, que en realidad, como en el sufragio universal que conoció cuando fue candidato, es el verdadero depositario de estas historias. Rodríguez Almodóvar no llegó a ser alcalde de Sevilla, pero en aquel Ayuntamiento tripartito presidido por Luis Uruñuela, el autor de los cuentos ocupó la delegación de Educación, la verdadera cantera de los nuevos públicos de un cuento que no le teme a los lobos feroces de las nuevas tecnologías. Al revés. Revolucionarios soportes que suponen el regreso a una nueva oralidad. El autor de El Gallo Kiriko invita a los padres a contarles cuentos a los niños antes de dormir igual que a muchos mayores se los cuentan cuando se despiertan.

Sara Rodríguez se hizo Almodóvar por exigencia del guión.

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