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Los Invisibles

"Viajé cuatro veces a Zanzíbar para documentar la historia"

  • Fernando García Calderón. Una tía-abuela le reveló la historia de un sevillano del grupo 'Mediodía' que huyó de España y murió en Tanzania. Este 'madrileño' del Tardón hizo el resto.

SUS pesquisas literarias lo convirtieron en émulo de Livingstone. Los trenes llevaron a Madrid a Fernando García Calderón (Sevilla, 1959) y de los trenes vive. En Sevilla dejó los recuerdos de su infancia y un socio literario.

-¿Qué le lleva a África?

-Como pasó en mi anterior libro, La judía más hermosa, sobre Susana Ben Susón, todo lo encontré en los archivos de mi familia. Pocos meses antes de morir, una tía-abuela me habló de una historia familiar, la broma-secreto sobre un africano que un día apareció en su casa con un cofre. Eran los diarios de Juan Ángel Santacruz de Colle, un sevillano del grupo Mediodía que fue novio de una hermana de mi tía-abuela, huyó de España al final de la guerra civil y terminó en Zanzíbar. Había muy poca documentación y tuve que viajar cuatro veces a Zanzíbar. La primera coincidió con el atentado de las Torres Gemelas.

-¿Por qué se van a Madrid?

-Mi padre era ferroviario.

-¿El apartamento de su abuelo en el barrio de Santa Cruz que sale en su libro es real?

-Es una licencia literaria. Lo que sí es real es la plaza de Góngora del Tardón donde jugábamos al fútbol. A Facundo Laboa, mi socio de aventura literaria, lo conocí en los Salesianos de Triana. Estábamos en el equipo de fútbol. Cuando fui a Madrid allí no jugaban porque eran más sosos.

-De los Salesianos pasó al Betis Quino, hijo de Juan Sierra, uno de los poetas de 'Mediodía'...

-La relación de Santacruz con Mediodía fue tangencial. Estudió Medicina, la dejó porque se le murió un paciente. Tuvo un gran conflicto con su padre. En aquel tiempo no era difícil vivir de la sopa boba y es lo que hizo.

-¿Qué le hace un 'fugitivo'?

-En París tenía tratos con clientes alemanes de incunables y libros antiguos. Se vio envuelto en un lío y puso tierra de por medio. Se fue a Alejandría. No tenía idea de llegar tan lejos, pero de allí fue a Mombassa y a Stone Town, la Ciudad de Piedra capital de Zanzíbar, que entonces era un sultanato del Protectorado británico.

-En su libro 'Diario de ausencias y acomodos' novela al Santacruz calígrafo de Lope de Vega...

-Elige Lope porque era lo más fácil. Tenía tanta obra que era verosímil que apareciera algo nuevo.

-Como Javier Marías en su última novela, usted acude a una rima de Bécquer.

-Luego están las Rimas que no eran suyas.

-¿Tuvo el delirio de ser otro?

-En parte sí, pero sus vivencias en Europa fueron muy diferentes a las que experimentó en África.

-Allí lo sitúa como asesor de Julius Nyerere, una especie de precursor de Mandela...

-Su talla ética fue muy superior a su talla política. Era católico en un país de mayoría musulmana; un dirigente que predicó el respeto a otras culturas y a las tradiciones y costumbres de los demás.

-¿De qué vivió el sevillano?

-Llegó a trabajar hasta de cartero usando una avioneta oficial. En la Segunda Guerra Mundial se produjo un reclutamiento de soldados de Zanzíbar para el ejército británico que combatieron en el norte de Kenia y lo que se conocía como Somalilandia. Las familias querían tener noticias. La mayoría no quisieron volver, porque en el ejército se vivía mejor.

-¿Es un filón para un novelista?

-Santacruz aparecía en mi novela Yo también fui Jack el Destripador y estará en mi próxima novela, Nadie muere en Zanzíbar.

-¿A qué se dedica profesionalmente?

-Trabajo en la administración ferroviaria como ingeniero, me dedico a la investigación de piezas para la vía.

-El 11-S camino de Zanzíbar y el 11-M en Madrid...

-Vivo relativamente cerca de la estación de Atocha. Personas conocidas murieron en el atentado.

-¿Conviven ingeniería y literatura como hacía Juan Benet?

-No es que se lleven bien. En mi caso no se llevan. Trabajo de ingeniero de día y escribo de noche. Sólo al final de una novela surge el conflicto, pero tengo que parar porque hay que dormir.

-¿Qué puentes mantiene con su ciudad natal?

-Con Sevilla la relación la mantengo a través de la literatura.

-Uno de sus relatos lo preside el cuadro de Dalí de la muchacha en el alféizar...

-Lo de Dalí en Nueva York fue una auténtica locura, Santacruz lo vivió en 1955 cuando acompañó a Nyerere a Naciones Unidas. Dalí era mucho más famoso fuera que en España. Con él ha pasado igual que con Borges, no se les ha valorado por su obra, sino por lo que han dicho o han hecho.

-¿Fue duro llegar a Madrid?

-Tenía nueve años. Nos quedamos en una pensión y al año nos fuimos al piso de una marquesa del pueblo de mi madre, La Roda de Andalucía. Este pueblo llegó a ser una gran encrucijada ferroviaria. Mi padre, que era de Santa Olalla del Cala, fue de ferroviario y conoció a mi madre.

-La de historias de amor que acumulan los trenes.

-En el AVE ahora es mucho más difícil. Mi primer viaje en tren lo hice a La Roda con cuarenta días.

-¿Ha venido como escritor o como ingeniero?

-Las vías las he dejado en Madrid. Vine con el libro de relatos de Alfar y a llevarle a Algaida las galeradas de la nueva novela. Ésta es sólo mía, a Facundo no hay quien lo saque del relato corto.

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