Sevilla

Los parados ibéricos

  • Badía ha puesto en vigor un descuento de todos sus productos, con excepción de bebidas alcohólicas, para todos los que acrediten su condición de estar en el paro

Sonia González, 31 años, es una de las 173.705 personas en paro en la provincia de Sevilla. Se quedó sin trabajo hace tres meses y acaba de ver una promoción insólita; llegó con Isabel, su suegra, a Cash Badía del Polígono Store y leyó un cartel: todo parado que acredite su condición de tal con la cartilla del paro y el DNI se beneficiará en los cinco cash y las cuatro tiendas de la cadena con un descuento de un 5%. Una respuesta de Juan Badía, el propietario de la empresa, a la situación de crisis que padece el país y que cada día dispara vertiginosamente las cifras del paro. "El descuento afecta a todos los productos, menos a las bebidas alcohólicas", dice Juan Badía. Y rige de lunes a jueves.

"Una parada rica", dice Badía al ver la paletilla en el carro de Sonia. "Es para mi suegra", explica esta vecina de San Diego y madre de una niña. La observación de Badía no es baladí. Este singular empresario hecho a sí mismo que salió adelante después de pasar por 23 oficios, "una vez los conté, de unos me echaban, de otros me iba", apunta dos secuelas visibles de la crisis en lo que ve en su propio negocio. "Fíjate si la gente mira ahora el dinero, que como nosotros somos los más baratos sin bajar la calidad hemos aumentado las ventas en un treinta por ciento". Los grandes sacrificados de la crisis han sido los jamones. "La venta ha disminuido entre un 10% y un 15%. El que compraba jamón de bellota, lo compra de pienso. El que lo compraba de pienso, compra jamón blanco y el que compraba jamón blanco simplemente no lo compra".

Juan Badía (Sevilla, 1945) es el mayor de siete hermanos y no le cuesta mucho trabajo ponerse en la piel de tanto parado. "Mi padre trabajaba cuando trabajaba. Yo empecé con siete años. He repartido pan y leche, he vendido piñonate en un carrito, he sido soldador, albañil, ferrallista. Mi padre me puso con un hombre, Mario del Tormo, que era la Biblia de la venta. Me dedicaba a escuchar, a aprender, a ver cómo vendía hasta el aire. Tenía que quedarme con la copla para no tener que levantarme más a las seis de la mañana".

En principio, la medida estará en vigor un par de meses. "Como la crisis no creo que la arregle nadie, le he dicho a mis cajeras que me hagan un estudio. Si vemos que con esta medida aparece un nuevo tipo de cliente, igual la amplío más tiempo. Lo que no va en lágrimas, va en suspiros". Con el jamón como heráldica de sus castillos, Badía sueña todos los días con su revolución: socializar el ibérico, que suena a proclama reivindicativa de José Saramago. Dos de sus tres hijos ya están incorporados al negocio: Víctor, 30 años, es el gerente; Gema, 32, trabaja en el departamento de publicidad, una de las principales aficiones de Juan Badía junto a la cacería y su trabajo. "Trabajar enamorado de lo que haces es muy bonito. Nunca te hartas y siempre disfrutas". Jesús, el benjamín, estudia Económicas en Madrid.

Cada mañana se levanta con una idea y le da forma. "La publicidad la llevo yo personalmente. No tiene mérito. Es lo más fácil del mundo. Lo difícil es hacer publicidad de algo engañoso". Dice Badía que si todos los parados estuvieran informados de su medida, habría overbooking. "El cash es tan grande que muchos creen que es para mayoristas". El último cash lo abrió en Carrión de los Céspedes, en un polígono industrial que inauguró Manuel Chaves. "Le hice el catering y sus colaboradoras terminaron comprando en mi tienda". Sus otros cash están en Camas (el pionero), Utrera y Alcampo.

En el cash de Store, donde Sonia ha comprado productos para llegar a final de mes y su suegra se lleva la paletilla, hay un bodegón y un salón de celebraciones en el que esta semana ha tenido lugar el Salón Andaluz de Costura Flamenca, con modelos y diseñadores, y la tertulia flamenca que desde hace cinco años Badía organiza el primer y tercer martes de cada mes. Por ella han pasado Chiquetete, Arcángel, María José Santiago, Los del Río, Los Marismeños, Carmen Ledesma. "En marzo vamos a organizar una tertulia en homenaje a Manolo Caracol en su centenario".

El cuartel general de Badía está en Camas, en la carretera de Mérida, Ruta de la Plata, de jamones y romanos. "Cuando todo el mundo hablaba de la crisis, pensé en algún detalle, en algún regalo, pero al parado le llega más el dinero. Aunque yo lo pierda porque nos movemos en un margen muy bajo. El aceite me está costando el dinero". 5%. La aportación de Badía a los parados. Combate el paro a su manera. 250 personas trabajan en sus diferentes establecimientos, que rebasaron los límites de la provincia para llegar a Marbella y Sanlúcar de Barrameda. Y a sus respectivos parados.

Costillas, solomillos, paleta ibérica. Paletillas Fermín, de las Hurdes, donde Badía cazó no hace mucho un buen número de zorzales. Llega un cliente muy especial. Rodrigo Díaz, tocayo del Cid Campeador, último propietario del Laredo montañés en la calle Sierpes. Ha abandonado la carrera oficial del centro comercial. "Algunas cosas las comprábamos en Badía". "Mira esos pollos, que da bendición de verlos", apostilla Badía. Tres hijos. Tres nietos.

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