"El pensamiento único está siendo impuesto en la Iglesia"

Son y están

Es uno de los juristas y académicos más prestigiosos de Andalucía, con amplia proyección social desde su humanismo cristiano, su andalucismo político y su militancia cultural en pro de la música clásica. A sus 75 años, coordina la formación de los futuros notarios y es un librepensador con voz propia y conciencia crítica

27 de marzo 2011 - 05:03

SU despacho ha sido en Sevilla, durante décadas, más que una notaría. "Es una lástima que no hubiera escrito un diario, para recordar mejor tantos hechos y personajes". Asuntos rimbombantes o historias de la vida cotidiana bajo la discreción de un fedatario interesado por todo lo relacionado con la juridprudencia, la Iglesia, la política, la educación, la cultura... Rafael Leña nació hace 75 años en Almería pero en realidad se siente de Alcalá de Guadaíra, donde vivió infancia y adolescencia con sus padres, ambos maestros. "Maestro Rafael Leña es el nombre de una calle en Alcalá en honor a mi padre, de lo que me siento muy orgulloso".

-Usted presidió el patronato de la que iba a ser primera universidad privada de Andalucía, la Fernando III. ¿Por qué se paralizó? ¿Qué opina de la alternativa planteada, Loyola, con apoyo de Abengoa?

-Fue inexplicable que, después de lograr la aprobación del Parlamento de Andalucía sin un solo voto en contra, la falta de entendimiento entre dos instituciones eclesiales diera al traste con el proyecto. Me alegro mucho de que los jesuitas hayan retomado la iniciativa y vayan a sacarla adelante. Hace falta una universidad privada de inspiración cristiana. ¿Por qué no iba a hacerla en Andalucía, si la tienen Madrid, Barcelona, Valencia, Navarra...?

-¿La religión es el eje de su vida?

-Es el motor. Para algunas personas, mi forma de pensar no es ortodoxa. Yo sí creo que estoy en un planteamiento adecuado, al igual que otras personas con las que me reúno. La Iglesia está perdiendo muchas posibilidades. Por ejemplo, la jerarquía se queja de la falta de vocaciones. Culpa al desprestigio por los pecados de los curas, al laicismo que nos invade, al poder político, a los padres que no transmiten valores. Pero, ¿la jerarquía no tiene culpa alguna? No hay ni el más mínimo esbozo de una autocrítica. El tema es grave. Véase la última encuesta publicada por la Fundación Santa María: lo último que importa a la gran mayoría de los jóvenes de 15 a 24 años es la religión. La última institución que estiman es la Iglesia. Todo esto hay que verlo. La sociedad ha cambiado mucho. Y no se han desarrollado los textos del Concilio Vaticano II, que daba respuesta a esa nueva sociedad.

-¿Cómo ejerce su postura?

-Internet facilita la colaboración entre quienes pensamos así, leyendo y escribiendo en webs como Fe Adulta o Eclesalia. Los que estamos en Sevilla, nos reunimos cada quince días, o a veces por la presentación de un libro. Ciertamente, eso es poco. Vemos una cierta divergencia porque la teología va avanzando y la jerarquía no. Y el Concilio Vaticano II da pautas para que se supere esa barrera.

-¿Cuáles son los principales retos de la Iglesia?

-El de la mujer en pie de igualdad dentro de la Iglesia. Otro reto es el divorcio. La realidad demuestra que la diferencia actual entre anulación y divorcio no es creíble. Hoy en día no puede pensarse que la familia patriarcal es la única posible. Y el tercer reto es el de los embriones. Siempre que la Iglesia ha intentado ir por delante de la ciencia, se ha equivocado. Hay que dejar que la ciencia vaya primero, y después debe ir la moral diciendo esto sí y esto no.

-Fue uno de los cristianos que firmó un documento criticando la implicación partidista de los obispos en manifestaciones.

-Era ante una manifestación en favor de la familia, que tenía matices políticos. La Iglesia siempre ha presumido de la libertad interior, de libertad de conciencia. Nos preocupa que la Iglesia cada vez tienda más al pensamiento único. Por ejemplo, se denuestan los estudios históricos sobre Jesús. No entiendo que se traten de cercenar los avances en esa materia. A mí me ayudan a que me seduzca aún más la figura de Jesús.

-Usted ha sido muchos años un asesor del cardenal Amigo. ¿Qué le parece el arzobispo Asenjo?

-Es distinto en cuanto a su forma de ser y de pensar. Mi relación con Amigo es entrañable. No sintonizo demasiado con lo que representa Asenjo. Don Carlos no era ningún progresista, como se ha dicho. Tenía un tremendo respeto por la conciencia, dejaba hacer. Permitía que los carismas de cada uno se desarrollaran, porque en la Iglesia somos muchos y pensamos de distinta manera. Tengo la impresión de que en este momento no se dan esas circunstancias.

-Asenjo le da prioridad a recuperar el papel de los colegios religiosos como cantera de las vocaciones. ¿Las familias sevillanas que llevan a sus hijos a dichos centros educativos están en esa onda?

-Desde mi punto de vista está claro lo que va a pasar. Los partidarios del pensamiento único dirán: "Ésta es la verdad. La verdad es inmutable". Eso es lo que se hacía hace 50 años. Pero lo que se llama verdad no ha sido inmutable a lo largo del tiempo, ni muchísimo menos. Muchas veces la jerarquía ha acudido tarde por no haber visto el fenómeno de la sociedad que iba por un determinado lado. Y se perdió el mundo obrero, se perdieron los intelectuales y ahora se pierde la juventud. Y los viejos que nos sentimos Iglesia nos enfadamos porque se vuelve hacia atrás. No hay que condenar al mundo. Jesús no lo hacía, se adentraba en el mundo, incluso en lo que era más despreciado.

-¿Sigue militando en el Partido Andalucista? ¿Puede resucitar en las próximas elecciones?

-Sigo siendo militante de base. Creo que en la política ha de haber partidos nacionales que defiendan los intereses de la nación y partidos autonómicos que defiendan los intereses de la autonomía, y de esa confrontación saldrán acuerdos y beneficios. Pero la ciudadanía no lo vio. Desde el PA se cometieron muchos errores, algunos de ellos muy graves. Yo en su momento los denuncié. Pero en los partidos grandes ¿no se han cometido errores? Muchísimos más. Va a resultar muy difícil que remonte electoralmente. Porque no tiene un duro y porque los medios de comunicación sólo atienden a los dos grandes.

-¿Qué cambiará en Andalucía si el PSOE pierde el poder? A ojos de muchos andaluces, desde el 28-F ha sido el partido que ha representado los intereses andaluces.

-El PSOE se ha desacreditado, pero el vuelco electoral se va a dar en favor del PP, que gobernará para toda España desde Madrid. Por mucho que ahora Javier Arenas se defina como muy andalucista, los intereses impondrán otra cosa. No tengo esperanzas de que Andalucía, con el PP en la Junta, se vertebre más ni tome más conciencia de sí misma. Ante el simple hecho de la alternancia se producirá una ilusión y una revitalización que siempre será buena. Soy partidario de la limitación de mandatos, ocho años como máximo, es bueno en política y en cualquier entidad.

-¿Cómo ve la Andalucía actual?

-Ha mejorado mucho en treinta años, no hay más que darse una vuelta por los pueblos. Pero seguimos en la cola en empleo, renta y educación. Es enorme la cantidad de dinero que ha llegado desde Europa para que diéramos un salto, y seguimos en la cola. No se va a dar el salto mientras se busque el voto fácil más que la industrialización y la competitividad.

-¿Es justo achacarle toda la responsabilidad a los políticos?

-No, los políticos son hijos de la sociedad en la que viven. Los pocos que se corrompen lo hacen con la corrupción que también se da en otros estamentos. Es verdad que la aparatocracia está matando la política, me preocupa su desprestigio. A sus dirigentes se les acusa de hacerse políticos profesionales. Ojalá fueran profesionales. Se agarran a los partidos para tener un sustento. En la Transición, había personas de prestigio que entraban en política aunque le perdieran dinero. Pero no veo que los grandes partidos quieran cambiar las reglas del juego.

-Una propuesta de vertebración social.

-Dejar de controlar a las fundaciones por medio de subvenciones, y que a cambio tengan exenciones fiscales. Está comprobado que esas exenciones producen tres veces más que lo que deja de percibir el Estado.

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