Decimocuarta del abono de la maestranza

Talavante consigue el único trofeo en tarde plúmbea

  • El extremeño aprovecha en único toro potable del encierro de Jandilla, que pecó de flojedad excesiva. El Cid pasó de puntillas y Castella tampoco pudo levantar la tarde.

Alejandro Talavante consiguió el único trofeo en una tarde plúmbea y sin toros, porque la corrida de Jandilla, bien presentada, pecó de una flojedad excesiva y eso que el tercio de varas fue, en la mayoría de los casos, un simulacro. El extremeño contó con el toro más potable del encierro: un colorao cornidelantero, que resultó manejable y al que no se le hizo sangre ni para un análisis en el primer tercio. El pacense se lució, con la capa, en unas chicuelinas muy ajustadas. Luego, con la franela, pergeñó una faena medida y muy expresiva, basada fundamentalmente en la mano derecha. Tres series que fueron creciendo en intensidad y en las que primó el temple. Con la izquierda, brilló en otra con dos preciosos naturales. También dibujó alguna trincherilla de cartel. La seguridad en la suerte suprema, una gran estocada entera al volapié, fue decisiva para que le concedieran la única oreja del festejo. Con el sexto, un animal manso y flojo, realizó un trasteo encimista, salpicado de enganchones, que dilató en exceso y cortó tras las protestas de algunos espectadores.

El Cid, voluntarioso, se las vio con un lote que perdió fuelle de inmediato. Con el que abrió plaza, que colocaba bien la cara en la persecución de la muleta, el saltereño, en las afueras, llegó a hilvanar un par de buenas tandas con la diestra. Pero ahí acabó todo. No hubo más toro. Con el flojísimo cuarto, que no se tenía en pie, nuevo esbozo de faena, que comenzó el torero en los medios, con el animal partiendo desde tablas para una tanda con la diestra. En la siguiente, con la misma mano, de largo, el animal perdió las manos. El resto, pases y pases, sin que aquello emocionara lo más mínimo.

Sebastián Castella tampoco pudo levantar la tarde, pese a sus largas porfías con sus oponentes. Ante el noble segundo, de escasa acometividad, la labor fue muy extensa, con infinidad de muletazos y pausas sumamente dilatadas. Con el flojo e incierto quinto, que perdió repetidamente las manos, volvió a mostrarse porfión, aunque incómodo, con algún desarme y varios enganchones en el trasteo. Tarde en la que se retornó a la triste realidad del toro inválido que marca el rumbo del espectáculo hacia el aburrimiento. En esta ocasión, Talavante ganó un trofeo, gracias a un faena medida y expresiva, en una tarde plúmbea.

Ficha del festejo:

Decimocuarto festejo del abono en La Maestranza

GANADERÍA: Corrida de Jandilla-Vegahermosa, en su conjunto bien presentada y de juego desigual. Predominó la flojedad y el tercio de varas fue en su mayoría un simulacro. El mejor para la muleta, el tercero.

TOREROS: Manuel Jesús El Cid, de grana y oro. Pinchazo y entera (silencio). En el cuarto, entera caída (silencio). Sebastián Castella, de nazareno y oro. Pinchazo y estocada (silencio). En el quinto, casi entera y un descabello (silencio). Alejandro Talavante, de nazareno y oro. Estocada (oreja). En el sexto, dos pinchazos y entera (silencio).

INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Miércoles 25 de abril. Lleno. Viento que molestó en algunos pasajes de la lidia.

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