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Crítica 'A vingança de uma Mulher'

Alabada sea Rita

A vingança de uma Mulher. Drama, Portugal, 2012, 100 min. Dirección: Rita Azevedo Gomes. Intérpretes: Rita Durão, Fernando Rodrigues, Hugo Tourita.

Todos llegamos tarde -especialmente los programadores de festivales generosos en el número de películas a exhibir- al encuentro con esta polifacética mujer de cine, y eso que el currículum era difícil de superar: al menos tres obras maestras como directora (O som da Terra a Tremer, Frágil como o Mundo y A 15ª Pedra), actriz en la irrepetible O Constructor de Anjos de Noronha da Costa, diseñadora de vestuario en Francisca de Oliveira, decoradora para DerRosenkönig de Schroeter o contribuyente en uno de los mejores libros de cine contemporáneo, el que la Cinemateca Portuguesa dedicara a João César Monteiro.

Lo bueno es que quienes no estén al tanto de todo esto pueden recuperar el tiempo y asistir al vislumbre de la apabullante versatilidad de Gomes en su última joya, A vingança de uma Mulher, una de esas raras películas que excitan la pasión por el cine, por lo que el cine puede. Ante esta libre adaptación de Barbey d'Aurevilly, ante este melodrama estilizado y autoconsciente, vuelven a resonar los ecos de Daney cuando nombraba la particular pasión arqueológica de los miembros del polo de imantación portugués, de aquellos "artesanos maníacos e hipercultivados que se pagan el lujo de fabricar el cine más lento del mundo". Y es que la cineasta comienza desde la bambalina, desde la espalda de la representación y la molicie de los intérpretes -cuyas voces aéreas invocan el artificio-, ejecutando una bella y lúdica autopsia del género a partir de planos que, como diría Deleuze, son cristales de tiempo en los que el relato se acrisola y la propia historia del cine se refleja (Visconti y Ophüls volteando una cuerda para que Schroeter y Raúl Ruiz la salten a la comba). Lo grande de Gomes, sobresaliente directora de actores, es cómo logra abrir perspectivas insólitas en este túmulo melancólico, cómo alterna lo cocido con lo crudo -acrobacias del off, libertades del in- para que el espectador sienta que tanto su mente como su cuerpo se encuentran extrañamente involucrados en el juego de sombras.

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