Tras veinticinco años de vida del Teatro de la Maestranza la programación lírica local sigue arrastrando una serie de importantes déficits que nos hacen estar a la cola de las principales ciudades españolas con programación lírica. Una de las más graves carencias es la ausencia de la ópera barroca escenificada y ello habla más de la indolencia (y también de la ignorancia) de los programadores que de falta de apoyo social.

Esta circunstancia da lugar a cosas como que la OBS venga de interpretar el Orfeo de Monteverdi, escenificado, en el Arriaga de Bilbao y que en su ciudad tenga que conformarse con una serenata sin escena porque ningún teatro de la ciudad se digna programar una ópera barroca en su integridad. Y en unos días la tercera Bohème. Ustedes dirán.

La OBS se merece un mejor trato por los teatros líricos de la ciudad

La OBS ha vuelto a ser dirigida en una obra de Haendel por el director Andreas Spering, que supo encontrar el pulso exacto a cada momento de esta magnífica composición, desde la energía y el movimiento incesante de la sinfonía hasta los acentos más delicados de las arias más líricas, sin dejar caer nunca el tempo y sin dejar de señalar las inflexiones necesarias. La OBS le respondió con sus mejores armas, sonido empastado y enorme flexibilidad.

Di Donato resolvió con magistral brillantez sus terribles partes, llenas de saltos de hasta dos octavas y media, con graves bien apoyados, agudos brillantes y espectacular coloratura. La voz de Díaz mostró su belleza tímbrica, su homogeneidad de color y su soltura en las agilidades. A Solset se la oía poco cuando bajaba del agudo y a su voz, de perfiles infantiles, le faltó brillo.