Crítica de Música

Pecados y pasiones burguesas

Tiene toda la razón John Axelrod en sus declaraciones de estos días: es una pena que un concierto de la calidad del que reseñamos sólo tuviera algo más de la mitad del aforo debido a las impropias fechas. Y menos que tendrá hoy probablemente al tratarse de fin de semana. Se impone una solución, que debe pasar un diálogo de igual a igual entre Sinfónica y Maestranza, dos vecinos que, pese a quien le pese, están llamados a entenderse si quieren seguir adelante.

La situación es aún más sangrante por tratarse de uno de los programas más interesantes de todo el abono y, sobre todo, por haber sido la base para una de las interpretaciones más espectaculares y brillantes de esta temporada. La orquesta se encuentra en un fantástico momento artístico, lo que se manifiesta en un sonido terso, de un empaste carnoso, gran calidad de sonido en todas las secciones, precisión en los ataques y (lo que es más importante), entudiasmo y alegría en los rostros y en la forma de tocar.

El breve pero intenso Adagietto de Pendecki se abrió con un gran solo de trompa y en manos de Axelrod manifestó toda la fuerza y tensión de su discurso. Aún más intensidad y pasión desplegó el director tejano con la fantasía sinfónica de Chaikovski, con una sabia dosificación de las fuerzas de tensión interna, reteniéndolas para alcanzar los diversos clímax de emotividad en explosiones de sonido de una calidad y calidez espectaculares.

Al acierto en la programación de la obra de Weill le secundó la calidad de los solistas, especialmente la de Giunta, de bello timbre, fraseo sinuoso e impactante interpretación integral. Brillante el cuarteto vocal, con un Cuevas de voz rotunda y profunda. Axelrod subrayó el clima irónico de la música con un fraseo lleno de acentuaciones.

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