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Impulso para la verdadera miga

  • El Sevilla debe liberarse tras el éxito copero y empezar a subir a saltos la empinada escalera liguera

  • La baja de Banega es el nuevo inconveniente

No hace falta recordarlo más. La Copa da prestigio, da alegría, gozo y orgullo, pero es un alimento espiritual. De lo que de verdad se nutren los clubes modernos es del pan diario de la Liga, sobre todo para esos clubes cuyo crecimiento los obligan a una inyección constante de ingresos para mantener su elevado estatus. El Sevilla es uno de ellos. Con el cuarto presupuesto de España y la meta de intentar repetir por cuarto año consecutivo en la Liga de Campeones para no provocar una preocupante deflación, el equipo nervionense debe reaccionar ya en la Liga para no alejarse más de ese alimento carnal que procura instalarse en la zona más noble de la tabla. Y para ello no hay mejor impulso que el éxito esplendoroso de la clasificación para una nueva final de la Copa, la cuarta nada menos de esta centuria prodigiosa.

Vincenzo Montella ha enviado un mensaje claro al respecto. "La final de la Copa hay que meterla en un cajón que hay que abrir una semana antes de la final". Ahora toca la Liga, o sea, recuperar el muchísimo terreno perdido en la Liga, máxime después de que el Villarreal ofreciese la oportunidad que otras veces ofrecieron Real Madrid y Valencia y que el Sevilla no fue capaz de aprovechar. Gracias a los tropiezos de los rivales directos el equipo de Montella, que lleva una pésima racha liguera de cuatro puntos de los 15 que ha disputado con el italiano al mando, todavía hay esperanza en recortar terreno. Pero no puede fallar más, porque la Liga no espera y la mejor prueba es que ya incluso lo ha superado desde detrás el Eibar...

La Liga no espera y la mejor prueba es que el Eibar ya ha alcanzado al Sevilla como sexto

Se trata de una presión natural en el Sevilla de los más de 200 millones de presupuestos, pero la Copa ofrece la posibilidad de una catarsis colectiva que convierta ese exceso de responsabilidad, a veces tan perniciosa, en liberación. Y aprovechar ese impulso anímico sin caer en la autocomplacencia es lo que ha pedido el técnico a sus jugadores en la previa de un partido que llega, como tantos otros esta campaña, con su carga de peligro emboscado.

De entrada, este Sevilla que responde cuando juega su once de gala pierde a una pieza principalísima, quizá la piedra angular que le da coherencia a todo el sistema, tanto en la presión y la basculación para minimizar las armas rivales como la organización del juego ofensivo para hacer daño de verdad. Se trata, casi ni hace falta decirlo, de Banega. En el rato que salió para nada en Ipurua, para nada más que para meter más carga en sus fatigadas piernas, vio la quinta amarilla. Además, ante el Leganés su musculatura dijo basta y tiene lastimado el bíceps femoral, con un periodo de baja por definir.

A ese lastre, además, se une que enfrente estará un Girona que está siendo una de las sensaciones de la Liga. Su entrenador, Pablo Machín, ha dotado de una elástica solidez a un equipo que se pone en el campo con un trabajado 3-5-2 en el que la presión, el cúmulo de piernas, la movilidad, los buenos apuntes tácticos, lo hacen peligrosísimo para cualquiera, incluido un Sevilla que quiere reencontrarse en la Liga como en la Copa.

Es una incógnita quién será el sustituto de Banega después de la mala impresión que dio Roque Mesa en Ipurua. Pero en aquel partido hubo demasiados condicionantes negativos. Montella tuvo que meter de una tacada, quizá no de la forma mejor complementada posible, a seis jugadores: los tres nuevos, el inactivo Pareja por la sanción de Mercado y Nolito y Ben Yedder para que tomaran aire Correa y Muriel de cara a la semifinal con el Leganés. El resultado ya se sabe: desastre en Éibar y éxito copero.

Ahora, Roque Mesa, o Pizarro, el otro candidato a suplir a Banega, estarán más arropados en un equipo sin tanta mezcla forzada. Montella ya tiene una base definida y ahora debe ir reflejando en ese espejo de equipo a cuantos más jugadores pueda, midiendo bien las proporciones. Es un trabajo de alquimista en busca del oro de la regularidad liguera, lo único que alimenta con nutrientes tangibles. Lo otro, la Copa, es puro gozo espiritual, un subidón anímico sin un buen pago económico. Y los clubes de este siglo están demasiado influidos por lo económico. Por mucho que el Sevilla sea de los más saneados, que lo es, sin el pan de cada día no hay salud duradera.

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