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En Moscú, una estufa de cisco

  • El Sevilla ensucia su futuro con la noche europea más oscura del siglo XXI

No se le da bien Moscú al Sevilla. San Petersburgo es otra cosa, pero la capital de todas las Rusias tiene algo que desentraña las pesadillas olvidadas. Salvo aquel triunfo sobre el Lokomotiv, con gol de cabeza de Jordi López sobre el barro helado que encauzó la primera Copa de la UEFA en 2006, las otras visitas fueron frustrantes, o acabaron siéndolo. El Torpedo ganó por 3-1 en octubre de 1990 y el CSKA empató tras ir perdiendo para ennegrecer el futuro en la segunda participación en la Liga de Campeones, en febrero de 2010. Ahora también se le ensucia el horizonte a un Sevilla que recibió la derrota europea más dura del siglo XXI.

Sólo el Real Madrid, en la Copa de Europa de la temporada 57-58, infligió al Sevilla una derrota más dura que la del Spartak. Entonces fue un 8-0 el que apeó de los cuartos de final a aquel equipo que llegó al máximo torneo continental como subcampeón de Liga y ahora puede ser un 5-1 el que lo aleje de los octavos de final de la Champions. Porque el Sevilla debe mirar ya a la cita con el Spartak del 1 de noviembre encomendándose a todos los santos. Pero antes debe enmendar la plana de la forma más rápida posible y lo inmediato es la visita a ese Valencia que hace del contragolpe la misma delicia que el Spartak. El perfil es igual: seguridad defensiva, intensidad en las marcas, rapidez en las transiciones, movimientos sin balón y pegada brutal. Lo demostró muy cerquita de Nervión el equipo de Marcelino el domingo y en Moscú el Sevilla recibió una dosis extra de esa misma medicina tan agria.

Otro golpe similar al de anoche dejaría ya muy tocada la línea de flotación del Sevilla, porque afectaría ya directamente a la confianza de los jugadores en un sistema que se empeña en dominar con el balón y poco más.

Melgarejo remata cómodamente ante Lenglet. Melgarejo remata cómodamente ante Lenglet.

Melgarejo remata cómodamente ante Lenglet.

Berizzo cree en su idea, pero ese fútbol plano al pie, que apenas se saltó Nolito en Moscú, facilita el trabajo a las defensas intensas y pobladas, y requiere una cocción tan lenta, como en una estufa de cisco, que para hacer un gol necesita un sinfín de toques con un grave riesgo: el equipo se vuelca obsesivamente, cada vez más, acumulando hombres hasta el punto de estorbarse en el área en busca del gol que no llega y deja desguarecido todo su sistema defensivo.

El Spartak vio el resquicio y abrió un boquete que puede hundir la nave si técnico y equipo no se recuperan del cañonazo. La confianza está en juego. Que Berizzo mueva el cisco con la paleta y airee la estancia si no se quiere ahogar...

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