Vivir en Sevilla

Una forma diferente de entender la música

  • Alqvimia Musicae propone ir más allá de las habituales interpretaciones musicales con puestas en escena minimalistas para "transformar al oyente"

"La música ha perdido su poder mágico, su capacidad de transmitir. Se ha convertido en un mero producto por la forma en la que se expone", afirma Abraham Martínez, director de Alqvimia Musicae, una orquesta de cámara con músicos profesionales cuyo repertorio se mueve entre el primer barroco y el clasicismo. De reciente creación, este sevillano encabeza ahora el paso de gigante que supone constituirse en una entidad social privada.

Una nueva fundación musical para Sevilla. Alqvimia Musicae funcionará oficialmente desde el próximo 24 de octubre. El hasta ahora grupo, nacido poco antes de 2013 con miembros de la Orquesta Barroca y la Orquesta Sinfónica de la capital, pasará a ser una institución respaldada por 9 patronos y 100 mecenas. Su principal misión será la de continuar el camino desarrollado en estos dos años: realizar proyectos de alto interés cultural. Una manera de entender la música que Martínez reconoce que es distinta. "Queremos aportar otra visión del arte e intentar poner unas condiciones diferentes a las de un concierto al uso para transformar al oyente", comenta.

Para conseguir lo que Martínez denomina "experiencias", el nuevo ente contará con el apoyo económico y humano de los mecenas. Iniciativas musicales en las que se combinará la música con otras artes plásticas como la escultura o la pintura. "Antes la gestión recaía sobre nosotros y teníamos que estar supeditados a la Iglesia o a festivales", recalca.

Partiendo de un estudio musicológico, simbólico, retórico y espiritual, la idea de Alqvimia es alcanzar una recreación de cada una de las obras -tanto clásicas como de nueva composición- desde por qué y para qué fueron concebidas. "Suena un poco utópico, pero funciona realmente así", explica Martínez. Aunque no será una fundación inaccesible, sí estará limitada a quienes muestren una especial implicación por los proyectos, "de manera que les influya y esto permita llegar a más gente". "Puede parecer elitista, pero ni mucho menos lo será", asegura.

Alqvimia Musicae no sólo surge para interpretar y promover la música. Entre sus propósitos también está la formación. Una labor didáctica por parte de especialistas que va dirigida a jóvenes intérpretes que están finalizando sus estudios superiores de música. Junto a ello, la recuperación de aquella parte del patrimonio musical que ha quedado olvidado en archivos: composiciones no editadas, no grabadas o no interpretadas. Desde particulares hasta bibliotecas o hermandades. Es precisamente en las cofradías donde Alqvimia Musicae ha llevado a cabo un importante trabajo para rescatar coplas características de celebraciones litúrgicas que datan del siglo XIX y de principios del siglo XX. "No descartamos grabar un disco con este material", apunta Martínez. Además, la conservación del arte tiene un especial protagonismo, tratando de velar por los instrumentos que están sin restaurar o catalogar. De hecho, el director de la fundación es también organista y ha realizado varias restauraciones de órganos, el último hace pocos meses en Gilena.

Buscando precisamente la parte espiritual y transformadora del arte, la trayectoria recorrida por la orquesta de cámara de Alqvimia Musicae ha dejado actos cargados de simbolismo. Uno de ellos fue la combinación del Requiem en do menor de Michael Haydn en febrero del pasado año, con la proyección de ilustraciones sobre el retablo mayor de la Iglesia de la Anunciación completamente a oscuras. En Alcalá del Río, dentro del ciclo Música Antigua en la Iglesia Santa María de la Asunción, la pintura de Álvaro Reinoso acompañó en esta ocasión las interpretaciones, pintando en directo las emociones y vivencias del concierto.

La última de las experiencias tuvo lugar en la Iglesia de San Alberto Magno a principios de este año. El templo filipense acogió Inside, un concierto en el que, según relata Martínez, la orquesta se situó en la parte alta del coro y no en el centro del altar, tomando disposición triangular. "Creamos un efecto tomando un pebetero con incienso y velas que se iban apagando y encendiendo en función del número de intérpretes en cada momento", explica. "Se trata de una introspección de la experiencia, donde la música pasa a un primer plano, siendo más minimalistas en la puesta en escena. Esto no es usual verlo", añade Martínez.

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