La postura de la familia Lorca sobre la posible exhumación de la fosa en la que supuestamente se encuentran el poeta y los republicanos Dióscoro Galindo, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, todos ellos asesinados en la madrugada del 18 de agosto de 1936, pasa por el respeto a los deseos de los familiares de las demás víctimas y también por el temor a las consecuencias de la apertura.

Los seis herederos aceptan "los deseos de todos los familiares de las víctimas para ejercer su derecho a decidir qué hacer con los restos de sus antepasados". Sin embargo, reiteran su postura incial de no querer abrir la fosa. "No nos vamos a oponer, comprendemos las razones de otros familiares pero, como siempre hemos dicho, nos parece que el barranco de Víznar debería permanecer intacto como el cementerio que es", aseguró ayer Laura García Lorca, sobrina del poeta de Fuente Vaqueros .

En declaraciones a este periódico, la presidenta de la Fundación Lorca sostuvo que "abrir una sola fosa y elegir entre los muertos desvirtúa la realidad histórica que constituyeron los hechos terribles de los asesinatos en la represión franquista". Pero los Lorca quieren "dejar muy claro" que su postura "no atiende a la intención de no querer saber" o de no querer hurgar en la historia". Simplemente responde -según puntualizó- a la literalidad de las palabras: "No hurgar en la fosa".

Tras la iniciativa del juez Garzón de abrir la mayor investigación sobre los desaparecidos de la Guerra Civil (en caso de que resulte ser competente), los familiares del poeta acordaron, en una reunión celebrada el pasado miércoles en Madrid, que no serán ellos quienes impidan la exhumación, sin bien sienten el "temor fundado" de que, de llevarse a cabo, aquello se convierta en un circo.

"Es muy difícil que esto no sea un espectáculo", comentó Laura. Por ello, de exhumarse la fosa, considera "imprescindible" que se realice con "unas medidas fiables de protección de la intimidad y unas garantías totales de privacidad y de respeto". Son unas disposiciones que el científico Miguel C. Botella, director del Laboratorio de Antropología Física de la Facultad de Medicina comparte y que tanto la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) como Nieves Galindo, nieta del maestro de Pulianas fusilado, garantizan desde hace años.

"No tendría ningún sentido no hacer bien las cosas y trabajaríamos con la exigencia previa de que se garantizase la intimidad", aseguró ayer Botella. El equipo de investigación de la Universidad, formado por arqueólogos y antropólogos, está "muy cualificado" y, según indicó, la investigación "sería corroborada por cinco científicos extranjeros".

Pero si la fosa se llega a abrir, 72 años después del asesinato, los Lorca estiman que "lo que se pueda saber examinando los restos de Lorca no va a añadir nada importante a las circunstancias de su muerte, que es muy conocida". De ello, se deduce que rechazan un estudio antropológico y, de producirse, no lo harían público.

El segundo aspecto acordado por la familia supone mantener los restos del poeta en el parque del barranco de Alfacar, a efectos de "preservar el lugar" para el recuerdo. "Nos gustaría ser fieles a lo que allí sucedió y que su presencia en el barranco sirva para recordar y preservar el lugar", sentenció. Sin embargo, se mostró partidaria de realizar alguna intervención en el lugar, donde se alza un modesto parque como lugar de Memoria.

La familia Lorca desacredita el bulo de que Federico fue desenterrado y no dudan de la presencia de sus restos en el barranco de Alfacar, aunque reconocen que "no se sabe exactamente el lugar". La ARMH señala ahora una nueva localización a 430 metros al sureste del lugar señalado por Ian Gibson. La familia asegura que en aquel paraje lo mataron y "allí está".