Puño de hierro, guante de seda
Arenas, a los puntos. El jefe de los populares gana un debate suave en las formas y duro en el fondo, ante un Griñán convaleciente de la amplia derrota del domingo
DEBATE suave. De Griñán, por debilidad. De Arenas por prudencia. El presidente quería un debate de guante blanco, pero no lo fue. De hecho, le soltó unas cuantas pedradas a Arenas, en tono afable y como quien no quiere la cosa. La música era suave pero la letra llevaba mucho peligro. El jefe del PP fue el que marcó esa pauta, hablando a la mitad de revoluciones que de costumbre. Pero sus palabras estaban llenas de reproches. Le dijo al presidente que no escucha, que no ha hecho ninguna reforma en dos años, ni la de la administración periférica de la Junta, ni en transparencia, ni en la administración de justicia, que tiene un millón de casos pendientes o sentencias por ejecutar. Y después de esta tanda, enlazó con otra sobre el 30% de paro, los escándalos y dimisiones en la Consejería de Empleo y el agotamiento del proyecto socialista.
Las caras en los bancos de la mayoría eran de penitencia. Algunas risas nerviosas intentaban disimular el duelo. Las desavenencias dentro del grupo socialista están a flor de piel, aunque no trasciendan en público. Ajeno o no a esa situación, Arenas seguía con su letanía: los jóvenes de talento, emigran; los menos cualificados no tienen oportunidades y los más cualificados, tampoco, pero han presentado el plan de empleo juvenil cinco veces.
Al final de su última intervención, compuso una última tanda: este es un Gobierno interino, que primero negó la crisis, luego se inventó el cuento chino de la economía sostenible, y se dedicó a denostar el ladrillo en la mejor zona residencial de España y Europa. "Entre usted y Chaves le han hecho perder muchos años a Andalucía", resumió. Todo esto, dicho en un tono sosegado, a ritmo de corredor de fondo, por un habitual sprinter parlamentario como Arenas.
La réplica de Griñán siguió la misma tónica. Felicitación al contrario por su victoria electoral en las municipales y asunción de que los ciudadanos nunca se equivocan. Pero esto último tenía segunda intención; le sirvió al jefe socialista para convenir que no hay, ni ha habido voto cautivo. Y desarmar así una de las cantinelas que la derecha política y mediática ha atribuido habitualmente a la hegemonía del PSOE. Dicho lo cual, Griñán se ajustó el traje de presidente regional, para recordar a su rival que su legitimidad está intacta a pesar de los resultados del domingo y que piensa ejercerla en el Gobierno andaluz hasta marzo. Más tímidamente que otra cosa, también desgranó sus letanías. Obviamente, las suyas no eran dolorosas, sino gloriosas: las exportaciones andaluzas llevan 17 meses creciendo, en Sanidad hacemos investigaciones de primer nivel mundial, en educación hay más becas, en formación hacemos políticas activas de empleo, para los ayuntamientos hay nuevas leyes de autonomía y financiación local...
De nuevo con el puño de hierro en guante de seda, Arenas convino en que la legitimidad la dan la mayorías y reconoció a Griñán que su Gobierno la tiene, pero advirtió que hasta las elecciones autonómicas y generales los ayuntamientos deberían tener el mismo trato fueran del color político que fuesen. Una cita a cuyo trapo entró el jefe socialista, que le reclamó un sólo ejemplo en el que un ayuntamiento del PP haya recibido un trato desigual. El desplante de Griñán, sin embargo, encontró una ruidosa contestación en las filas contrarias.
Arenas amagó con otras letanías. Ejemplo: contra lo prometido, el presidente no ha reducido los delegados de la Junta, ni ha reformado la administración periférica. Y en esto, volvió a sacar a pasear el asunto de los eres: "usted firmó de su puño y letra el incremento de los fondos de reptiles a costa de los fondos de formación y de empleo".
El jefe de los populares le pidió en este punto a Griñán que las elecciones autonómicas sean separadas de las generales. El presidente le contestó que eso no depende sólo de él. Como si Zapatero fuese un desconocido dispuesto a traicionarle en este envite. En su fuero interno, sin embargo, Griñán duda si le conviene más en esta coyuntura que las elecciones regionales no coincidan con las nacionales, como viene sucediendo desde 1996. En su Gobierno, hay quienes piensan que un adelanto de las generales podría calmar el descontento ciudadano y beneficiar unas autonómicas más equilibradas. Sea como fuere, Arenas las pide separadas y Griñán no se compromete. Hará lo que más le interese a su partido.
Algo parecido le pasó en su debate con José Manuel Mariscal, portavoz adjunto de Izquierda Unida, en funciones de titular, por la asistencia de Valderas a una reunión de dirigentes de IU en Madrid. El jefe de los izquierdistas pidió solemnemente una reforma de la ley electoral, para evitar que un diputado le salga a su coalición a 52.000 votos, al PP a 38.000 votos y al PSOE a 36.000. A Mariscal se le pasó decir que el PA, con 125.000 votos en 2008, no tenía ningún diputado. Habría quedado muy elegante su gesto. El que no se perfiló mucho en la respuesta fue Griñán, que sostuvo que la ley electoral se hizo por consenso y que son unas reglas de juego que va a respetar. O sea, que va a mantener el acuerdo de la transición porque beneficia a su partido y no piensa cambiarlo. Otra cosa es que haya pocos diputados por habitante en Andalucía, con lo que el presidente abría la puerta a incrementar los 109 diputados del Parlamento andaluz, cosa que permite el actual Estatuto.
Mariscal no toreó de salón en su debut en estas lides. Pidió un plan de salvamento para los ayuntamientos. Dijo que si ha habido un plan de rescate de 100.000 millones de euros para los bancos, puede haber otro similar para los ayuntamientos. Y también dejó huella en el Diario de Sesiones con su verbo encendido, radical. Una perla: "Zapatero de reúne con los 40 ladrones en la cueva de Alí Babá en la que se ha convertido La Moncloa".
Como ven, no todo fue suavidad en el primer debate de los jefes en dos meses. Dureza y buenos modales, en el retorno.
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